Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
Sobre este blog

Pikara Magazine es una revista digital que practica un periodismo con enfoque feminista, crítico, transgresor y disfrutón. Abrimos este espacio en eldiario.es para invitar a sus lectoras y lectores a debatir sobre los temas que nos interesan, nos conciernen, nos inquietan.

Andalucía, Colombia, el 19-J y la esperanza

Encuestas

1

El 19 de junio estamos convocadas a votar en Andalucía. No confío mucho en las encuestas, así que prefiero sondear a mi alrededor, y lo que escucho oscila entre quienes creen que dará igual quien gane, porque los chiringuitos siguen siendo los mismos con Susana que con Juanma, y quienes están francamente cabreados con una izquierda que aparece debilitada y dividida. En mi círculo cercano hay poca gente de Vox, un sesgo que tal vez no me deja entender si la ultraderecha consigue activar el entusiasmo por la política institucional, partidista o el adjetivo que queramos ponerle para no terminar confundiendo el aparato gubernamental y el sistema electoral con la política en un sentido amplio: a saber, el modo en que organizamos la vida en sociedad.

Durante muchos años elegí no votar, desde la convicción de que la abstención es una alternativa cuando lo que falla no son tanto las opciones partidarias que entran en liza como el sistema democrático en sí mismo. La emergencia ilusionante –al menos para algunos– de Podemos no me arrancó esa convicción; pero sí lo hizo el ascenso de Vox, su discurso radicalmente xenófobo y misógino, la sensación de déjà vu de un tiempo pasado que fue peor, el horizonte posible de una involución que divide y enfrenta a quienes, desde abajo, deberíamos estar pensando en cómo aliarnos para hacer frente a los enormes desafíos que enfrentamos. Y cómo no recordar en este punto las lúcidas palabras de Bertolt Brecht: “¿De qué sirve decir la verdad sobre el fascismo que se condena si no se dice nada contra el capitalismo que lo origina?”.

Ahora, de regreso en mi tierra después de muchos años, veo de cerca esos retos: la creciente desigualdad social, el pertinaz desempleo, la acelerada privatización de la sanidad, el desbocado aumento del precio de la vivienda o las costuras que muestra una economía basada en el sacrificio de amplias zonas entregadas a la turistificación y el agronegocio, sin una mínima planificación, realista y a largo plazo, de las necesidades y los recursos locales. Baste pensar en el precio inflado de los alquileres en Cádiz, o en el humedal de Doñana secándose mientras quienes nos gobiernan pretenden amnistiar los regadíos ilegales de ciertos empresarios freseros. Todo ello, con el inquietante sustrato de una crisis económica que ya no tiene que ver con algo tan etéreo como las finanzas, sino con la escasez de energía, materiales y alimento.

En medio de ese complejo escenario, políticos de todo el espectro hablan de resolver “los problemas reales de la gente”. Pero la izquierda no “ilusiona”, enmarañada entre sus líos internos y la presión de la prensa: los medios de derechas, que son casi todos, desinforman masivamente, mientras los medios más afines a las izquierdas parecieran estar más interesados en preguntar por la “salsa rosa” del politiquerío que en preguntar por los programas, por las propuestas, por las posibles soluciones a estos desafíos que nos desbordan. Y sí, es descorazonador que algunos líderes de nuestras fragmentadas izquierdas sigan confundiendo sus enemigos; pero ahondar en esa queja no nos sirve de nada cuando lo que está en juego es la consolidación de la deriva fascista en las instituciones y, lo que es peor, en los imaginarios.

Ya no creo en la utilidad de la abstención como forma de protesta, pero tampoco creo que sea necesario que venga un líder carismático a “ilusionarnos” y movilizar nuestro voto. No se trata –no solo– de votar por miedo a la ultraderecha; se trata de entender que la política se hace desde muchos lugares, no apenas desde las instituciones. Sí, es verdad que mejores legislaciones y políticas públicas allanan el camino de la emancipación; pero también es cierto que los marcos institucionales no servirán de nada si abandonamos el trabajo de base, el tejido asociativo, la construcción desde abajo, en la calle, articulándonos, recuperando los espacios presenciales que perdimos en pandemia, multiplicándolos, inventando nuevas formas de acción y de organización, desde un ejercicio de imaginación radical que va más allá de la resistencia, que es propositivo, que da esperanza y moviliza en ese ejercicio cotidiano de tejer y hacer. Hablo de feminismos populares, sindicalismos de base, movimientos por la agroecología o la soberanía energética, iniciativas de la economía social, movimientos antirracistas, defensores de los derechos humanos, asociaciones vecinales, colectivos que por todas partes se levantan contra las diversas formas de extractivismo que avanzan en el contexto de un capitalismo tan hegemónico como agónico, y un amplísimo etcétera. Y algo sí parece claro: un gobierno más hostil, en Andalucía o en el Estado central, estará más tentado de amordazarnos, y nos impondrá una agenda involutiva que nos dificultará avanzar.

Sí, es mejor que gane el “menos malo”. Pero no se trata solo de eso. Se trata de dejar de creer que vendrá un Pablo, una Yolanda, una Teresa que nos salvará, para después terminar una vez más decepcionadas, al borde del abismo de ese pesimismo absoluto que, como escribe Achille Mbembe recordando a Ernst Bloch, es “propio de los que creen que no vale la pena hacer nada” y que es, por tanto, motor del cinismo. A ese pesimismo nihilista no opone Bloch un optimismo naif, sino un “optimismo crítico y militante” que se alimenta de la esperanza y de la fe, que se arriesga “a lo todavía no logrado”. ¿Quién habría previsto, pocos años atrás, que la fuerza más votada en Colombia tendría en su fórmula presidencial a una mujer negra, de orígenes populares y defensora del territorio? No parece muy probable conseguir la victoria en segunda vuelta –convocada para el mismo 19 de junio que decidirá la composición del Parlamento andaluz–, pero no por eso deja de ser menos esperanzador lo que representa que Gustavo Petro y Francia Márquez logren más del 40 por ciento de los votos en primera vuelta. Y no porque deban erigirse en salvadoras del país, sino porque Colombia parecía, para mucha gente, sumida de forma irreparable en el genocidio, el miedo y el entreguismo a Washington. Nadie anticipó las protestas de 2019 ni la fulgurante campaña de Petro en un país donde durante décadas la violencia estatal y paraestatal cercenó la posibilidad de poner límites al extractivismo y la necropolítica. Más allá de lo que pase el 19-J, la victoria de Petro y Francia en la primera vuelta es un hito histórico, y se ha logrado comunicando, no lo mal que está todo por culpa de Uribe, sino que es posible “vivir sabroso”.

Escribió Bloch que hemos “nacido para la alegría”, que es hija de la esperanza. Y la esperanza, prosigue el filósofo alemán, se cultiva, se trabaja, cuando entendemos que el futuro está abierto y que formamos parte activa del devenir del mundo. Lo contrario, el “todo está perdido”, es una posición demasiado cómoda para lo que nos exigen estos tiempos, en los que el futuro es más impredecible que nunca. Salgamos a votar y sigamos haciendo política en los barrioshttps://www.pikaramagazine.com/2020/04/la-vida-del-barrio/. Cultivemos la esperanza.

Sobre este blog

Pikara Magazine es una revista digital que practica un periodismo con enfoque feminista, crítico, transgresor y disfrutón. Abrimos este espacio en eldiario.es para invitar a sus lectoras y lectores a debatir sobre los temas que nos interesan, nos conciernen, nos inquietan.

Etiquetas
stats