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No a la guerra

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Será que un servidor también dispone de demasiado tiempo libre. O que carece de responsabilidades relevantes. Pero desde mi ociosa opinión, sí merece la pena prestar atención a las declaraciones de Pablo Iglesias sobre la crisis de Ucrania. Incluso si se tiene una agenda muy apretada. A mi entender, la reflexión de Iglesias aborda algunos elementos clave que pueden condicionar el grado de apoyo de los españoles de izquierdas a una participación de España en este conflicto. Déjenme que me explique.  

Sabemos que la izquierda suele por lo general simpatizar poco con todo lo relacionado con conflictos armados e intervenciones militares. Las actitudes acerca de defensa nacional están muy relacionadas con la ideología. Sin embargo, haríamos mal en concluir que el “no a la guerra” es la respuesta de la izquierda a cualquier conflicto armado. Sus actitudes acerca de esta temática se caracterizan, en realidad, por altas dosis de ambivalencia. En efecto, la posición que acaba tomando el electorado progresista ante un conflicto armado es más compleja o menos predecible que en el caso de los votantes conservadores, pues estos últimos suelen ser más proclives a aceptar intervenciones militares sin entrar en tantas contradicciones.  

El primer elemento relevante para analizar el grado de apoyo de la izquierda ante una intervención militar es determinar qué actores están implicados. En este caso, el hecho de que las operaciones se coordinen bajo el marco de la OTAN es un factor que puede generar divisiones importantes entre el electorado de izquierdas. El último barómetro del CIS sobre “Defensa nacional y fuerzas armadas” (de 2017, pues lamentablemente a partir de 2019 el CIS dejó de interesarse por estas cuestiones), nos muestran que la izquierda está particularmente dividida en sus actitudes acerca de la OTAN (vean el gráfico 1). Entre la derecha el porcentaje que consideran positiva la pertenencia a la OTAN asciende a valores cercanos al 70% y apenas existen españoles conservadores que la valoren negativamente. Esta organización genera, pues, un gran consenso entre los españoles de centro-derecha o derecha. Entre la izquierda la situación es muy distinta. Si bien entre el centro-izquierda (espacio hegemónico del PSOE) existen más valoraciones positivas que negativas, entre los españoles más de izquierdas (muchos de los cuales son votantes de UP), predominan las valoraciones negativas. Así pues, la OTAN es un tema que genera una amplio acuerdo entre la derecha, pero divide de forma importante al espacio de la izquierda.

 

La OTAN sigue generando hostilidad en la mayoría de los españoles progresistas, incluso más que una década atrás. Es por eso que Iglesias acierta en su advertencia a la ministra de defensa, Margarita Robles, de que muchos españoles (al menos una buena porción de la izquierda) no creen que la OTAN sea una organización de promoción de la paz y la democracia. De ser así , no hay duda que la cosecharía mayores apoyos y más transversales, desde la izquierda a la derecha.  

Pablo Iglesias no sólo arremetía contra la OTAN, sino que también advertía que las guerras siempre respondían a “intereses de Estados y de empresas vinculadas a esos Estados” y que “la gente sabe que eso de las guerras humanitarias es una tomadura de pelo”. Las motivaciones que hay detrás de un conflicto internacional es un elemento central a la hora de comprender hasta qué punto la izquierda está en condiciones de apoyar una guerra. En los barómetros del CIS sobre “defensa nacional y fuerzas armadas” se pregunta por qué tipo de misiones se justificaría una intervención militar. El gráfico 2 recoge los resultados de esta pregunta y muestra un patrón interesante: la izquierda justifica más las misiones de paz (alrededor del 40% creen que es una causa para intervenir) que los conflictos en defensa de los intereses económicos de la nación. Sin embargo, lo opuesto ocurre entre los votantes de la derecha: los intereses materiales gozan de más respaldo que las acciones de pacificación o humanitarias. En general, las encuestas nos indican dos elementos: (1) que la derecha es en general más proclive a aceptar intervenciones militares (sea por el motivo que sea) que la izquierda. Y (2) que el uso de la fuerza con fines materiales-económicos es algo que genera particular rechazo entre los votantes de izquierdas. Los barómetros del CIS me sugieren que a los votantes progresistas, tanto del espacio electoral del PSOE como también de Unidas Podemos, se les puede convencer de una intervención militar si esta se le pone un marco de tipo humanitario o de pacificación de una zona. Pero difícilmente apoyará una guerra si se justifica en términos económicos o de intereses estratégicos o geopolíticos.

 

En definitiva, el ciudadano progresista tiene una relación más ambivalente acerca de las intervenciones militares. El “No a la Guerra” no es un eslogan incondicional para la izquierda, sino una pancarta que se decide sacar a la calle en función de qué tipo de conflicto se trata. La izquierda es mucho más proclive a aceptar intervenciones militares si tras ellas se considera que hay motivaciones “ideológicas” (fomento de la democracia, de pacificación de un territorio, ayuda humanitaria) que motivaciones materiales o económicas. Es por este motivo que las declaraciones de Pablo Iglesias son interesantes, pues en ellas se recogen los elementos que pueden activar las contradicciones que existen en la izquierda en esta cuestión. Las divisiones en la izquierda pueden emerger con fuerza si la postura de Pablo Iglesias penetra entre el electorado progresista. El apoyo a la participación activa de España en Ucrania entre la izquierda puede deteriorarse si se acepta el discurso de Iglesias de que estamos ante un conflicto entre la OTAN y Rusia que responde esencialmente intereses materiales (y no de pacificación o ideológicos). Tanto los actores (OTAN) como las motivaciones (económicas) representan factores de rechazo para la izquierda.

Puede que Pablo Iglesias disponga de demasiado tiempo libre, no seré yo quien audite su agenda. Pero su intervención sobre la crisis en Ucrania toca las dos teclas clave que pueden activar las ambivalencias latentes que hay en la izquierda en torno a una intervención militar. Haría bien la ministra Robles (y el PSOE en general) en no infravalorar sus potenciales consecuencias.

Será que un servidor también dispone de demasiado tiempo libre. O que carece de responsabilidades relevantes. Pero desde mi ociosa opinión, sí merece la pena prestar atención a las declaraciones de Pablo Iglesias sobre la crisis de Ucrania. Incluso si se tiene una agenda muy apretada. A mi entender, la reflexión de Iglesias aborda algunos elementos clave que pueden condicionar el grado de apoyo de los españoles de izquierdas a una participación de España en este conflicto. Déjenme que me explique.  

Sabemos que la izquierda suele por lo general simpatizar poco con todo lo relacionado con conflictos armados e intervenciones militares. Las actitudes acerca de defensa nacional están muy relacionadas con la ideología. Sin embargo, haríamos mal en concluir que el “no a la guerra” es la respuesta de la izquierda a cualquier conflicto armado. Sus actitudes acerca de esta temática se caracterizan, en realidad, por altas dosis de ambivalencia. En efecto, la posición que acaba tomando el electorado progresista ante un conflicto armado es más compleja o menos predecible que en el caso de los votantes conservadores, pues estos últimos suelen ser más proclives a aceptar intervenciones militares sin entrar en tantas contradicciones.