Hace menos de dos semanas tuvo lugar la primera ronda de las elecciones presidenciales francesas en las que el actual presidente, el centrista Emmanuel Macron y la candidata de extrema derecha Marine Le Pen obtuvieron el pase a la segunda ronda, que se celebrará el próximo domingo 24 de abril. Estos resultados abocan a una segunda ronda marcada por una creciente polarización y muestran la debilidad de los partidos tradicionales franceses
Este escenario sugiere preguntas relevantes: ¿Cuál es el efecto de la polarización sobre la estabilidad del sistema? ¿Cómo afecta la polarización al comportamiento de los votantes? ¿Qué efectos tiene para los partidos de gobierno enfrentarse a rivales ideológicamente extremos? En este post intento responder a estas preguntas y extraer algunas conclusiones que pueden ser relevantes para el análisis de las elecciones francesas.
En primer lugar, aunque Francia ha ocupado titulares en las últimas semanas, la creciente polarización y el éxito electoral de fuerzas de extrema derecha no son fenómenos nuevos ni exclusivamente franceses. Democracias de todo el mundo se han visto sometidas a tensiones como hacía décadas que no ocurría, incluyendo los niveles crecientes de polarización política que, según la mayoría de analistas, amenazan su normal funcionamiento.
Aunque algunos autores sostienen que la polarización puede ser buena en algunos sentidos (ayuda a clarificar las posiciones de los partidos y favorece el nivel de interés y participación ciudadana) lo cierto es que la polarización ha causado estragos en la calidad del debate público y ha mermado la capacidad de los partidos políticos para llegar a acuerdos en numerosos países. En algunos casos, la creciente polarización también ha traído consigo un aumento de la desconfianza política y la insatisfacción con el funcionamiento de la democracia. En otros casos, sin duda los más preocupantes, la polarización ha abierto la puerta a gobiernos con tentaciones autocráticas y ha favorecido serios retrocesos democráticos (véase Hungría, Polonia o Estados Unidos bajo la administración del presidente Trump).
Ante tal situación, sería razonable esperar una contundente respuesta por parte de los ciudadanos contra los líderes que polarizan la política y una reagrupación en torno de aquellos que no lo hacen. Pero, ¿es este realmente el caso? ¿Cómo reaccionan los votantes a la polarización política? Responder estas preguntas no es tarea fácil, principalmente por dos motivos. En primer lugar, una simple comparación entre los resultados electorales de los candidatos que se enfrentan a opciones muy extremas con los de candidatos que se enfrentan a alternativas más moderadas no es suficiente, puesto que es muy probable que estos contextos sean diferentes en muchas otras cosas. Por ejemplo, el grado de crispación social o el interés que despiertan las elecciones probablemente serán mayores en los contextos más polarizados. Entonces, ¿cómo distinguir el efecto de la polarización entre candidatos de los otros factores? En segundo lugar, en el análisis de la polarización y el comportamiento electoral a menudo cuesta saber cuál es la causa y cuál es el efecto. En algunas ocasiones los partidos políticos realzan artificialmente sus diferencias para distinguirse y atraer votos, aumentando así los niveles de polarización. En tal caso, la polarización se convierte en la consecuencia de la convocatoria electoral y no en una de las causas que explican los resultados electorales.
Por esto, un estudio reciente (link), analizo el efecto de la polarización entre candidatos en los resultados del candidato que ya gobierna adoptando una estrategia de investigación que me permite minimizar los problemas mencionados anteriormente. Utilizando datos de las elecciones de las elecciones legislativas y departamentales en Francia entre 1978 y 2021, muestro que la polarización puede en realidad favorecer la estabilidad de los sistemas políticos al movilizar a los ciudadanos alrededor de los candidatos que gobiernan en ese momento, mejorando sus resultados electorales y facilitando de manera muy acusada su reelección.
