La comunidad de Madrid se encamina a un sistema de seis partidos. Para ser una Comunidad Autónoma donde no hay particularidades nacionales, ni culturales, ni lingüísticas no está mal. (Aunque la cuestión identitaria tiene su papel, y no por el madrileñismo, sino porque en Madrid el nacionalismo desmoñado, en este caso el centralista, también divide). La oportunidad la brinda el sistema electoral con distrito único (129 escaños), atemperado por un umbral de entrada del 5%, pasado el cual los partidos obtienen representación más o menos proporcional a sus votos.
Como caber, los partidos caben. En el supuesto extraterrestre de que todos tuvieran idéntico número de votos cabrían hasta 20; en condiciones realistas deben de caber como diez (son viables los partidos que tengan una expectativa racional de superar el 5% -teniendo en cuenta un margen de incertidumbre- y cuando esto pueda ser creído por los votantes, que también descuentan el margen de error). Lo que pasa es que diferenciar diez partidos solo con el eje izquierda-derecha tiene su miga. Quiero decir, de toda la vida, en la extrema izquierda encuentran trivial el juego de buscar las diferencias, y en pocos centímetros de la escala algunos pueden detectar divergencias que parecen ser casi de vida o muerte. Pero luego entre la gente (incluso entre “la gente”) todo eso no se entiende. Cosas del sistema.
Lluis Orriols escribió el miércoles un artículo aquí en la que constataba el dato sorprendente de que a los votantes y simpatizantes de la izquierda en la Comunidad de Madrid no parecía haberles desconcertado, molestado o desmoralizado la separación entre Más Madrid y Unidas Podemos. Si esto se confirma con los votos, tendremos un indicio curioso. Como pensamiento íntimo de muchos militantes, “mejor sin ellos” se predica siempre con naturalidad de bastantes compañeros; pero como motor de acción en los electores es otra cosa. Si lo ponemos en perspectiva, dado que las fusiones y coaliciones no parece que logren nunca sumar votos (1), sino que en general los pierden, encontrar un caso de división que resulte en suma plantea alguna pregunta interesante sobre el potencial de fragmentación y recombinación de los ciudadanos, y sobre el tipo de sistema de partidos al que podemos encaminarnos.
Para completar la reflexión de Lluis Orriols me gustaría notar sobre todo cómo afecta esto al PSOE. Como es lógico, lo que unos ganan lo pierden otros, pues el juego de fisiones y fusiones es de suma constante. Cada evento produce una onda en su entorno próximo con efectos que se van apagando a medida que se alejan. Lo de Más Madrid redistribuye el voto de la izquierda, restando del PSOE, a juzgar por las encuestas, incluso más que de Podemos.
Gráfico 1. Voto más simpatía en la Comunidad de Madrid según proyección del CIS para las elecciones autonómicas de mayo.
Gráfico 2. Voto más simpatía en la Comunidad de Madrid según proyección del CIS para las elecciones generales de abril.
Los gráficos 1 y 2 comparan la proyección del “voto más simpatía” de la encuesta del CIS para las elecciones generales de abril en la Comunidad de Madrid con esa misma proyección para las elecciones al parlamento regional de la Comunidad el próximo domingo. En ambos casos se representan las frecuencias sobre el total del electorado y se hace de forma apilada sobre el eje izquierda- derecha. Las formas de la distribución cambian porque el número de identificados con las distintas posiciones del eje izquierda-derecha no es el mismo en las dos encuestas. En ambos casos, en el centro (el cinco) hay algunos ciudadanos políticamente más bien indiferenciados, que tienen menos claro que otros tanto su opción de voto como la mera intención de ir a votar.
A simple vista se ve en el gráfico 1 que la división de cada grupo de votantes de la izquierda parece ahora mayor que la de la derecha. La vieja tendencia, pero todo más roto. En las posiciones de la derecha hay dos contendientes principales que se turnan y el resto es casi marginal: el 6 y el 7 son PP y C’s, el 9 y el 10 son PP y Vox. En el 8 el PP es hegemónico, pero sí que tiene dos rivales. En las posiciones de la izquierda hay tres contendientes serios al menos en las posiciones 1-3, y hasta en la posición 4 Unidas Podemos sigue obteniendo algunos nada despreciables votos (tantos como Vox en los que se supone que son sus caladeros), donde hay muchos votantes.
Comparando los gráficos 1 y 2 se observa que la lista encabezada por Errejón no restará solo a Unidas Podemos sino tanto o más al PSOE, y que el PSOE no parece compensarlo. De otro modo, que si Más Madrid y Podemos por separado suman más que Podemos solo, eso es porque, lógicamente, resta del PSOE.
