La desigualdad social constituye hoy un enorme problema a escala global. En España, esta muestra niveles particularmente alarmantes, siendo un tema que ha generado recientemente muchos debates políticos. Una sociedad desigual muestra déficits importantes, no sólo en materia de justicia social, sino también de desarrollo económico. Como argumentábamos en otro artículo, si las personas de orígenes humildes no tienen las mismas oportunidades educativas y laborales que quienes provienen de clases privilegiadas, no podemos en ningún caso hablar de “meritocracia”. Por tanto, para saber si hay igualdad de oportunidades en nuestro país, debemos analizar si la clase social de origen se relaciona con los resultados socioeconómicos. Sin embargo, sabemos muy poco sobre el papel de la clase social de origen sobre las oportunidades vitales en la España actual. Aquí analizamos esta importante pregunta.
El Gráfico 1 muestra el vínculo entre la desigualdad económica y la desigualdad intergeneracional en 15 países europeos, incluyendo España. Se relacionan dos indicadores. En el eje horizontal observamos la desigualdad económica del país con el coeficiente de Gini, que toma valores de 0 (igualdad perfecta) a 100 (desigualdad perfecta). En el eje vertical usamos un índice de desigualdad social intergeneracional, capturando la relación entre la situación financiera de la familia de origen y la clase social actual, con valores que varían del 0 (alta movilidad social) al 1 (baja movilidad social). Observamos que los países con menor desigualdad económica e intergeneracional son los escandinavos (Noruega, Suecia, Finlandia y Dinamarca) y los Países Bajos. En una posición intermedia se sitúan varios países de la Europa occidental central (Alemania, Francia y Austria). Finalmente, los países del Sur de Europa (España, Grecia, Italia y Portugal) no sólo presentan los niveles más altos de desigualdad económica, sino que también muestran la mayor relación entre origen socioeconómico y clase social.
Esta comparativa internacional muestra la llamada “Curva del Gran Gatsby”. Este término fue acuñado hace unos años por el economista norteamericano Alan B. Krueger, con el fin de denunciar la falta de oportunidades de las familias desfavorecidas, que se vincularían en buena medida al dramático aumento de la desigualdad de renta en Estados Unidos. Este concepto, claro está, alude al famoso personaje de la novela de F. Scott Fitzgerald, Jay Gatsby, quien se convirtió en un millonario de la alta sociedad, a pesar de sus orígenes humildes. Pero en nuestra comparativa internacional también vemos algo más. Observamos que en los países con débiles políticas de redistribución socioeconómica, como en España, hay poca movilidad social. En cambio, donde hay políticas sociales activas para prevenir la desigualdad social, como en Dinamarca y Suecia, se produce también una mayor igualdad de oportunidades.
Pasemos ahora a analizar el caso español en detalle. La “Encuesta de Condiciones de Vida” del INE para 2011 nos permite estudiar esta cuestión usando indicadores educativos, laborales y económicos. Analizamos tres clases sociales de origen, considerando la clase más alta del padre o de la madre, en caso que no tuvieran la misma: (1) “clases directivas y profesionales” (directivos de empresas grandes y profesionales liberales por cuenta ajena); (2) “clases intermedias” (administrativos medios, empleados de venta, pequeños empresarios y técnicos de cualificación media); (3) “clases trabajadoras” (empleados manuales cualificados y empleados sin cualificación).
El Gráfico 2 muestra la proporción de personas de diferentes orígenes sociales puestas en relación con el nivel educativo, la clase social y la renta. Para la educación, el 52% de personas de orígenes privilegiados tienen título universitario, muy por encima de quienes tienen padres de clases intermedias (32%) y, especialmente, en relación a aquellos con padres de clase trabajadora (14%). Respecto a la clase social, observamos que el 46% de quienes tienen orígenes sociales privilegiados acceden a clases directivas o profesionales, muy por encima de la cifra observada para quienes tienen padres de clases intermedias (28%) y, sobre todo, en relación a quienes provienen de las clases trabajadoras (17%). En cuanto a la renta, si bien hay diferencias menos acusadas, la brecha social también es clara; la proporción de personas de orígenes privilegiados con rentas altas (44%) se duplica en relación a quienes provienen de clases trabajadoras (22%). En síntesis, la clase social parental influye claramente sobre el nivel educativo, ocupacional y económico futuros.
El Gráfico 3 ofrece la relación entre la clase social parental y la tasa de desempleo y de pobreza. Observamos que, en 2011, la tasa de desempleo para los entrevistados que provienen de clases trabajadoras era del 21% y la de pobreza del 17%. Para los entrevistados con una clase parental intermedia encontramos niveles más bajos de desempleo (16%) y de pertenencia a un hogar pobre (14%). Por debajo se sitúan quienes vienen de las clases más privilegiadas, con una ratio de desempleo medio del 14% y de pobreza del 12%. Estos resultados, sin ser tan acusados, muestran claramente que el riesgo de exclusión social afecta de forma desproporcionada a quienes tienen orígenes sociales humildes.
