En estos tiempos políticos (tan) vertiginosos que vivimos, pasamos con gran rapidez de un escenario demoscópico a otro ante un electorado que se muestra más exigente y menos remiso a que los partidos den su voto (fiel) por descontado. Antes del verano, la noticia, en términos de pulso electoral, era la desaceleración de las fuerzas emergentes, frente a una recuperación de los dos grandes partidos (ver gráfico 1). Así, la última fotografía preelectoral del CIS (barómetro de julio), era condensada a principios de agosto en titulares tan elocuentes como “El bipartidismo inicia la remontada” o “Podemos y Ciudadanos pierden fuelle”.
Pero apenas dos meses después, el foco de atención está puesto en la imagen que Ciudadanos, tras sus buenos resultados en las elecciones catalanas del 27 de septiembre, proyecta como una fuerza política en auge en toda España. Esta imagen de éxito se ha materializado y, a la vez, retroalimentado con los últimos sondeos que se han publicado. El pasado 9 de octubre el diario El País daba a conocer, con motivo de la celebración del día de la Comunidad Valenciana, una encuesta que mostraba que si las elecciones generales tuvieran lugar ahora, Ciudadanos sería la fuerza política más votada en esta Comunidad. A nivel de toda España, y según otro sondeo que El País publicó dos días después, Ciudadanos no sólo se situaría como la tercera fuerza política que obtendría más votos en las elecciones generales (desbancando a Podemos al cuarto puesto), sino que también estaría muy cerca del PP, en el segundo puesto, y del PSOE, en el primero (ver gráfico 2). A lo que la formación naranja también sumaría, el tener al líder político, Albert Rivera, mejor valorado por la ciudadanía y el único que goza de una buena imagen en todos los electorados. No es de extrañar así que en una reciente entrevista un exultante Albert Rivera se refiriera a su partido como “una fuerza política de moda”.
Es indudable que a dos meses de la cita con las urnas, ha cambiado ligeramente el escenario político con la “Ciudadanosmanía” como telón de fondo. Y, en ese cambio, las expectativas han vuelto a ser decisivas, pues el triunfo de Ciudadanos en las pasadas elecciones catalanas se vio amplificado al obtener un mejor resultado del que (ya) le auguraban los sondeos.
El optimismo y la imagen de un partido en auge, coloca a Ciudadanos y a su líder, Albert Rivera, en una mejor posición en la carrera del 20-D. Todo lo contrario de lo que le ocurre al PP y a Podemos que después de las elecciones catalanas, en las que obtuvieron unos resultados peores de lo esperado, han visto debilitada su imagen. Ahora bien, en un contexto marcado por la volatilidad y en el que el pulso electoral parece ajustado, el factor clave es si en estos dos meses de recta final para las elecciones, Ciudadanos logrará afianzar o, incluso, mejorar la buena posición que tiene ahora o si, por el contrario, se desinflará.
Para intentar determinar las opciones que tiene Ciudadanos, podemos analizar cuál es la base de sus apoyos y los factores que podrían condicionar su evolución de aquí al 20-D y, por ende, determinar cómo llegará este partido a las urnas.
Una de las cuestiones que cabe plantearse es si los votantes que Ciudadanos ha atraído en las elecciones catalanas (más allá de la particularidad del contexto político en el que éstas se han celebrado), tienen el mismo perfil que en el conjunto de España. No disponemos aún de una encuesta postelectoral que nos permita “radiografiar” a los electores que reconocieron haber votado a la candidatura encabezada por Inés Arrimadas el pasado 27 de septiembre. Pero, con los datos del CIS, podemos ver qué votantes declaraban su intención de apoyar a Ciudadanos antes de las elecciones catalanas y compararlos con los que, en julio, tenían intención de votar a esta formación en unas elecciones generales (ver cuadro 1). De esta comparación se desprende que, tanto en Cataluña como en el conjunto de España, Ciudadanos se nutre de ex votantes del PP y de UPyD (aunque en términos absolutos estos son evidentemente una proporción mucho más pequeña del censo, en especial en el caso catalán, donde UPyD nunca obtuvo resultados relevantes).
Asimismo, a la luz de estos datos, también se aprecia que, en las elecciones catalanas, la atracción ejercida por Ciudadanos entre los votantes socialistas era significativamente mayor que en el conjunto de España. Por otro lado, se observa que en comparación con los votantes de otros partidos, Ciudadanos no resulta tan exitoso entre los llamados electores huérfanos (una etiqueta que engloba a los votantes que optan por el voto en blanco, nulo o la abstención). Entre esos electores, Podemos, ha tenido hasta ahora, y como explicamos en el libro Aragón es nuestro Ohio. Así votan los españoles, un mayor poder de atracción. Y no parece que, a pesar de que pueda haber algunas diferencias en el perfil de los votantes que se decantan por Ciudadanos en unos y otros territorios, esta tendencia se haya visto alterada tras los comicios catalanes. Así, por ejemplo, mientras casi un 12% de los que optaron por el voto en blanco en las elecciones generales de 2011, tenían la intención de votar a Catalunya Sí que es Pot (candidatura en la que concurría Podemos), ese porcentaje se reducía al 1,8% en el caso de Ciudadanos.
En todo caso, el principal objetivo de Ciudadanos es “pescar” votos en el electorado de centro como un partido político que hace gala de ser “reformista y de situarse en el centro político”. Como se puede ver en el cuadro 2, esta formación ha tenido, de momento, más éxito en seducir a los votantes de centro-derecha (que representan un 8,9% del electorado), que a los de centro-izquierda (21,9% del electorado). Por ello, cabe esperar que, de aquí al 20-D, Ciudadanos trate de ampliar su caladero de votos hacia el centro izquierda.
Pero para que, desde su estrategia política, este partido pueda resultar realmente competitivo necesita ser percibido como un partido más centrado y menos de centro-derecha. Antes del verano, Ciudadanos había perdido centralidad a ojos de la opinión pública, ya que a la hora de ubicarlo en la escala ideológica, los ciudadanos (y, además, con independencia de si eran de izquierda o de derecha) desplazaban a esta formación un poco más a la derecha, que en meses anteriores (ver gráfico 3).
El empuje que ha logrado Ciudadanos le sitúa en una buena posición para tratar de aumentar sus apoyos. Todo dependerá de la habilidad que tenga esta formación para resultar creíble como un partido de centro y que propugna otra forma de hacer política. El PP ya dio muestras de una gran miopía al congratularse de la competencia que le surgía al PSOE con Podemos, mientras Ciudadanos crecía al calor del discurso del malestar de Podemos y poco a poco se afianzaba como un serio adversario del PP. Podemos, por su parte, también pudo minusvalorar la competencia que, como fuerza emergente, suponía Ciudadanos para ellos. Y el PSOE puede equivocarse ahora al pensar que esta formación será un competidor sólo para el PP y no tendrá capacidad de atracción en el electorado socialista.
En los últimos años hemos visto cómo la competición entre los partidos políticos se ha hecho mucho más compleja. De cualquier forma, la carrera electoral sigue aún abierta por lo ajustado del pulso político y las fluctuaciones de las fuerzas emergentes. Y, como sabemos, lo importante no es cómo ésta empieza, sino cómo acaba, ya que hay quienes, yendo en una mejor posición a lo largo de todo el trayecto, pueden acabar siendo adelantados por un rival que no esperaban.