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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Populistas psicópatas

La personalidad de los políticos es un asunto que atrae gran atención. El supuesto es que la personalidad de los candidatos afecta tanto a las decisiones toman (por ejemplo, mientras que probablemente José Bono no hubiera impulsado el matrimonio gay, Zapatero sí lo hizo); la forma en la que se toman (comparen la ‘seguridad’ de Aznar con la ‘tranquilidad’ de Rajoy); e incluso a sus probabilidades de éxito electoral. Por ejemplo, gran parte del éxito electoral de Trump se puede deber a lo que transmite su personalidad. Dicho de otro modo, probablemente, el éxito electoral del presidente estadounidense se deba parcialmente a su forma de ‘hacer’ y ‘decir’ las cosas, lo que en otros lares esto se conoce como comportamiento “sin complejos”.

Si es cierto que vivimos en un periodo en el que las lealtades partidistas son menores -y muchas encuestas lo indican-, y el peso de la ideología y las políticas concretas es menor que en el pasado, los ciudadanos pueden ver la personalidad de los candidatos como una herramienta que les ayude a decidir su voto. Tal vez si el candidato A les cae mal no le voten y lo hagan por B (incluso aunque sintonizaran mejor con las políticas del primero). Tal vez de ahí la importancia de la pregunta sobre con qué candidato se tomaría usted una cerveza o similar.

De Trump y de su personalidad se han dicho muchas cosas. Hay, por lo menos, dos rasgos que no se esperan de un presidente de los Estados Unidos: una altísima extroversión y cierta antipatía. Pero, ¿es Trump un caso aislado? Al fin y al cabo, la gran mayoría de las opiniones que se vierten en prensa respecto a la personalidad del sujeto suelen ignorar que hay muchos candidatos populistas que se describen de forma sistemática en términos similares. Por ejemplo, ¿alguien puede discutir que algunas declaraciones del nuevo presidente brasileño Bolsonaro o del filipino Duterte no denotan características de dichos individuos y, al mismo tiempo, van en la línea que marca Trump?

En relación con todo ello, un reciente trabajo publicado por Alessandro NaiJürgen Maier y yo mismo (se puede acceder aquí, en abierto), abordada dos preguntas muy concretas: 1) ¿se perciben rasgos de personalidad distintos entre candidatos populistas y no populistas?; 2) ¿tiene Trump rasgos que le diferencien de otros populistas ? Resumiendo mucho: sí a la primera pregunta y sí a la segunda. Quede claro, obviamente, que hablamos de cómo se percibe la personalidad y no de los perfiles psicológicos reales ni, mucho menos, clínicos.

Exista una cierta tradición en ciencias sociales de estudiar los rasgos de personalidad a través de dos bloques de características: los ‘cinco grandes’ y la ‘triada oscura’.

Los ‘cinco grandes’ responden a las siguientes dimensiones de forma muy general. En primer lugar, extraversión: aquellos que suelen mostrar una tendencia a disfrutar una vida social activa y suelen describirse o considerarse como sociables, activos, enérgicos y asertivos. La extraversión es un factor muy vinculado al carisma que a la vez lleva al éxito electoral. En segundo lugar, está la amabilidad. Aquellos individuos que puntúan alto en esta dimensión suelen describirse como simpáticos. (Nota: de ahí lo extraño de Trump: es extrovertido pero no simpático). Tercero, la responsabilidad. Aquellos que son responsables suelen planear y organizar muchos de los aspectos de la vida (tanto individual como colectiva) y se les percibe, entre otras cosas, como orientados a los resultados. Cuarto, una estabilidad emocional baja, que se asocia a individuos con sentimientos negativos como la ansiedad, tristeza, tensión, etc. Por último, los que califican alto en apertura o en predisposición a vivir nuevas experiencias, se asocia con mayor creatividad, curiosidad e imaginación en contraposición con los que puntúan bajo..

La ‘triada oscura’, por su parte, se centra en otras tres características menos amables: narcisismo, psicopatía y maquiavelismo. Los narcisistas se caracterizarían, entre otras cosas, por un exceso de seguridad en sí mismos, ser hipercompetitivos, un comportamiento temerario y proclive al riesgo. Suelen percibirse como agresivos, resueltos y, en muchas ocasiones, maleducados. Aquellos que califican alto en psicopatía suelen ser impulsivos y proclives al antagonismo en sus relaciones. En términos de candidatos, serían los que adoptan estilos de confrontación y/o agresivos. Por último, el maquiavélico suele priorizar el comportamiento estratégico utilizando estratagemas y mentiras para incrementar sus beneficios. También se les asocia con el cinismo.