El gráfico 1 presenta los resultados clave del estudio: el efecto de dos medidas diferentes de la polarización sobre el voto al candidato que ganó las elecciones previas y su tasa de reelección. Estos análisis utilizan la estrategia de la regresión discontinua, que parte de la idea que las elecciones decididas por un margen muy estrecho en realidad se parecen mucho entre ellas, lo que garantiza que sean comparables. En este caso, comparo casos en los que el candidato aspirante a la que se enfrentan los gobernantes en la segunda vuelta se decide por un margen muy estrecho. Esto es importante porque las reglas del corte en la primera vuelta a veces determinan de una forma casi aleatoria qué candidato de la oposición se enfrenta al candidato que gobierna en la segunda ronda y, por ende, el nivel de polarización entre estos dos candidatos. En los gráficos que se muestran, los valores a la derecha del 0 en el eje horizontal indican que la presencia del candidato aspirante en la segunda ronda aumenta el nivel de polarización en comparación con lo que hubiese pasado si estos candidatos no se hubiesen clasificado y los valores a la izquierda del 0 indican que la presencia de estos candidatos en la segunda ronda disminuye el nivel de polarización.
Los dos gráficos superiores muestran que cuando la presencia del aspirante aumenta la polarización en la segunda ronda, los candidatos que gobiernan reciben un mayor apoyo entre los votantes. Este efecto positivo de la polarización sobre el voto al candidato que gobierna es particularmente intenso cuando el aspirante pertenece a partidos de extrema derecha o extrema izquierda (gráfico superior derecho). Cuando este es el caso, los gobernantes reciben un porcentaje de voto (sobre el censo) 5 puntos superior en comparación con los casos en los que, por un margen muy estrecho, el aspirante que pasa a la segunda vuelta no es ni de extrema derecha ni de extrema izquierda. Cuando estos resultados se miden solo teniendo en cuenta la gente que decide votar, el efecto es incluso mayor: +11 puntos para el voto al candidato que gobierna. Además, se traduce en un incremento considerable en la probabilidad de reelección cuando la segunda vuelta está polarizada (gráficos inferiores). La tasa de reelección de los gobernantes cuando el aspirante pertenece a un partido de extrema derecha/izquierda es prácticamente del 100%. En otras palabras: cuando un partido extremo pasa a la segunda vuelta, el candidato que gobierna tiene la reelección prácticamente asegurada.
¿Qué nos dice este análisis sobre lo que podemos esperar de la segunda ronda de las elecciones presidenciales del próximo domingo? Aunque la realidad es compleja y a menudo difícil de predecir, a la luz de las tendencias históricas es razonable pensar en una posible reelección del actual presidente, Emmanuel Macron. Aunque los datos utilizados en mi estudio provienen de elecciones legislativas y departamentales el escenario de este domingo se ajusta sorprendentemente bien a los análisis realizados: el candidato gobernante (E. Macron) se clasifica para la segunda ronda y la aspirante a reemplazarle (M. Le Pen) se clasifica por un margen muy estrecho, dado que sólo obtuvo un 1% más de voto que el tercer clasificado (JL. Mélenchon).
Los dos principales motivos que podrían explicar estos resultados son los que también apunto en mi reciente trabajo. En primer lugar, para que los ciudadanos puedan cambiar su voto, los candidatos aspirantes deben ser vistos como una alternativa potencialmente aceptable. En un escenario polarizado en el que, por definición, los candidatos tienden a estar distanciados entre sí, el aumento de la distancia ideológica entre el candidato que gobierna y el aspirante aumenta el coste para muchos votantes de abandonar al gobernante y votar a la alternativa. En el caso de las presidenciales francesas, el hecho de que la alternativa sea una candidata de extrema derecha provoca que, desde un punto de vista ideológico, la mayoría de votantes estén más cerca del actual presidente que de la alternativa, lo que dificulta su voto por Le Pen. Además, los altos niveles de polarización también pueden favorecer la coordinación en torno a los gobernantes al aumentar la sensación de que los aspirantes extremos pueden aplicar políticas radicalmente diferentes, que podrían tener efectos no deseados sobre la estabilidad del sistema político, como ya ha pasado en otros países europeos. En el caso de Le Pen, sirvan como ejemplos su defensa de la preeminencia de los nacionales sobre los inmigrantes a la hora de acceder a determinados servicios y trabajos, su propuesta para erradicar las ideologías islamistas del país, así como su posición acerca de la OTAN y la UE. Precisamente, su pretendida moderación con relación al papel de la EU no deja de ser un intento para evitar este efecto.