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¿Son los profesores los garantes del mérito escolar? Un experimento en veinte facultades de educación

6 de noviembre de 2024 20:13 h

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Los profesores son los principales guardianes del mérito escolar, por lo que sus evaluaciones son esenciales para garantizar la igualdad de oportunidades. Si los profesores se guían solamente por las competencias curriculares y el esfuerzo de sus estudiantes, o si consideran además otros factores, como sus características sociodemográficas, es una cuestión crucial para identificar potenciales sesgos y discriminación en el sistema educativo.

Debido a la deseabilidad social, detectar estos sesgos a partir de los datos de encuestas tradicionales no es posible; se precisan diseños experimentales, escasos hasta el momento en los análisis sobre el ámbito educativo español. Normalmente, para estudiar los sesgos evaluadores se compara a estudiantes con similar rendimiento en pruebas estandarizadas (por ejemplo, PISA) para dilucidar si, a igualdad de competencias, cuentan con diferente nota o probabilidad de repetir curso según su sexo, origen migrante o el nivel socioeconómico de la familia.

Esta entrada recoge los resultados de un experimento diseñado por nosotros mismos y que hemos publicado recientemente en Sociological Science. El experimento está planteado específicamente para identificar causalmente si, más allá del mérito académico, las características adscritas del alumnado (sexo, origen migrante, clase social) entran en la ecuación de los profesores al asignar las notas y predecir las futuras trayectorias escolares de sus estudiantes.

Para diseñar el experimento seleccionamos una muestra representativa de 20 facultades de educación en todas las CCAA (no bilingües) españolas, tanto públicas como privadas, y distribuimos entre sus matriculados un cuestionario online. Nos centramos en estudiantes de magisterio en lugar de maestros en activo porque nos interesaba evaluar si, ya incluso antes de entrar en el sistema educativo como profesionales, los jóvenes reproducen los estereotipos grupales (pre)existentes en la sociedad y la propia escuela. Si así fuera (spoiler: lo es), las intervenciones y (re)diseños curriculares sobre los procesos cognitivos e institucionales que generan la discriminación podrían ser particularmente efectivos durante el periodo de formación docente.

En el cuestionario online distribuido a los futuros enseñantes se presentaba una ficha (Figura 1) con los datos personales y académicos de un/a estudiante ficticio/a de 6º de primaria y, a continuación, se les pedía puntuar una redacción, escrita por él/ella, y evaluar su futura trayectoria escolar. En la ficha, basada en expedientes reales, se proporcionaba información censal neutra, común a todos los perfiles (centro, domicilio familiar, nacionalidad, fecha de nacimiento) e información variable (apartados en color azul de la ficha en la Figura 1) sobre las características sociodemográficas del alumno: sexo, origen migrante (padres españoles o marroquíes) y la profesión del padre, camuflada en los datos de contacto, como marcador de estatus socioeconómico. Así, teníamos fichas para Daniel García González, Lucía García González, Youssef Salhi, Salma Salhi y los correos electrónicos de contacto de sus padres eran, en los dos primeros casos David.Garcia@Pintores-Express.es o David.Garcia@Notarios-Garcia.es y, en los dos segundos, Mohamed.Salhi@Pintores.Express.es o Mohamed.Salhi@Notarios-Salhi.es. En la ficha también se aportaba información sobre el rendimiento escolar previo, el comportamiento en clase y el cumplimiento de las tareas y deberes del estudiante. Estos factores comportamentales son cruciales, ya que los profesores, explícitamente o no, también los tienen en cuenta en sus evaluaciones.

A continuación, se les presentaba a los encuestados una redacción breve que describía un paisaje y el paso de las estaciones. Esta redacción tenía dos versiones según su calidad objetiva basada en rúbricas oficiales de la asignatura de lengua para 6º de primaria (ortografía, vocabulario, sintaxis) y validada mediante un estudio piloto con 250 maestros andaluces: una versión buena (7 sobre 10) y otra versión de peor calidad (un 5 sobre 10). Además, manipulábamos otros dos factores --independientemente de la calidad de la redacción. Por una parte, incorporábamos una frase como señal para recordar inadvertidamente el estatus socioeconómico del padre (notario o pintor en el sector de la construcción) y, por otra, deslizábamos información sobre el capital cultural de la familia haciendo referencia a dos actividades de ocio directamente en el texto: ver el programa de televisión “La isla de las tentaciones” o los cuadros impresionistas de Monet en un museo. En la Figura 2 se presentan la versión buena y mala de la redacción y, en colores, las varias manipulaciones experimentales que se hicieron.

