Podemos acaba de proponer una pequeña, pero nada trivial, reforma del sistema electoral para el Congreso de los Diputados. No se propone reformar las circunscripciones, lo que tendría que superar la objeción constitucional –aunque alguna solución imaginativa podría sortearla– y tampoco se propone dar a cada una un número de escaños que se acerque más a la igualdad de voto. Todo esto sería arduo de lograr, dificultades jurídicas aparte. Lo que se propone es suplir una fórmula que, bien mirado, podría considerarse adaptada al tamaño de circunscripción medio en España, la fórmula d’Hondt, por otra que, en este momento, produciría un importante trasvase de escaños desde el PP hacia otros partidos, la fórmula llamada de Webster (en América) o de Sainte-Laguë (en Europa).
La gracia de esta reforma es que solo perjudica de veras al Partido Popular, deja al PSOE un poco como estaba, aunque algo peor, y haría muy difícil la gobernabilidad en las condiciones actuales, pues cuesta imaginar cómo se podrían aprobar los presupuestos si tuviéramos un Congreso elegido con los votos de 2016 y la fórmula en discusión, ya que necesitarían el apoyo del PSOE, de Unidos Podemos o de algún partido independentista.
Aunque la policía no es tonta, el Partido Popular no tiene forma de frenar esta medida en el parlamento si los demás partidos convienen. Y el partido que no convenga quedará fácilmente señalado como un andamio de populares.
Que la varita tenga un toque tan contundente es un poco accidental, sin embargo, y su uso podría parecer oportunista. En 2016 el PP fue el partido que más veces se llevó “el último escaño”, aquel que se obtiene, como si dijéramos, con “los restos” (aunque con fórmulas de divisores como la nuestra, esta expresión es poco precisa). Por eso una fórmula menos favorable al primer partido que la fórmula D'Hondt habría tenido un impacto bastante grande: el PP podría haber sacado 15 escaños menos, y eso es un montón. Pero que fuera el PP el que se llevara tantos escaños “por la mínima” es algo no necesario; la próxima vez podría ser distinto. Ciudadanos, tal vez.
También es un poco extraños que Podemos haya propuesto una fórmula que se usa relativamente poco (Nueva Zelanda o Alemania, pero combinada con un umbral de exclusión de minorías mucho más elevado que el nuestro) en lugar de su variante más común, la fórmula Saint-Laguë Modificada, que tal vez sea la más “famosa” entre los politólogos, pues la usan los suecos, noruegos, etc. La fórmula modificada tiene la cualidad de dificultar un poco más el acceso al primer escaño en un distrito. Es, en breve, una fórmula menos redistributiva, comparada con d’Hondt, que la fórmula Sainte-Laguë.
La fórmula modificada tiene una virtud primorosa para la ocasión, y por eso es posible que entre en el juego de las contraofertas, pues ella sí que garantizaría que todos ganen y solo el PP pierda, al menos entre los grandes. Es cierto, Ciudadanos gana menos, pero dudo que se vayan a dejar engañar por ese cebo. En realidad, sospecho que a Ciudadanos le conviene otra cosa, pero eso nos llevaría lejos. Lo cierto es que la fórmula modificada tiene el prestigio de lo nórdico y, como dice un amigo, quién se negaría a hacer esto como los suecos.
¿Es la fórmula propuesta una buena fórmula? Sí lo es, en abstracto, especialmente para repartir escaños entre circunscripciones. De hecho, se considera probado que es la mejor fórmula que existe para eso (no la usamos, sin embargo). Es una fórmula que tiene la misma probabilidad de beneficiar a un partido (territorio) grande o a uno pequeño, dicho muy simplemente. En ese sentido, es la única fórmula equilibrada. Pero eso no es siempre bueno cuando se trata de partidos. La fórmula d’Hondt es la única fórmula proporcional bajo la que nunca es mejor, para conseguir escaños, salirte de tu partido y presentarte con una escisión. Con la fórmula propuesta, a veces puede ser una buena idea. Alguno pensará que es cosa de gustos, pero solemos considerar que, mientras haya oferta suficiente de programas diferenciados, la multiplicación de partidos es más mala que buena. En resumen, la fórmula Ste-Laguë es una fórmula equitativa en un sentido estático, pero los incentivos para agentes que no son estáticos no son siempre los mejores.
