Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.
El pasado 4 de julio tuvieron lugar las elecciones generales en Reino Unido. Tras la aplastante victoria del Partido Laborista, con 411 escaños de un total de 650, han reaparecido (¿se fueron alguna vez?) los debates sobre el sistema electoral mayoritario y sus efectos en términos de proporcionalidad. Mientras que los laboristas han obtenido el 63,2% de los escaños con el 33,7% de los votos, el Partido Conservador tiene el 18,6% de los escaños con el 23,7% de los sufragios. Por su parte, el partido Verde obtuvo cuatro escaños con el 6,4% de los votos y el partido de Nigel Farage (Reform UK, el antiguo Partido del Brexit) cinco con el 14,3% de los votos.
Estas cifras han mostrado, una vez más, que la conversón de votos a escaños, en un sistema mayoritario, depende no solo del nivel de apoyo sino, sobre todo, de cómo se distribuye éste en las distintas circunscripciones. El caso más relevante ha sido el del Partido Liberal Demócrata, históricamente el tercer partido en Reino Unido: con un aumento de su porcentaje de votos de 0,6 puntos porcentuales (p.p.) ha pasado de 11 escaños en 2019 a 72. Para los laboristas, un aumento de 1,7 p.p. en el voto se ha traducido en 211 escaños más que en 2019.
Detrás de estos cambios en escaños no acompañados de variaciones de similar magnitud en el porcentaje de votos se encuentran diversas causas. Una de las más obvias ha sido la división del voto en el campo de la derecha: el resultado de Reform UK ha venido acompañado de una bajada de casi 20 puntos de porcentaje de voto para los conservadores; esto, en una elección mayoritaria, es una desventaja evidente. Por otro lado, tanto los laboristas como, especialmente, los Lib Dems, han hecho mucho más eficientes sus votos: en un sistema mayoritario, aumentar aún más tu porcentaje de apoyo en una circunscripción que ya es tuya no te proporciona diputados adicionales, mientras que pequeños aumentos en escaños marginales pueden ser decisivos. En este sentido, los liberal demócratas han centrado su campaña en unas cuantas decenas de circunscripciones en los que se encontraban bien posicionados para, principalmente, arrebatar diputados a los conservadores.
Es aquí donde ha jugado un papel crucial el llamado voto estratégico (voto útil). En un sistema mayoritario, quienes simpatizan con un tercer partido sin posibilidad de obtener escaño pueden decidir apoyar a un partido que, siendo menos favorito, tenga opciones reales de ganar (o, en su caso, hacerlo para evitar que otro, aún menos preferido, gane). La “pinza” entre laboristas y Lib Dems contra el gobierno tory ha sido más o menos evidente: desde aplicaciones o webs “anti-tory” que permitían conocer al partido mejor posicionado para disputarle el escaño a los conservadores, hasta estrategias explícitas de no hacer campaña en circunscripciones poco viables. De hecho, Ed Davey, el líder de los liberal demócratas, definió estas elecciones como “ABC” (anyone but the Conservatives).
En este contexto, surge una pregunta: ¿qué determina que un votante, ante la decisión de a qué partido votar para impedir una victoria del Partido Conservador, opte por apoyar al Partido Laborista o a los liberal demócratas? En aquellas circunscripciones en las que la distancia entre ambos partidos opositores es muy amplia, está claro cuál es el “caballo ganador”. Por eso, comparar los resultados donde los laboristas tenían mucha ventaja sobre los Lib Dems respecto a donde se daba la situación la opuesta es poco informativo y sesgaría nuestras conclusiones. Pero ¿qué sucede en aquellos escaños donde la distancia entre los otros dos partidos fue muy pequeña? ¿Basta con ser “segundo”, aunque sea por unos pocos votos, para ser percibido como “más viable”?
En un contexto distinto, aunque también electoral, Thomas Fujiwara y Carlos Sanz analizaron el efecto de ser “la lista más votada” a la hora de obtener la alcaldía. Los autores estudian si, dados dos partidos con el mismo nivel de apoyo (en términos de escaños), quien tenía (marginalmente) más votos (es decir, la lista más votada) acababa siendo quien formaba gobierno. La estrategia que sigo aquí es similar: comparando el incremento en el porcentaje de voto de los liberal demócratas entre 2019 y 2024 en aquellas circunscripciones en las que laboristas y Lib Dems quedaron casi igualados en 2019, puedo estimar el efecto de “quedar segundo” sobre el aumento de apoyo en 2024.
En realidad, la magnitud del efecto (medida en puntos porcentuales de mayor apoyo al quedar por encima) es lo de menos. Lo que considero relevante (y quiero analizar) es si el efecto existe, ya que indicaría que los votantes tienen en cuenta la posición relativa de los partidos a la hora decidir a quién apoyar. Analizar este tipo de elecciones tiene una ventaja: evita el problema de atribuir el aumento del apoyo a un partido (Laborista o Liberal Demócrata) al hecho de que ya viniera siendo mucho más apoyado que el otro en 2019.