Una última pregunta clave es si esta fuerte desigualdad intergeneracional persiste entre licenciados universitarios. Poseer un título universitario aumenta las oportunidades laborales, lo que podría generar una competición laboral donde el origen social no importara. Sin embargo, los licenciados de orígenes privilegiados podrían también tener una ventaja comparativa de cara a encontrar empleos cualificados, especialmente en el contexto español, donde existe una gran competitividad laboral entre jóvenes universitarios (véase este artículo de Idelfonso Marques y Carlos Gil). Las familias privilegiadas poseen recursos económicos para invertir en la formación de sus hijos (p.ej. clases extracurriculares), pero también sociales (p.ej. conexiones laborales) y culturales (p.ej. hábitos culturales dominantes). Dicha herencia podría asegurar el éxito laboral de muchos jóvenes de origen privilegiado, al margen de su educación, talento o esfuerzo.
El Gráfico 4 muestra el porcentaje de jóvenes españoles licenciados en empleos de alta cualificación y su vínculo con la clase social parental. Las diferencias por clase social parental en el acceso a ocupaciones cualificadas se reducen si nos centramos sólo en licenciados universitarios, como cabría esperar. Pero lo llamativo es que sigue habiendo importantes desigualdades de clase. Observamos que los hijos de las clases directivas y profesionales acceden a esta misma clase en mayor grado (66%) que los hijos de las clases intermedias (60%), y sobre todo en relación a quienes provienen de clases trabajadoras (55%), a pesar de que todos ellos cuentan con una titulación universitaria. Estos resultados implican que obtener un título universitario no es suficiente para que la herencia social deje de pesar sobre las oportunidades laborales, arrojando serias dudas sobre la eficiencia del “ascensor social” en la España contemporánea.
En conclusión, las desigualdades sociales de hoy en España siguen estando fuertemente estructuradas por las del pasado, las que existían entre nuestros padres y madres. España presenta, a escala internacional, niveles preocupantes de desigualdad económica, y niveles bajos de movilidad social. Además, las personas que proceden de familias de clase social alta siguen accediendo a estudios, ocupaciones y rentas elevadas, mientras que quienes provienen de clases trabajadoras son las más afectadas por el desempleo y la pobreza. No sólo esto. La clase social parental, incluso entre jóvenes licenciados universitarios, sigue teniendo un peso significativo en la ocupación obtenida. Los datos hablan por sí mismos. La evidencia empírica de nuestro artículo no sólo es crucial para informar en debates públicos. Esta evidencia debe tenerse en cuenta para el desarrollo de políticas que reduzcan la desigualdad social y fomenten la igualdad de oportunidades en España.
La desigualdad social constituye hoy un enorme problema a escala global. En España, esta muestra niveles particularmente alarmantes, siendo un tema que ha generado recientemente muchos debates políticos. Una sociedad desigual muestra déficits importantes, no sólo en materia de justicia social, sino también de desarrollo económico. Como argumentábamos en otro artículo, si las personas de orígenes humildes no tienen las mismas oportunidades educativas y laborales que quienes provienen de clases privilegiadas, no podemos en ningún caso hablar de “meritocracia”. Por tanto, para saber si hay igualdad de oportunidades en nuestro país, debemos analizar si la clase social de origen se relaciona con los resultados socioeconómicos. Sin embargo, sabemos muy poco sobre el papel de la clase social de origen sobre las oportunidades vitales en la España actual. Aquí analizamos esta importante pregunta.
El Gráfico 1 muestra el vínculo entre la desigualdad económica y la desigualdad intergeneracional en 15 países europeos, incluyendo España. Se relacionan dos indicadores. En el eje horizontal observamos la desigualdad económica del país con el coeficiente de Gini, que toma valores de 0 (igualdad perfecta) a 100 (desigualdad perfecta). En el eje vertical usamos un índice de desigualdad social intergeneracional, capturando la relación entre la situación financiera de la familia de origen y la clase social actual, con valores que varían del 0 (alta movilidad social) al 1 (baja movilidad social). Observamos que los países con menor desigualdad económica e intergeneracional son los escandinavos (Noruega, Suecia, Finlandia y Dinamarca) y los Países Bajos. En una posición intermedia se sitúan varios países de la Europa occidental central (Alemania, Francia y Austria). Finalmente, los países del Sur de Europa (España, Grecia, Italia y Portugal) no sólo presentan los niveles más altos de desigualdad económica, sino que también muestran la mayor relación entre origen socioeconómico y clase social.