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Nuevos partidos, vieja participación y helados

De Podemos y Ciudadanos se ha hablado mucho y se ha dicho casi de todo. Pero en la mayor parte de los análisis -desde los más sofisticados a los más pedestres- se ha pasado por alto un elemento fundamental: la participación. ¿Cómo han afectado los nuevos actores a la participación?

Esta pregunta es importante por varias razones. En primer lugar, por lo que estos nuevos partidos dicen aportar. Aunque ideológicamente Podemos se parece a Ciudadanos lo mismo que un huevo a una castaña, su discurso sobre la regeneración democrática y el empoderamiento ciudadano tiene puntos en común evidentes.

Estos partidos se toman la participación ciudadana muy en serio. En Ciudadanos, su eurodiputado Javier Nart ha dicho que “ante el ambiente de hartazgo y degeneración en que las instituciones han sido capturadas por los partidos políticos, la movilización y nuestra participación en las urnas es la única forma de cambiar el sistema” (las cursivas son mías).

Pero si en Ciudadanos la participación es un factor importante, para Podemos es un elemento aún más relevante. Las muestras son muchas: desde las asambleas, pasando a la reciente elección de sus candidatos para las elecciones autonómicas hasta las declaraciones de sus dirigentes.

Por ejemplo, hace unos meses Pablo Iglesias dijo querer “adaptar nuestras estructuras a la mayor participación posible”. Es más, creo que se puede afirmar sin problema que, para Podemos, la participación es una pieza clave y angular de su proyecto político. Como muestra, en Podemos tienen un equipo de participación “para extender y profundizar en todo el ámbito de la participación” porque, como dicen, “uno de los elementos diferenciales de la nueva política es el protagonismo ciudadano”. Por último, Podemos se autoproclama como el partido de la gente –sin ánimo de polemizar pero: como si a los demás partidos no los votara gente.

La segunda razón por la que nos por la que estos partidos afectan a la participación es porque su presencia obviamente afecta a la oferta electoral. Si bien los símiles de partidos políticos con productos o empresas tienen limitaciones evidentes –por mucho que los gurús del marketing y la comunicación electoral se empeñen en decir lo contrario-, la siguiente analogía sirve para transmitir el mensaje: cuando un nuevo partido decide presentarse, es como un nuevo producto (pongamos un helado) en el supermercado.

Los ingresos y beneficios de este nuevo producto pueden venir por dos caminos. El primero es que los consumidores tradicionales deciden –porque están cansados de los mismos sabores de siempre (ya saben, vainilla y chocolate); porque el sabor ya no les excita como solía (buff, otra vez vainilla); porque la última vez que lo tomaron se les atraganto y les sentó mal (tal vez por empacho) o porque quieren probar cosas nuevas (quien no probaría un refrescante helado de limón o mandarina cuando solo has tomado de vainilla o chocolate…)- darle una oportunidad y se lo llevan del mostrador.

Pero hay gente a la que no le gusta el helado. Esto es porque de verdad repelen el mismo concepto de helado o porque los sabores que hay no les convencen. Por eso, cuando hay un par de nuevos sabores, se puede abrir una segunda vía de ingresos y beneficios. Gente que antes no tomaba helado, ahora decide hacerlo o, por lo menos, probarlo. Así, cuando hay nuevos sabores en la tienda, deberíamos observar que además de los que deciden probar otros sabores, se incorporan nuevos clientes que nunca lo probaron o que dejaron de probarlo hace unos años.

En pocas palabras, los nuevos partidos pueden conseguir beneficios que provienen tanto de antiguos consumidores de helados de vainilla o chocolate, como de los nuevos consumidores que se ven atraídos por los nuevos sabores. Gracias a los nuevos sabores, personas que antes no probaban el helado, ahora se deciden a darles una oportunidad. Si después de probarlo no les satisface, dejaran de consumir helados y seguirán diciendo que “todos los helados son iguales”.

La gente que repele el helado (esto es, que rechazan el concepto de democracia, siguiendo con el símil) en España es, afortunadamente poca, como indican todas las encuestas. Por tanto, es razonable pensar que una de las principales razones entre los que no han votado hasta la fecha viene por parte de los sabores de helados disponibles. En este sentido, Podemos y Ciudadanos, cubrirían una parte de la demanda que otros partidos (sabores) no atraían.

Es obvio que los nuevos partidos consiguen muchos votos antiguos votantes de otros partidos. La pregunta, por tanto, a responder es cuantos nuevos votantes traen Podemos y Ciudadanos. Cualquier respuesta que podamos dar en este momento es parcial, puesto que hasta la fecha los nuevos sabores tan solo se han vendido en tiendas importantes o, si se quiere, más de barrio: elecciones europeas y autonómicas. En otras palabras, no es lo mismo comparar elecciones europeas o autonómicas con generales. En las primeras, la participación el año pasado no llego al 44%. Podemos y Ciudadanos consiguieron 5 y 2 escaños, respectivamente. En 2009, la participación fue de casi un 45% y Ciudadanos no obtuvo representación.

Tal vez las autonómicas sean un mejor punto de referencia. Si miramos los datos para Cataluña, no parece que Ciudadanos haya atraído a nuevos votantes. Ciudadanos se presentó en 2006 (ya entonces con Rivera a la cabeza) y obtuvo 3 escaños. La participación bajó en casi 6 puntos comparado con 2003. En 2010, Ciudadanos obtuvo otros 3 escaños y la participación fue del 58%, casi dos puntos más que en las anteriores. En dichas elecciones entró en el parlamento el ‘partido’ de Joan Laporta (ex presidente del FC Barcelona) y consiguió 4 escaños. En 2013 la participación aumenta de nuevo hasta el 67%. El ‘partido’ de Laporta desaparece pero las Candidaturas d’Unitat Popular consiguen tres escaños.

En las pasadas elecciones andaluzas, tanto Podemos como Ciudadanos obtuvieron buenos resultados. Pero si comparamos la participación en dichas elecciones con otras autonómicas que se celebraron sin coincidir con unas generales (en cinco ocasiones desde 1982), los datos no permiten ser concluyentes. Por un lado, hay un aumento de algo más de 3 puntos de participación comparando con 2012, pero la participación fue mayor en 1994 o en 1982, por ejemplo.

Nadie conoce el futuro, pero no parece descabellado esperar una participación en las generales que supere el 71% de 2011. Pero para averiguar si los nuevos partidos traen a ciudadanos que antes no votaban a las urnas (algo que desde mi perspectiva es deseable) el punto de referencia debería ser el 75% de 2008 o 2004.

De Podemos y Ciudadanos se ha hablado mucho y se ha dicho casi de todo. Pero en la mayor parte de los análisis -desde los más sofisticados a los más pedestres- se ha pasado por alto un elemento fundamental: la participación. ¿Cómo han afectado los nuevos actores a la participación?

Esta pregunta es importante por varias razones. En primer lugar, por lo que estos nuevos partidos dicen aportar. Aunque ideológicamente Podemos se parece a Ciudadanos lo mismo que un huevo a una castaña, su discurso sobre la regeneración democrática y el empoderamiento ciudadano tiene puntos en común evidentes.