Con todo, subrayemos lo más importante, para que no haya confusiones: las dos son fórmulas proporcionales, bajo cualquier definición razonable de “fórmula proporcional”. Hacen un reparto proporcional cuando es posible (más fácil cuantos más escaños) y resuelven con distintas aproximaciones cuando no es posible (lo que siempre sucede si hay pocos escaños). La aproximación D'Hondt es más probable que resuelva a favor de un partido grande que la aproximación Webster, pero, comparado con tener que votar a listas provinciales, eso suele ser un asunto de poca consecuencia.
Por último, en el contexto de nuestro sistema electoral la fórmula agrava un mal que ya padecemos, a saber, que, habiendo muchos partidos y pocos escaños en un gran número de circunscripciones, el reparto puede ser poco sensible al resultado. Ya hay bastantes provincias en las que partidos muy desiguales tienen la misma representación (el récord lo tiene Tarragona: seis partidos y un escaño por cabeza). Con esta fórmula, un partido puede tener hasta el triple de votos que otro, pero recibir solo un escaño cada uno. Algo así sucedería en Albacete, por poner un ejemplo casi al vuelo, con la reforma que propone Podemos: el PP, con más del 41% de los votos tendría un escaño- ahora tiene dos- y lo mismo se llevaría Ciudadanos con el 14,66 –ahora no tiene representante-; y aunque el PP creciera un par de puntos puede que se quedara igual. Lo que le convendría es dividirse.
Técnicamente, esa puede ser la mayor pega para su uso en España. En cuanto al sentido político de la reforma, hay un peligro claro. Si se hace una reforma puramente distributiva, sin una apelación convincente a criterios técnicos o de justicia electoral, y que tiene efectos especiales ahora pero puede dejar de tenerlos luego ¿qué impide que todas las mayorías futuras empiecen a jugar con la varita?
Pero tenemos debate, y eso es un paso necesario para cualquier reforma.
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Coda: Sobre el nombre. André Sainte-Laguë (1882-1950) fue matemático francés, precursor de la teoría de los grafos, veterano de la IGM y de la resistencia y líder de la Confederación General de Trabajadores Intelectuales, que él mismo contribuyó a fundar en los años 20 (wikipedia en francés). Daniel Webster (1782-1852) fue el verdadero inventor de la fórmula, en el contexto para el que resulta óptima, para repartir escaños entre los Estados (que son estables, no como los partidos, que pueden reaccionar a la fórmula). Fue jurista y Secretario de Estado de EEUU, entre otros cargos emienentes (wikipedia en inglés).
Podemos acaba de proponer una pequeña, pero nada trivial, reforma del sistema electoral para el Congreso de los Diputados. No se propone reformar las circunscripciones, lo que tendría que superar la objeción constitucional –aunque alguna solución imaginativa podría sortearla– y tampoco se propone dar a cada una un número de escaños que se acerque más a la igualdad de voto. Todo esto sería arduo de lograr, dificultades jurídicas aparte. Lo que se propone es suplir una fórmula que, bien mirado, podría considerarse adaptada al tamaño de circunscripción medio en España, la fórmula d’Hondt, por otra que, en este momento, produciría un importante trasvase de escaños desde el PP hacia otros partidos, la fórmula llamada de Webster (en América) o de Sainte-Laguë (en Europa).
La gracia de esta reforma es que solo perjudica de veras al Partido Popular, deja al PSOE un poco como estaba, aunque algo peor, y haría muy difícil la gobernabilidad en las condiciones actuales, pues cuesta imaginar cómo se podrían aprobar los presupuestos si tuviéramos un Congreso elegido con los votos de 2016 y la fórmula en discusión, ya que necesitarían el apoyo del PSOE, de Unidos Podemos o de algún partido independentista.