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La preocupación por el cambio climático… ¿Es cosa de urbanitas?

2 de mayo de 2024 06:01 h

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Existe un discurso social ampliamente difundido que sostiene que el cambio climático es una cosa que preocupa fundamentalmente a gente de ciudad, y especialmente a las personas de cierto nivel cultural de esas urbes. Según este argumento, serían los “progresistas de ciudad” los que tendrían una mayor sensibilidad a los llamados a tomar acción frente al cambio climático. Este discurso tiene una visión en general negativa de la población urbana sensible al calentamiento global. En su estructura discursiva contiene elementos populistas, pues plantea una dicotomía entre una élite urbana y un pueblo rural. Esa élite urbana, dice el argumento, es frívola y está alejada de la realidad, pues se trata de personas que tienen menos contacto directo con la naturaleza y con las supuestas consecuencias del cambio climático.

Hay algunas indicaciones que, efectivamente, sugieren que la sensibilidad por el cambio climático tal vez sea mayor entre las personas que viven en ciudades. Las prácticas de “consumo responsable” que evitan productos cárnicos, o el uso de envases de plástico -entre otras-, tienden a tener más visibilidad en las ciudades. Asimismo, los partidos ecologistas europeos suelen recibir una mayor tasa de apoyo electoral en distritos urbanos que en distritos rurales. Las protestas que reclaman medidas ambiciosas contra las emisiones de carbono -como Extinction Rebellion o Fridays for Future- suelen celebrarse en ciudades. Una de las líderes del segundo movimiento, Greta Thurnberg, nació en una ciudad -Estocolmo- y es hija de padres con profesiones claramente urbanas, como cantante de ópera y actor. Por último, las iniciativas que promueven limitar el uso del coche y el avión y favorecer otras modalidades como trenes, autobuses, o la bicicleta aparecen con mayor frecuencia en ciudades que en pueblos.

No obstante, se puede también plantear un argumento contrario al anterior. Podría ser que las personas que viven en zonas rurales sean las más receptivas a los mensajes que alertan del cambio climático. No en vano las consecuencias del calentamiento global son especialmente manifiestas en el campo, en las actividades agrícolas: olas de calor inusualmente tempranas que agostan las cosechas antes de tiempo, mayor número de eventos climáticos extremos como heladas o granizos a destiempo que arruinan los frutales, o sequías profundas como las que está padeciendo ahora el levante y el noreste de España. Esta mayor exposición a los efectos directos del cambio climático pudiera hacer que sean las personas más vinculadas al campo las que estén más alarmadas.

Para dilucidar si hay diferencias entre zonas urbanas y rurales en la percepción del cambio climático, acudo aquí a datos de opinión pública recogidos por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) desde 2022 hasta hoy. Esta institución viene incluyendo en la mayor parte de sus barómetros de opinión del periodo reciente una pregunta que reza así: “¿Diría Ud. que en estos momentos el cambio climático le preocupa mucho, bastante, poco o nada?”

Utilizando además información sobre el tamaño poblacional del municipio de cada persona entrevistada, he calculado la proporción de personas que declaran “mucha” y “poca” preocupación en cada uno de los barómetros, distinguiendo además entre personas entrevistadas que viven en municipios grandes -de más de 50 mil habitantes- y personas en municipios pequeños -de menos de 50 mil habitantes-. De este modo se puede ver si la distribución de respuestas a la pregunta es sistemáticamente diferente entre zonas urbanas y zonas rurales.

El gráfico 1, a continuación, muestra la evolución de la proporción de personas que declaran ‘mucha preocupación’ por el cambio climático, distinguiendo entre personas en zonas urbanas y rurales. La evolución temporal cubre el periodo entre noviembre de 2022 y abril de 2024. Como se puede observar, no hay diferencia reseñable en cómo ha evolucionado la preocupación por el cambio climático entre aquellos que viven en ciudades -línea azul claro- y aquellos que viven en localidades pequeñas -línea azul oscuro-. Ambas curvas parecen evolucionar solapadas durante todo el periodo[1], oscilando entre un 30% y un 43% de personas con mucha preocupación en ambos entornos.

Fuente: Barómetros del CIS. Estudios: 3384, 3388, 3390, 3395, 3398, 3420, 3423, 3427, 3431, 3435, 3441,3445 y 3450. El gráfico es de elaboración propia.

El siguiente gráfico, gráfico 2, muestra datos del mismo periodo, pero en este caso referidos a la proporción de personas con ‘poca preocupación’ por el calentamiento global. Aquí también la línea azul oscura indica la opinión de quienes residen en localidades pequeñas y la azul clara de quienes residen en ciudades. Nuevamente vemos que la trayectoria de ambas series de opinión corre bastante en paralelo. No aparece evidencia de una mayor preocupación en las ciudades. Más bien al contrario: las personas que viven en ciudades tienden a decir con mayor probabilidad que estás poco preocupadas. Así, mientras la proporción de personas poco preocupadas en las ciudades oscila entre un 12% y un 19%, en las localidades menos pobladas el rango se mueve entre un 11% y un 16%.