Sin embargo, aplicar este método a las elecciones de 2019 y 2024 tiene un problema adicional. En 2023 hubo una revisión del mapa de circunscripciones, lo que hace que no sean directamente comparables entre sí. De hecho, mientras que algunas de circunscripciones no han experimentado cambios, otras lo han hecho de manera notable, e incluso algunas han desaparecido. Por suerte, se dispone de estimaciones (denominadas “resultados nocionales”) del resultado de 2019 bajo las nuevas circunscripciones (la metodología se puede consultar aquí). Esta información, lejos de ser una curiosidad electoral o demoscópica, es relevante a efectos de conformación del voto, especialmente en campaña, al servir como base para animar al voto estratégico en las distintas circunscripciones.
A partir de los resultados nocionales de 2019 y los resultados de 2024, se estiman modelos de regresión discontinua utilizando como variable dependiente el aumento del porcentaje de voto a los liberal demócratas, utilizando como running variable la diferencia entre el porcentaje de voto de estos con los laboristas en 2019.
La estimación del impacto, para la muestra completa, es de 2,2 puntos porcentuales más de apoyo a los Lib Dems cuando estos están por encima de los laboristas, pero el efecto no es significativo. Posteriormente, se reestima el modelo, pero considerando únicamente aquellas circunscripciones en las que el Partido Conservador fue efectivamente primero en 2019. El efecto sube a 2,9 puntos porcentuales, pero sigue sin ser significativo.
Un hecho relevante a tener en cuenta en estos cálculos es que, como se ha comentado, el mapa de circunscripciones ha cambiado entre 2019 y 2024. Se puede estar eligiendo un escaño en un territorio más grande, más pequeño o, simplemente, distinto a aquel en el que se votó en 2019. Asumiendo que estamos utilizando los resultados (nocionales) de 2019 como “base” para estimar la viabilidad de un partido, se esperaría que esto fuera más sencillo y representativo en el caso de que las fronteras de la circunscripción hubieran cambiado poco que en aquellos casos en los que hubieran cambiado mucho.
Como la base de datos dispone de un “índice de cambio” de la circunscripción (que va de 0 si no ha cambiado a valores superiores 100 si hay “poco parecido con cualquier circunscripción previa”), se divide la muestra entre aquellas circunscripciones con un índice de cambio inferior a la mediana y aquellas con un índice superior. Reestimando los modelos, se obtiene un efecto de 5 puntos porcentuales para circunscripciones con poco cambio (significativo al 10%) y un efecto nulo (no significativo) en aquellas con mucho cambio. Los resultados, si solo se tiene en cuenta aquellas en las que los conservadores fueron primera fuerza, son de 6,6 puntos porcentuales (p
Estos resultados apuntan a que, en situaciones en las que la diferencia entre dos partidos es muy pequeña, el hecho de que uno sea percibido como más viable es relevante a la hora de que los votantes le brinden su apoyo, pero solo si la circunscripción se mantiene razonablemente similar en sus fronteras. Esto, además de ser relevante desde una perspectiva de aprendizaje del funcionamiento del sistema electoral y de atribución de viabilidad en contextos de voto estratégico, puede ser extraordinariamente importante en las elecciones de 2029. Por ejemplo, el número de escaños en los que los Lib Dems han quedado segundos es muy reducido, lo que puede limitar sus posibilidades de apelar al voto útil (anti-tory o anti-laborista, en su caso). Por otra parte, Reform UK ha quedado segundo en varias decenas de circunscripciones en las que los laboristas han sido primeros, lo que puede derivar en una campaña que refuerce su papel como alternativa, frente a los conservadores.
*El modelo se estima con un polinomio de grado uno (lineal) y anchos de banda óptimos arriba y abajo del umbral mediante el paquete rdrobust. La siguiente figura muestra gráficamente el aumento del porcentaje de voto respecto a la running variable, evidenciándose la discontinuidad en el umbral.
El pasado 4 de julio tuvieron lugar las elecciones generales en Reino Unido. Tras la aplastante victoria del Partido Laborista, con 411 escaños de un total de 650, han reaparecido (¿se fueron alguna vez?) los debates sobre el sistema electoral mayoritario y sus efectos en términos de proporcionalidad. Mientras que los laboristas han obtenido el 63,2% de los escaños con el 33,7% de los votos, el Partido Conservador tiene el 18,6% de los escaños con el 23,7% de los sufragios. Por su parte, el partido Verde obtuvo cuatro escaños con el 6,4% de los votos y el partido de Nigel Farage (Reform UK, el antiguo Partido del Brexit) cinco con el 14,3% de los votos.
Estas cifras han mostrado, una vez más, que la conversón de votos a escaños, en un sistema mayoritario, depende no solo del nivel de apoyo sino, sobre todo, de cómo se distribuye éste en las distintas circunscripciones. El caso más relevante ha sido el del Partido Liberal Demócrata, históricamente el tercer partido en Reino Unido: con un aumento de su porcentaje de votos de 0,6 puntos porcentuales (p.p.) ha pasado de 11 escaños en 2019 a 72. Para los laboristas, un aumento de 1,7 p.p. en el voto se ha traducido en 211 escaños más que en 2019.