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El progresivo distanciamiento entre PSOE y Ciudadanos

Los principales titulares del barómetro del CIS de Julio dado a conocer ayer son bien conocidos. El PSOE logra ponerse en primer lugar en la estimación de voto gracias sobre todo a la movilización de su electorado, que permanecía apático e indeciso desde la investidura de Rajoy (la intención de voto entre sus votantes de 2016 sube nada menos que quince puntos respecto de Abril), a un importante aumento de las transferencias desde Podemos y, sobre todo, las confluencias, y a que ha sido capaz de darle la vuelta al fenómeno de la (leve) fuga de votos hacia Ciudadanos durante la crisis catalana: el porcentaje de votantes de Ciudadanos que expresan una voluntad de votar al PSOE es ahora el doble del porcentaje de votantes del PSOE que dicen que optarán por Ciudadanos. Es un barómetro cuya recogida de datos se hizo en un momento especialmente favorable para el partido de Sánchez, lo que explica que la “cocina” del CIS haya tenido que corregir a la baja los extraordinarios resultados obtenidos por el PSOE en los datos brutos.

Querría sin embargo escribir de un proceso más de medio plazo (sería pretencioso llamarlo de largo), que creo particularmente relevante que para entender las dinámicas de competición política de la actualidad: la progresiva derechización demoscópica de Ciudadanos y su distanciamiento respecto del PSOE desde su plan frustrado de investidura de Pedro Sánchez en 2016. Visto con un poco de perspectiva, esta es una de las principales transformaciones sostenidas en el tiempo desde la aparición del nuevo sistema de partidos. Es supongo muy pronto para dar explicaciones definitivas de este proceso, pero mi hipótesis preferida es que los anclajes ideológicos clásicos (que son “atajos” que ayudan a los individuos a formarse opinión sobre las políticas públicas, actitudes, y prioridades) están más vivos de lo que muchos pensaban, y a los nuevos partidos les resulta difícil obviarlos, aunque sin duda les gustaría. Dicho de otra forma, es complicado sostener en el tiempo bajo un mismo paraguas partidista a votantes de tradiciones ideológicas diferentes.

De acuerdo a esta explicación, a Ciudadanos le estaría ocurriendo algo parecido a lo que le sucedió a Podemos en 2015. Ambos partidos entraron en la competición electoral renegando de las etiquetas izquierda y derecha, en buena medida porque eso limitaba sus opciones de crecimiento en determinados electorados que ellos consideraban susceptibles de atraer a su causa. Durante un tiempo esa estrategia puede funcionar, pero la acción de sus rivales, que obligaron (a Podemos primero, a Ciudadanos después) a posicionarse en cuestiones que hacen difícil acomodar a gente con ideologías diferentes, hace que al final todos acaben con una etiquetas ideológica determinada. Con estas etiquetas, los partidos alienan a parte de tus potenciales votantes, pero hay que recordar que sin ellas sus simpatizantes están perdidos, pues necesitan disponer de unas “guías” que les hagan tener una idea sobre qué es y a qué aspira su partido ante el surgimiento de nuevos temas en la agenda. Vivir sin una marca ideológica es costoso, y quizá imposible.

Así, Ciudadanos, que emergió en los barómetros del CIS como una fuerza percibida como centrista, ha ido progresivamente escorándose hacia el centro-derecha a los ojos de los españoles. Por primera vez en toda la serie, en el barómetro de Julio los encuestados lo han situado por encima del 7 en la escala ideológica (que va de 1 a 10). Esta posición no es solo fruto de las calificaciones extremas que le otorgan sus competidores más alejados: El electorado del PSOE cree que Ciudadanos está en el 7,05, el del PP, en el 6,08 (lo ven más a la derecha que los propios votantes de Ciudadanos), y el del Ciudadanos, en el 6,05.

Posición media de los cuatro principales partidos según los encuestados, 2015-2018. Fuente: Barómetros trimestrales del CIS.

No es solo la percepción de la ideología de Ciudadanos lo que ha cambiado. En este barómetro se detecta un importante cambio en la composición de los encuestados que muestran intención de votar a este partido, en la dirección esperada con esta percepción. Mientras que la intención de voto para el partido de Rivera resiste o incluso aumenta entre los votantes que se colocan a la derecha del 5 de la escala ideológica, entre los votantes centristas y de centro izquierda, la intención de voto a Ciudadanos se desploma.

Intención de voto más simpatía a Ciudadanos para los encuestados que se ubican en cada punto de la escala ideológica, Abril y Julio de 2018.

