Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.
Uno de los argumentos más repetidos en los últimos meses es que en España sobran políticos. El problema de dicha afirmación es que, como ya he contado aquí y Juan Rodríguez Teruel en Agenda Publica lo ha hecho aquí, no disponemos de datos que nos permitan realizar un estudio definitivo. En primer lugar, no hay –lo que no deja de ser sintomático de la falta de transparencia del país- un registro general en el que sepamos cuántas personas cobran a cargo del erario público. En segundo lugar, la frontera entre lo que es un político y lo que no, no es todo lo clara que cabria pensar en un primer momento. Esto segundo puede ser muy serio, y entronca con el problema de la calidad de la representación. Considérese solo el trasiego de cargos en Telefónica, por poner un ejemplo conocido (1).
Hoy me voy a centrar tan solo en el número de diputados y diputadas en el Congreso. Tenemos 350 y la Constitución nos permite variar la cifra entre 300 y 400. En cualquier caso, ¿son muchos o son pocos? Para responder a esta pregunta lo mejor es tener un punto de comparación. En esta entrada proporciono dos. En primer lugar, comparo el número de diputados que hay en nuestro país con el de otros similares en población a España: desde Sudáfrica con 54 millones a Marruecos con algo más de 33. Nuestro país cuenta con aproximadamente 46,5 millones de habitantes. Los datos de población son de la Wikipedia; los de los parlamentos de la Unión Inter-Parlamentaria.
Como se ve, Colombia tiene un representante por casi cada 300.000 habitantes, pero es la excepción en este grupo de países. Después seguirían Corea del Sur (1 cada 168.000) y Argentina (1 cada 166.000). En España tendríamos un diputado cada 132.000, mientras que en Canadá salen a 115.000 y en Polonia corresponden un diputado cada 83000 habitantes. Si comparamos, España está en la parte baja del número de parlamentarios por habitante. Obviamente esta comparación es muy gruesa. Se incluyen muchos países con dudosos registros en lo que a prácticas democráticas se refiere, por ejemplo. Pero tiene la ventaja de darnos una comparativa global del número de diputados por habitantes.
Entre los diez países más poblados del mundo, la relación -si bien no es perfecta-parece indicar que cuanto mayor es la población, a más ciudadanos representa el miembro del parlamento. Así, aproximadamente en Japón la relación es de uno cada 265.000; en Rusia, uno cada 325.000; en Brasil, uno cada 396.000; en Indonesia, uno cada 450.000; en China es uno cada 446.000;en Nigeria, uno cada 496.000; en Bangladesh, uno cada 523.000; en Pakistán, uno cada 550.000; en Estados Unidos la relación es de uno cada 733.000 habitantes o la India, 1 cada 2.2 millones de habitantes.
Debido a las limitaciones del grafico anterior, y para dar mayor perspectiva global, en el gráfico de apertura del artículo comparo el número de diputados para todos los países de la UE. Igual que antes, consideramos los países como circunscripciones únicas, lo que no recoge la disparidad interna: mientras que en España –utilizando los datos de la magnífica web del Ministerio del Interior- cada diputado representa a 177.000 ciudadanos en Barcelona o a 179.000 en Madrid, en Soria la relación es de un representante cada 48.000 o en Palencia uno cada 57.000.
El grafico de apertura es revelador. España es, después de Austria, el segundo país donde corresponden a menos diputados per cápita de toda la UE. En tercer lugar viene Alemania y, en cuarto lugar, Países Bajos. Una posible crítica de este enfoque es que no incluye el Senado, pero en aras de la comparabilidad –hay varios países que no tienen Senado, como Holanda- he decidido incluir tan solo las cámaras bajas.
La pregunta inicial del artículo es si en España hay muchos o pocos diputados. Los datos no indican que, precisamente, haya demasiados, aunque cada uno sacará sus propias conclusiones. Seguramente coincidirán conmigo en que otra cosa es la calidad de muchos de nuestros representantes (ejemplo Andrea Fabra quien según Wikipedia y también Vanity Fair fue gerente de relaciones institucionales de -¡qué casualidad!- Telefónica). Ahí debemos dirigir la atención. Pero eso puede ser asunto de otra entrada.
(1) Primero miremos la dirección de políticos a empresarios: Aznar nombra a su amigo Juan Villalonga y después su puesto lo toma Cesar Alierta a quien también Aznar había nombrado presidente de Tabacalera. (Nota: cabria calcular cuántos altos ejecutivos de las grandes empresas españolas NO tienen vínculos partidistas, en la medida en que los partidos políticos no se han inmiscuido en sus nombramientos; cabe preguntarse si durante estos años tanto Villalonga como Alierta sólo se han debido a la cuenta de resultados). Segundo, dirección de empresarios a políticos: tanto los exministros Ángel Acebes como Eduardo Zaplana (quien se tenía que hacer rico porque estaba arruinado) trabajaron para Telefónica tras su paso por el Consejo de Ministros.
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