Fuente: Barómetros del CIS. Estudios: 3384, 3388, 3390, 3395, 3398, 3420, 3423, 3427, 3431, 3435, 3441,3445 y 3450. El gráfico es de elaboración propia.

Un elemento clave a tener en cuenta en estos datos de opinión es que no parece haber un efecto de las protestas del sector primario de los meses pasados con motivo -entre otros- de las regulaciones que el Green New Deal europeo pretendía establecer con el objeto de favorecer la biodiversidad y reducir las emisiones de carbono. Es cierto que puede haber habido un pequeño descenso en la proporción de personas ‘muy preocupadas’ desde enero -aproximadamente cuando iniciaron las protestas- hasta hoy, pero ese pequeño descenso no parece distinto entre ciudades y zonas rurales.

Hasta ahora hemos podido ver la evolución de la opinión pública sin distinguir entre hombres y mujeres. Si bien la tendencia agregada es similar entre ciudades y pequeñas localidades, podrían emerger diferencias una vez distinguimos en función del sexo de la persona entrevistada. El gráfico 3 plantea ese ejercicio exploratorio. La parte izquierda del gráfico muestra la proporción de hombres que declaran mucha preocupación, distinguiendo si residen en municipios de menos de 50 mil habitantes o de más. La parte derecha del gráfico hace lo propio, pero para las mujeres entrevistadas.

Fuente: Barómetros del CIS. Estudios: 3384, 3388, 3390, 3395, 3398, 3420, 3423, 3427, 3431, 3435, 3441,3445 y 3450. El gráfico es de elaboración propia.

El gráfico muestra que las mujeres tienden a estar más preocupadas por el calentamiento global que los hombres. Esto aparece así en todos los momentos temporales para los que hay datos. La proporción de mujeres muy preocupadas oscila entre un 33% y un 49%. Entre los hombres el rango va del 26% al 41%. Aun así, de nuevo encontramos que no hay diferencias sustanciales en función del municipio de residencia. Ni los hombres ni las mujeres de las ciudades muestran un preocupación sistemáticamente mayor que sus homólogos en localidades más pequeñas.

En conclusión, podemos observar cómo no hay ningún indicador que sugiera que en la población urbana haya una mayor preocupación por el cambio climático. Los niveles generales de preocupación son altos, pero no son menores entre las personas que viven en localidades pequeñas. Más bien al revés: La proporción de personas poco preocupadas es algo mayor en las ciudades. Asimismo, no se observa un efecto discernible de las protestas del campo contra la política agrícola europea. Finalmente, tampoco encontramos diferencias en función del tamaño poblacional una vez distinguimos las respuestas dadas por hombres y por mujeres, aunque éstas parecen más preocupadas que los hombres en ambos entornos.

La preocupación por el cambio climático no es, pues, exclusiva de los urbanitas. Ahora bien, puede que dicha preocupación -o la ausencia de ella- se manifieste de manera muy diferente. Si en las ciudades la preocupación se puede expresar por medio de protestas contra la inacción gubernamental en esta materia, o en cambios en los patrones de consumo y movilidad, en las localidades pequeñas se puede manifestar como demandas activas para que los gobiernos protejan al sector primario de los riesgos que comporta el cambio climático.

[1] La ausencia de diferencias significativas entre campo y ciudad se refleja también si tomamos como punto de corte otro nivel de población: 10 mil habitantes en lugar de 50 mil.

Existe un discurso social ampliamente difundido que sostiene que el cambio climático es una cosa que preocupa fundamentalmente a gente de ciudad, y especialmente a las personas de cierto nivel cultural de esas urbes. Según este argumento, serían los “progresistas de ciudad” los que tendrían una mayor sensibilidad a los llamados a tomar acción frente al cambio climático. Este discurso tiene una visión en general negativa de la población urbana sensible al calentamiento global. En su estructura discursiva contiene elementos populistas, pues plantea una dicotomía entre una élite urbana y un pueblo rural. Esa élite urbana, dice el argumento, es frívola y está alejada de la realidad, pues se trata de personas que tienen menos contacto directo con la naturaleza y con las supuestas consecuencias del cambio climático.

Hay algunas indicaciones que, efectivamente, sugieren que la sensibilidad por el cambio climático tal vez sea mayor entre las personas que viven en ciudades. Las prácticas de “consumo responsable” que evitan productos cárnicos, o el uso de envases de plástico -entre otras-, tienden a tener más visibilidad en las ciudades. Asimismo, los partidos ecologistas europeos suelen recibir una mayor tasa de apoyo electoral en distritos urbanos que en distritos rurales. Las protestas que reclaman medidas ambiciosas contra las emisiones de carbono -como Extinction Rebellion o Fridays for Future- suelen celebrarse en ciudades. Una de las líderes del segundo movimiento, Greta Thurnberg, nació en una ciudad -Estocolmo- y es hija de padres con profesiones claramente urbanas, como cantante de ópera y actor. Por último, las iniciativas que promueven limitar el uso del coche y el avión y favorecer otras modalidades como trenes, autobuses, o la bicicleta aparecen con mayor frecuencia en ciudades que en pueblos.