Las elecciones catalanas del pasado 21D estaban llamadas a ser el último estadio del convulso e hiperactivo proceso soberanista. Todos los indicios apuntaban a que tras esos comicios se iniciaría una etapa marcada por la consolidación de ERC como partido central dentro del bloque independentista. Desde hacía tiempo, las siglas del PDeCAT cotizaban a la baja y su principal activo, Carles Puigdemont, aseguraba no tener intención de volver a presentarse como candidato. ERC solo necesitaba evitar una candidatura conjunta y concurrir en las elecciones en solitario para ganarle definitivamente la partida al PDeCAT. Tras su victoria, los líderes republicanos tendrían poderosos incentivos a impulsar un cambio de ciclo en la política catalana. Un cambio que nos llevaría a una etapa menos convulsa, de renuncia a la vía unilateral y de construcción de la república catalana más a largo plazo. ERC podría entonces ganar margen suficiente como para consolidar su posición central en el espacio independentista. Con ello, el proceso soberanista tal y como lo conocíamos llegaría a su fin.
La realidad acabó siendo muy distinta. A última hora, Carles Puigdemont, desde Bruselas, decidió concurrir de nuevo a las elecciones, confeccionando una candidatura a medida con el fin de relegar las siglas de PDeCAT en un segundo plano y poner el foco en un mensaje sencillo, muy poderoso, que acabó por cambiarlo todo: el retorno del President legítimo.
El eslógan de “la restitución del presidente legítimo” alteró por completo las coordenadas de competición dentro del espacio independentista. Muchos de los que inicialmente tenían pensado votar a ERC se dejaron seducir por ese mensaje. Las encuestas muestran que inicialmente el PDeCAT apenas lograba atraer a uno de cada cuatro votantes de Junts Pel Sí. Sin embargo, la creación de la lista de Puigdemont revirtió esa tendencia y finalmente la mayoría de los votantes independentistas de Junts Pel Sí acabó prefiriendo al PDeCAT/JxCAT en lugar de Esquerra.
Fue el liderazgo de Carles Puigdemont el responsable de que el guión cambiara en las últimas semanas. Según las encuestas del GESOP, el único elemento que puede explicar el ascenso de JxCAT es la valoración de su líder, Carles Puigdemont. El único factor significativamente distinto entre votar a PDeCAT y a JxCAT es la valoración de Puigdemont. El resto de determinantes (ideología, identidad nacional, elementos sociodemográficos) no cambiaron sustancialmente. Para los amantes de los datos, el gráfico 1 muestra cómo la importancia de la valoración de Puigdemont sobre la decisión de votar al PDECat pasó de ser irrelevante (en términos estadísticos) antes de la campaña electoral a convertirse en un factor explicativo del voto crucial.
En defintiva, las encuestas del GESOP indican que la lista JxCAT permitió al PDeCAT ampliar sus bases electorales de forma transversal en los distintos espacios ideológicos y socio-demográficos del independentismo. Pero también sugieren que sus buenos resultados electorales estuvieron excesivamente condicionados a la figura de Puigdemont. Así pues, el proyecto JxCAT es por el momento un proyecto político muy fundamentado por vínculos de carácter carismático, que fácilmente podría desvanecerse si en algún momento su líder desaparece de la escena política.
En los próximos meses se librará una pugna entre el entorno de Puigdemont y la organización del PDeCAT para hacerse con el control de ese espacio político. El PDeCAT, aún consciente de su gran atractivo electoral, tiene a Puigdemont como rival en su batalla interna, pues es el principal factor que lastra la capacidad de la organización de tomar el control de ese espacio político. A priori, Puigdemont juega con ventaja pues se ha demostrado que su liderazgo es un poderoso activo electoral para el partido, aún más cuando la marca PDeCAT (como heredera de Convergència) se encuentra en momentos críticos tras la sentencia del caso Palau. Sin embargo, el poder de atracción de la figura de Puigdemont puede desvanecerse si finalmente no logra ser investido presidente. Sin la notoriedad que confiere la presidencia de la Generalitat, Puigdemont puede ver como su capacidad de influencia desde Bruselas se reduce sustancialmente en poco tiempo.
Las próximas semanas serán cruciales para determinar el escenario político que vivirá Catalunya durante la próxima legislatura. Entre los numerosos acontecimientos que se producirán deberemos estar particularmente atentos en la batalla dentro del espacio PDeCAT-JxCAT. Y en esa batalla, la figura de Carles Puigdemont cobrará un papel crucial. Si alguna lección nos ofreció el 21-D es que el liderazgo de Puigdemont es, en estos momentos, el “pal de paller” del independentismo catalán.
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Nota: el gráfico muestra probablidad de votar a PDeCAT/JxCAT vs ERC estimadas a partir de un modelo logit en los que se incluyen como variables explicativas: ideología, sentimiento nacional, valoración líderes y socio-demograficos.
Las elecciones catalanas del pasado 21D estaban llamadas a ser el último estadio del convulso e hiperactivo proceso soberanista. Todos los indicios apuntaban a que tras esos comicios se iniciaría una etapa marcada por la consolidación de ERC como partido central dentro del bloque independentista. Desde hacía tiempo, las siglas del PDeCAT cotizaban a la baja y su principal activo, Carles Puigdemont, aseguraba no tener intención de volver a presentarse como candidato. ERC solo necesitaba evitar una candidatura conjunta y concurrir en las elecciones en solitario para ganarle definitivamente la partida al PDeCAT. Tras su victoria, los líderes republicanos tendrían poderosos incentivos a impulsar un cambio de ciclo en la política catalana. Un cambio que nos llevaría a una etapa menos convulsa, de renuncia a la vía unilateral y de construcción de la república catalana más a largo plazo. ERC podría entonces ganar margen suficiente como para consolidar su posición central en el espacio independentista. Con ello, el proceso soberanista tal y como lo conocíamos llegaría a su fin.
La realidad acabó siendo muy distinta. A última hora, Carles Puigdemont, desde Bruselas, decidió concurrir de nuevo a las elecciones, confeccionando una candidatura a medida con el fin de relegar las siglas de PDeCAT en un segundo plano y poner el foco en un mensaje sencillo, muy poderoso, que acabó por cambiarlo todo: el retorno del President legítimo.