Se les pedía a los encuestados, entonces, evaluar la calidad de la redacción y, además, valorar cómo de probable es (a) que ese estudiante repita 6º de primaria y (b) que llegue al bachillerato. Dado que se ha asignado de forma totalmente aleatoria la redacción buena o mala, además del comportamiento y rendimiento previo de la ficha, a los diferentes perfiles sociodemográficos de estudiantes, podemos identificar causalmente el peso que los profesores atribuyen a la capacidad académica objetiva o demostrada (es decir, la calidad de la redacción, el rendimiento previo y el esfuerzo) en comparación con los factores adscritos, es decir, aquellos factores sociodemográficos sobre los cuales el alumno no tiene ningún control (el sexo biológico, la procedencia de sus padres o los recursos socioeconómicos y el capital cultural de su hogar).

Podemos destacar varios resultados principales del experimento, que ilustramos en la Figura 3. Primero las buenas noticias: la capacidad (sobre todo la calidad objetiva de la redacción y el comportamiento) es lo que más pesa en la nota que se obtiene en la tarea y también en las predicciones que los encuestados hacen sobre el éxito escolar futuro del alumno. Después las malas: en todos los casos se cuelan factores adscritos que, en principio, a igualdad de mérito académico, no deberían afectar a las notas ni a las expectativas sobre el futuro éxito escolar. Las chicas reciben notas algo mayores y se les atribuye más éxito futuro de lo que los factores relacionados con el mérito predecirían (hay varias explicaciones coherentes con esto, que se explican en el artículo). Algo similar sucede con el estatus socioeconómico: los hijos de notarios reciben mejores augurios sobre su futuro escolar que los hijos de pintores a igualdad de capacidad y esfuerzo. Además, escribir en una redacción que se ve “La isla de las tentaciones” en lugar de los cuadros de Monet en un museo hace que la nota sea más baja, aunque ambas redacciones sean igual de buenas en lo que respecta a los criterios lingüísticos objetivos evaluables. El caso de los niños de origen marroquí es algo menos intuitivo. Reciben más nota de la que merecen en la redacción. Esta forma de discriminiación positiva puede ser debida a que los profesores tratan de compensar la dificultad añadida que implica una tarea relacionada con competencias lingüísticas en alumnos que normalmente no hablan este idioma en casa. No obstante, después se les atribuye menor probabilidad que a un estudiante de origen familiar español de acceder al bachillerato, algo que coincide más con la tozuda realidad empírica.

En el artículo científico discutimos profusamente las diversas explicaciones teóricas que pueden estar detrás de estos resultados (la discriminación estadística, los sesgos implícitos, los estereotipos de grupo); remitimos a los lectores interesados a él. Nos gustaría centrarnos aquí en la conclusión sustantiva. De manera consciente o no, los profesores toman por mérito algunas características que en realidad no están relacionadas con él, como el sexo, la clase social o el país de procedencia de la familia de los estudiantes. Cuando hablamos de las desigualdades educativas y de los factores que explican la reproducción intergeneracional de ventajas y desventajas educativas normalmente nos fijamos en el papel de las familias y de los estudiantes. No obstante, los profesores son los principales jueces del mérito educativo y condicionan de manera directa quién avanza y quién no en la carrera escolar. Explícitamente o no, envían continuas señales a los propios estudiantes y a sus familias que influyen en las decisiones que se toman, en ocasiones en forma de profecías autocumplidas. En el estudio mostramos, con la evidencia más apropiada hasta el momento, que los profesores desempeñan de hecho un papel fundamental como garantes de la igualdad de oportunidades. Aunque no es evidente qué tipo de medidas podrían tomarse para reforzar esta función, establecer empíricamente la existencia de estos sesgos es un primer paso en esta dirección. 

Los profesores son los principales guardianes del mérito escolar, por lo que sus evaluaciones son esenciales para garantizar la igualdad de oportunidades. Si los profesores se guían solamente por las competencias curriculares y el esfuerzo de sus estudiantes, o si consideran además otros factores, como sus características sociodemográficas, es una cuestión crucial para identificar potenciales sesgos y discriminación en el sistema educativo.

Debido a la deseabilidad social, detectar estos sesgos a partir de los datos de encuestas tradicionales no es posible; se precisan diseños experimentales, escasos hasta el momento en los análisis sobre el ámbito educativo español. Normalmente, para estudiar los sesgos evaluadores se compara a estudiantes con similar rendimiento en pruebas estandarizadas (por ejemplo, PISA) para dilucidar si, a igualdad de competencias, cuentan con diferente nota o probabilidad de repetir curso según su sexo, origen migrante o el nivel socioeconómico de la familia.