No existen encuestas que permitan comparar los rasgos de personalidad percibida de los candidatos a través de encuestas representativas de ciudadanos. Tampoco existen datos en la que los propios candidatos se autoevalúen en estas dimensiones. Así que, siguiendo la estela de otros, hemos preguntado a expertos -entendido como alguien con conocimiento especializado en elecciones, comunicación política, comportamiento electoral o disciplinas relacionadas. El contacto con los expertos se realiza una semana después de los comicios. En nuestro estudio, los expertos entrevistados se inclinan hacia la izquierda (4.32 sobre 10); el 74% trabajan en el país sobre el que evalúan la elección, hay un 33% de mujeres y se declaran muy familiarizados con la elección que valoran (7.95 sobre 10). Nuestros análisis ya descuentan estos sesgos con el fin de corregir sus percepciones y hacerlas más fiables. En total, nuestro trabajo analiza el perfil de 104 candidatos -21 de ellos considerados populistas- en 47 elecciones de todo el mundo para el periodo de junio 2016 a octubre de 2017.

La definición de populismo que seguimos la proporciona Cas Mudde (uno de los mayores expertos en el asunto). Así, el populismo es una ideología que promueve el anti-elitismo, en la que se enfrenta el común de los ciudadanos frente a unas elites, que normalmente son corruptas. Hay otras definiciones que incluyen la exclusión de un grupo particular de individuos (eg. extranjeros, gitanos, etc). Pero el mínimo común denominador para calificar a un partido (y, por tanto, a un candidato) como populista es un rechazo a la elite y el foco en la gente.

Al comparar los rasgos de personalidad entre los candidatos populistas y los no populistas, se ve que los primeros siempre puntúan más alto en las dimensiones de la ‘triada oscura’ y, concreto, en lo que a psicopatía se refiere. En cambio, respecto a las ‘cinco grandes’ los candidatos no populistas obtienen puntuaciones más altas en todas las dimensiones excepto en extraversión. El caso de Trump es excepcional en varias dimensiones: de los más de 100 candidatos evaluados (populistas y no populistas), es el que obtiene puntuaciones más bajas en las dimensiones de amabilidad, responsabilidad y estabilidad emocional (componentes de los cinco grandes). Y es el candidato con mayor puntuación en narcisismo y maquiavelismo (‘triada oscura’). Incluso entre los populistas, Trump es un caso extremo.

Por último, en el trabajo observamos que aquellos candidatos que se asocian con resultados más altos en las dimensiones socialmente deseables de los ‘cinco grandes’, suelen estar asociados con campañas positivas tanto en tono como en emotividad. Al contrario, aquellos candidatos que obtienen resultados altos en la ‘triada oscura’ suelen conducir campañas más negativas y basadas en el miedo. En las próximas elecciones, fijémonos en lo que se dice en las campañas. Tal vez, nos digan algo de la personalidad de nuestros posibles representantes.

La personalidad de los políticos es un asunto que atrae gran atención. El supuesto es que la personalidad de los candidatos afecta tanto a las decisiones toman (por ejemplo, mientras que probablemente José Bono no hubiera impulsado el matrimonio gay, Zapatero sí lo hizo); la forma en la que se toman (comparen la ‘seguridad’ de Aznar con la ‘tranquilidad’ de Rajoy); e incluso a sus probabilidades de éxito electoral. Por ejemplo, gran parte del éxito electoral de Trump se puede deber a lo que transmite su personalidad. Dicho de otro modo, probablemente, el éxito electoral del presidente estadounidense se deba parcialmente a su forma de ‘hacer’ y ‘decir’ las cosas, lo que en otros lares esto se conoce como comportamiento “sin complejos”.

Si es cierto que vivimos en un periodo en el que las lealtades partidistas son menores -y muchas encuestas lo indican-, y el peso de la ideología y las políticas concretas es menor que en el pasado, los ciudadanos pueden ver la personalidad de los candidatos como una herramienta que les ayude a decidir su voto. Tal vez si el candidato A les cae mal no le voten y lo hagan por B (incluso aunque sintonizaran mejor con las políticas del primero). Tal vez de ahí la importancia de la pregunta sobre con qué candidato se tomaría usted una cerveza o similar.