Es muy probable que esta derechización de la percepción de Ciudadanos y de su electorado no haya sido deliberadamente buscada o deseada por sus líderes. Una posible explicación es que el éxito que el partido tuvo el pasado otoño atrayendo a votantes de centro-derecha como consecuencia de la crisis catalana condicionó la ideología del partido, y su papel durante la moción de censura reflejó seguramente algo de ese proceso. Los votantes de Ciudadanos más a la derecha quizá se sintieron cómodos con esa postura, pero eso ha dañado la capacidad del partido para sumar a electores hacia su izquierda. En definitiva, la ideología importa: es difícil complacer simultáneamente a votantes de izquierda y de derecha.

Es muy ilustrativo comparar las percepciones de los partidos de los diferentes electorados en la primera encuesta tras el pacto de investidura entre Sánchez y Rivera en Abril de 2016 con esta última de Julio de 2018. En ambas encuestas, el CIS preguntó a los encuestados cuál es la probabilidad de que vote a cada partido, en una escala de que va de 0 (“con toda seguridad, no lo votaría nunca”) a 10 (“con toda seguridad, lo votaría siempre”). La tabla a continuación muestra los porcentajes de votantes de cada partido que consideran que con toda seguridad no votaría nunca a otro. Es pues, un indicador de cuánto de grande es la distancia entre los partidos.

Porcentaje de votantes de cada partido que nunca votarían a otro. La primera cifra de cada celda corresponde al dato de Abril de 2016, la segundo al de Julio de 2018.

Entre 2016 y 2018 las columnas de PP, PSOE y Podemos experimentan pocos cambios. Los votantes de los demás partidos ven hoy a estos partidos tan alejados de ellos como hace dos años (a la vista de los resultados anteriores, si en vez de los votantes de esos partidos tuviéramos los que anuncian hoy su intención de votarlos, la fila de Ciudadanos experimentaría cambios, pues sabemos que son más de derechas que sus antiguos votantes). Los cambios mayores se aprecian en la última columna, la de Ciudadanos. Los votantes del PP no ven a Ciudadanos tan alejado como antes (solo uno de cada cuatro votantes populares declara hoy que nunca votaría los votaría), pero los votantes de Podemos y, más importante, del PSOE, lo ven hoy mucho más distante que hace dos años. Hay más votantes socialistas que declaran que nunca votarían a Ciudadanos que a Podemos, al contrario de lo que ocurría en 2016. Otro dato: la valoración de Pablo Iglesias entre los socialistas, aun siendo mala, es hoy más alta que la de Albert Rivera.

No tenemos muchos indicios de que este distanciamiento demoscópico entre PSOE y Ciudadanos vaya a cambiar, al menos en el corto plazo. Primero, porque la dinámica gobierno y oposición es previsible que polarice aún más las posiciones de los dos partidos y sus simpatizantes. Y segundo, porque los intentos del nuevo liderazgo del PP por recuperar a los votantes que se han ido acercando a Ciudadanos obligará al partido naranja a adoptar posiciones que resulten alejadas de los votantes de centro-izquierda. De nuevo, la ideología importa.

Los principales titulares del barómetro del CIS de Julio dado a conocer ayer son bien conocidos. El PSOE logra ponerse en primer lugar en la estimación de voto gracias sobre todo a la movilización de su electorado, que permanecía apático e indeciso desde la investidura de Rajoy (la intención de voto entre sus votantes de 2016 sube nada menos que quince puntos respecto de Abril), a un importante aumento de las transferencias desde Podemos y, sobre todo, las confluencias, y a que ha sido capaz de darle la vuelta al fenómeno de la (leve) fuga de votos hacia Ciudadanos durante la crisis catalana: el porcentaje de votantes de Ciudadanos que expresan una voluntad de votar al PSOE es ahora el doble del porcentaje de votantes del PSOE que dicen que optarán por Ciudadanos. Es un barómetro cuya recogida de datos se hizo en un momento especialmente favorable para el partido de Sánchez, lo que explica que la “cocina” del CIS haya tenido que corregir a la baja los extraordinarios resultados obtenidos por el PSOE en los datos brutos.

Querría sin embargo escribir de un proceso más de medio plazo (sería pretencioso llamarlo de largo), que creo particularmente relevante que para entender las dinámicas de competición política de la actualidad: la progresiva derechización demoscópica de Ciudadanos y su distanciamiento respecto del PSOE desde su plan frustrado de investidura de Pedro Sánchez en 2016. Visto con un poco de perspectiva, esta es una de las principales transformaciones sostenidas en el tiempo desde la aparición del nuevo sistema de partidos. Es supongo muy pronto para dar explicaciones definitivas de este proceso, pero mi hipótesis preferida es que los anclajes ideológicos clásicos (que son “atajos” que ayudan a los individuos a formarse opinión sobre las políticas públicas, actitudes, y prioridades) están más vivos de lo que muchos pensaban, y a los nuevos partidos les resulta difícil obviarlos, aunque sin duda les gustaría. Dicho de otra forma, es complicado sostener en el tiempo bajo un mismo paraguas partidista a votantes de tradiciones ideológicas diferentes.