Para precisar un poco, según el CIS Más Madrid podría ser votado por aproximadamente el 9%, solo contando a los votantes que se sitúan en la izquierda o en el centro (del uno al cinco de la escala), y teniendo en cuenta que muchos aún estarían por definirse. De esos, algo más de la mitad suponen un descenso para el PSOE en ese espacio (unos cinco puntos), mientras que algo menos de la mitad (unos cuatro puntos) representan una pérdida para Unidas Podemos. El PSOE no logra compensarlo con ganancias con respecto a los partidos hacia su derecha, pues gana algo en el ámbito del centro-izquierda pero lo pierde entre otros votantes. Según las encuestas del CIS, el indicador de voto más simpatía para estas elecciones en el PSOE en la Comunidad de Madrid desciende algo más de cinco puntos, los que le gana Más Madrid en la izquierda y el centro. El total de los tres partidos entre la izquierda y el centro se mantiene constante.
Gráfico 3
El gráfico 3 amplifica el lado izquierdo y lo pasa a frecuencias relativas a cada segmento de la escala de ideología para visualizar mejor cómo la candidatura de Errejón corta de ambos bloques de votantes, llevándose algo más del PSOE (téngase en cuenta que el cinco es la posición más poblada).
Creo que podemos descartar que en el crecimiento de Más Madrid se pueda explicar por un éxito de movilización de nuevos votantes. Los datos del CIS no pueden ofrecernos información sobre trasvases entre abril y la intención de voto el próximo domingo, solo los posibles trasvases con respecto a hace cuatro años, pero en estos no hay rastro o señal de alguna ventaja relativa del nuevo partido. (El CIS hizo su macroencuesta para el 26 de mayo antes de que se produjese la votación de las elecciones generales: el campo terminó el 23 de abril. Quieran los cielos que alguien esté gastando dinero público -que estaría muy bien empleado- en hacer una encuesta panel que cubra todo este ciclo electoral).
No es un crecimiento ayudado por abstencionistas de 2015 que vayan a participar ahora. Según la encuesta, Más Madrid es una opción poco atractiva en el grupo de votantes que reconocen haberse abstenido entonces y que tienen inclinación hacia alguno de los partidos. Es algo mejor que Podemos, pero la diferencia es pequeña y ninguno de los dos les tienta mucho. (Podemos es el partido menos atractivo de los seis para este grupo). Según el CIS, de los abstencionistas de hace cuatro años que ahora tal vez voten el 11,8 lo haría por Más Madrid y el 8,7% por Podemos; en ambos casos muy por detrás del PSOE, que atraería al 34,6% de estos votantes, o incluso de Ciudadanos (16,9%). Con razón en el PSOE no paran de recordar que hay que ir a votar.
Tampoco es un crecimiento ayudado por la llegada de jóvenes primerizos. En este caso tanto Podemos (18%) como el PSOE (22%) tienen más tirón entre los nuevos del censo que Más Madrid (13%). Ciudadanos (22,9%) es, por poco, la opción que más se lleva.
Si sumar no suma y dividir no resta, un distrito como la Comunidad de Madrid, donde el sistema electoral deja bastante libertad, podría ser un laboratorio del potencial de cambio del sistema de partidos. Los incentivos para contener la fragmentación provienen de la integración de los distintos niveles de gobierno, como es lógico. Pero hace tiempo que está en el aire la pregunta de por qué no una fuerza “verde”, que en Alemania ahora mismo está segunda en las encuestas. Es bastante improbable que haya una reforma electoral en la legislatura, pero está claro que, si se moviese el dique de la ley electoral para el Congreso, la ruptura podría ser considerable. De momento, Más Madrid ha elegido el verde agua para su imagen.
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(1). Los intentos de coalición electoral nunca han sumado votos: ni Unidos Podemos en 2015, ni la Entesa Catalana de Progrés para el Senado en el año 2000, ni la alianza en esa misma cámara y año entre el PSOE e IU, ni Coalición Popular en las elecciones generales de 1986, ni Izquierda Unida, que ese mismo año solo era una coalición de partidos, ni el PSOE y el PSP en 1979… lograron una suma mayor que las partes. Otra cosa es que sirvieran en su momento para frenar un probable retroceso -hay una selección de los casos por esa circunstancia- o que lograran un objetivo concreto, como la Entesa, que ganó los tres senadores de mayoría en los cuatro distritos catalanes, aunque perdiendo algunos votos, que pare eso le sobraban. Los casos de escisiones están aún más sometidos a una selección adversa: normalmente se producen porque hay problemas, y solo los sujetos más problemáticos de un partido se suelen marchar, a menudo marcados por algún estigma de radicalismo o de oportunismo; es decir, el tipo de persona que luego tiene más dificultad para gustar a los votantes.
(2) La fórmula D’Hondt ayuda un poco a embridar el número, pero poco, pues aunque promete que nadie ganará escaños por el solo hecho de dividirse, ni los perderá por unirse (y es la única que lo promete), en un distrito único estamos hablando de la posibilidad de un escaño más a medias.