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Ideología, coviders y la conspiranoia de siempre

1 de marzo de 2021 21:59 h

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Las teorías de la conspiración no son inocuas. Algunas de las vinculadas a la COVID-19 cuestionan las mascarillas y las vacunas, lo que puede comprometer la inmunidad de grupo. Pese a lo relevante que resulta conocer mejor a los coviders (llamémoslos así por analogía con los birthers, los truthers o los flat-earthers, dependiendo de si cuestionan la ciudadanía americana de Obama, la autoría del 11SS o la esfericidad de la Tierra), poco sabemos de ellos. Desconocemos hasta qué punto son diferentes de los que abrazan las creencias conspiranoicas más habituales, lo que sería útil para evitar que se propaguen nuevas creencias sobre el coronavirus sin base científica.

Las creencias conspiranoicas generales suelen aludir a una confabulación que maneja los hilos de nuestros destinos en su propio beneficio. Por norma, estas creencias generales no parten de un sesgo ideológico. De hecho, las personas que las abrazan tienen unos esquemas mentales más abiertos, menos constreñidos por parámetros políticos. Las creencias conspiranoicas específicas (como las que se refieren a la COVID-19), en cambio, suelen estar escoradas ideológicamente y sustentarse en patrones de razonamiento motivado, ya que nacen para movilizar y posicionar a los ciudadanos políticamente. Entendiendo que las creencias conspiranoicas relativas a la COVID-19 son específicas ¿tienen éstas sesgo ideológico? ¿Son los coviders de izquierdas o de derechas?  

La escasa producción científica hasta el momento nos dice que los coviders son más de derechas, tanto en Turquía como en Estados Unidos. Sin embargo, en el momento de realizar esos estudios, ambos países eran gobernados por fuerzas políticas conservadoras que podrían alentar la desconfianza hacia la evidencia científica para ahorrarse algo de inversión pública en sanidad, evitar un frenazo económico o derivar la responsabilidad de las previsibles bajas a un chivo expiatorio. ¿Y en España? ¿Se repite este mismo patrón?

Durante el encierro de primavera de 2020, el grupo de investigación DEC en la UAB lanzó una encuesta que se movió por redes sociales, obteniendo 4,499 respuestas. La muestra no es, por tanto, representativa de la población española, así que los porcentajes de “creyentes” en las distintas teorías conspirativas deben tomarse con más precaución que los análisis relacionales, incluso después de ponderar por género, edad y nivel de estudios. En nuestra muestra (ver gráfico 1), el 26% creía que el virus fue creado en laboratorio, el 15% que se diseminó entre la población a propósito y el 20% que la pandemia es el resultado de una guerra encubierta entre naciones o grupos de interés. De entre estos últimos, un 40% (un 13% respecto al total) culpa directamente a China. También preguntamos por creencias conspirativas en general: ¿Hasta qué punto está de acuerdo o en desacuerdo con la siguiente afirmación: “Hay organizaciones secretas con influencia sobre las decisiones políticas”? El porcentaje de personas que estaba de acuerdo sube hasta el 40%. Estos resultados no son muy diferentes a los obtenidos por investigaciones similares en otros países.

Gráfico 1: distribución de creencias en teorías de la conspiración (específicas para la COVID-19 y generales). España. Abril de 2020.

Nos hemos valido de estos datos para estimar dos modelos de regresión, uno para el indicador general de creencias en conspiraciones y otro para una escala creada con las tres preguntas específicas sobre la COVID-19 (ver gráfico 2). Salta a la vista que las mujeres tienen más tendencia a creer en la conspiraciones sobre la COVID-19 que los hombres, y que no hay distinciones apreciables cuando se trata de conspiraciones genéricas. La edad no es un factor relevante en ningún caso, la desconfianza social lo es en ambos y con una intensidad similar, y el nivel de estudios también (a menos estudios, más credulidad), aunque el efecto es más importante para las teorías coviders. En cuanto a las redes sociales, Facebook e Instagram juegan un minúsculo papel en el caso de las conspiraciones COVID (a más uso, más credulidad); mientras que el efecto de Twitter es, para nuestra muestra al menos, protector, sobre todo para las conspiraciones en torno al coronavirus. Sin embargo, el uso de WhatsApp dispara los niveles de credulidad en ambos tipos de conspiraciones, especialmente de las relacionadas con el coronavirus.

¿Qué pasa con la ideología? No importa en el caso de las creencias conspiranoicas generales, pero sí afecta a las creencias coviders. Las personas más a la derecha tienden más a creerlas. Como la ideología es un cajón donde lo mismo caben valores liberales y conservadores junto a posicionamientos sobre políticas sociales y económicas, hemos tenido en cuenta una pregunta que indica si la persona prefiere la libertad a la seguridad si tuviera que escoger. Los que así lo hacen abrazan con mayor propensión las teorías conspiranoicas de la pandemia, pero creen menos en las conspiraciones genéricas.

Así pues, a igualdad de condiciones, las mujeres de derechas y/o con tendencias libertarias -o tal vez libertarianas- que más usan WhatsApp tienden más a creer en conspiraciones covídicas; un perfil algo distinto del creyente habitual en teorías conspirativas. ¿Qué supone esto en España? En EEUU ya se ha visto que la extrema derecha es el grupo que más se está beneficiando de la propagación de bulos sobre la pandemia, ya que potencian la desconfianza hacia las élites, fomentan actitudes populistas que pretenden capitalizar y generan un sentimiento de pertenencia a una minoría crítica y “superior” a la masa. Como ha ocurrido con la incorrección política, las conspiraciones específicas -como las pandémicas- pueden convertirse en temas-nicho que permitirían a la derecha ampliar apoyos fuera de su zona de confort. En el caso que nos ocupa, mujeres y/o personas con inclinaciones antiautoritarias. Estas conspiraciones no sólo amenazan la inmunidad de grupo, también pueden tener efectos en la estabilidad y calidad de la democracia engordando la base electoral de la llamada derecha radical.

Gráfico 2: resultados para la estimación (regresión lineal) de la creencia en conspiraciones genéricas y específicas sobre la COVID-19.

Las teorías de la conspiración no son inocuas. Algunas de las vinculadas a la COVID-19 cuestionan las mascarillas y las vacunas, lo que puede comprometer la inmunidad de grupo. Pese a lo relevante que resulta conocer mejor a los coviders (llamémoslos así por analogía con los birthers, los truthers o los flat-earthers, dependiendo de si cuestionan la ciudadanía americana de Obama, la autoría del 11SS o la esfericidad de la Tierra), poco sabemos de ellos. Desconocemos hasta qué punto son diferentes de los que abrazan las creencias conspiranoicas más habituales, lo que sería útil para evitar que se propaguen nuevas creencias sobre el coronavirus sin base científica.

Las creencias conspiranoicas generales suelen aludir a una confabulación que maneja los hilos de nuestros destinos en su propio beneficio. Por norma, estas creencias generales no parten de un sesgo ideológico. De hecho, las personas que las abrazan tienen unos esquemas mentales más abiertos, menos constreñidos por parámetros políticos. Las creencias conspiranoicas específicas (como las que se refieren a la COVID-19), en cambio, suelen estar escoradas ideológicamente y sustentarse en patrones de razonamiento motivado, ya que nacen para movilizar y posicionar a los ciudadanos políticamente. Entendiendo que las creencias conspiranoicas relativas a la COVID-19 son específicas ¿tienen éstas sesgo ideológico? ¿Son los coviders de izquierdas o de derechas?