Que las nuevas tecnologías cambian nuestras vidas es algo obvio. La economía, la política y la sociedad siempre sufren transformaciones gracias a la incorporación de novedades tecnológicas. Ya ocurrió con la invención de la imprenta, por ejemplo, y está pasando ahora mismo con internet. No obstante, gran parte de estos cambios tecnológicos no hacen que nuestro mundo “tradicional” desaparezca. Más bien nos permiten hacer lo que veníamos haciendo hasta ahora de una forma mucho más rápida y eficiente.
Pero si en el corto plazo los cambios son obvios y fáciles de revelar, en el largo plazo estas transformaciones son más inciertas y difíciles de detectar en un primer momento. Por ello, conocer la dimensión de los cambios sociales fruto de las nuevas tecnologías es algo que nos puede llevar tiempo.
Todo esto viene a cuento de los análisis políticos que se viene haciendo sobre las nuevas tecnologías y la participación política. Es evidente que el surgimiento de las redes sociales y las nuevas plataformas para canalizar peticiones permiten que los ciudadanos estemos ante un mundo nuevo lleno de posibilidades, donde la participación política es menos costosa. Es decir, en el corto plazo, el cambio más obvio es la reducción de costes y, por lo tanto, un posible aumento de la participación política.
Pero el cambio más profundo y sobre el que deberíamos centrar un mayor esfuerzo analítico es saber cómo va a ser la nueva sociedad del futuro que se está generando en estos momentos. Los jóvenes actuales están siendo socializados por estas nuevas tecnologías, algo que no había ocurrido en generaciones anteriores. Esta socialización no sólo va a permitir que tengan habilidades y destrezas que no tenían sus padres o abuelos, sino que además la forma de relacionarse con los demás también puede cambiar.
Hoy en día, los estímulos que recibe un niño desde su más tierna infancia son enormes gracias a las nuevas tecnologías. Es muy habitual ver a chiquillos manejar tabletas electrónicas con más habilidad que sus padres y son muchos los que recurren al móvil para conseguir distraer al bebé mientras intentan darle de comer. Al mismo tiempo, una de las mayores quejas de los maestros de infantil y de primaria es la falta de atención y concentración de sus alumnos.
Así, la pregunta que surge es: ¿cómo va a ser el ciudadano del siglo XXI? ¿Estamos ante una nueva generación de cibernautas que participarán en política más que los demás gracias a esa reducción de costes? La única forma de intuir este futuro es ver cómo son los jóvenes actuales, especialmente los más cibernéticos. Ellos ya han sido socializados durante una parte temprana de su vida bajo las nuevas tecnologías y, por lo tanto, tienen algunos de los “vicios” que acabamos de mencionar. En el gráfico 1, usando la Encuesta Social Europea, vemos el porcentaje de jóvenes cibernautas que admiten participar de algunas forma de activismo político. Además, comparo los porcentajes de estos jóvenes con la media, para ver si realmente son más participativos que el conjunto de la sociedad española.
Dos son las conclusiones que extraemos. En primer lugar, los jóvenes asiduos a la red eran mucho más participativos en alguna de las formas de protesta en 2002 y 2004 que en la actualidad. Sin duda que el contexto importa y las manifestaciones contra la guerra de Irak tienen algo que ver en esta diferencia de porcentajes. No obstante, también es cierto que en 2010 observamos un incremento de participación política en este tipo de jóvenes si los comparamos con los datos de 2006 y 2008.
En segundo lugar, conforme ha pasado el tiempo, las diferencias entre los jóvenes cibernautas y el conjunto de la población han ido disminuyendo. Entre 2002 y 2006 sí que observábamos grandes diferencias. Pero en los últimos años, los porcentajes de contacto con un político, de boicotear productos y de participar en organizaciones sociales o en partidos políticos son casi idénticas. Las únicas actividades donde los jóvenes cibernautas siguen participando significativamente por encima de la media son firmar peticiones, asistir a manifestaciones y formar parte de campañas de protesta. Pero si hace una década estas diferencias eran más de 20 puntos porcentuales respecto al conjunto de la población, ahora son 4 puntos por encima.
¿Por qué se han hecho cada vez más similares los jóvenes cibernautas y la sociedad española? La respuesta la encontramos en el gráfico 2. Entre los años 2002 y 2006, el porcentaje de menores de 35 años que declaraban conectarse a internet todos los días o varias veces por semana era entre el 31,3 y el 45 por ciento. En cambio, en 2010 esta cifra era del 82,1 por ciento. Así, hace una década, los jóvenes cibernautas no eran los más representativos de su grupo de edad, algo que ahora sí que se produce en la medida que abarca a un amplio porcentaje de ellos.
Gráfico 1. Participación política de jóvenes internautas comparado con la media en España
Fuente: Encuesta Social Europea (Nota: para trazar el perfil de joven cibernauta se han considerado a todos los menores de 35 años que declaran usar internet varias veces por semana o todos los días)
Gráfico 2. Porcentaje de jóvenes cibernautas
Fuente: Encuesta Social Europea
Por lo tanto, los primeros datos apuntan a que los jóvenes más asiduos a las nuevas tecnologías no son tan distintos políticamente del conjunto de la población. De hecho, sólo fueron diferentes cuando no eran representativos. Es decir, cuando sólo un pequeño porcentaje de ellos consumía internet de forma habitual. Pero en la medida que las nuevas tecnologías se han extendido entre las generaciones más jóvenes, la similitud entre éstas y el conjunto de la población ha aumentado. No obstante, como se ha apuntado más arriba, los cambios sociales llevan tiempo. Veremos si podemos seguir afirmando lo mismo en unos años.