Pikara Magazine es una revista digital que practica un periodismo con enfoque feminista, crítico, transgresor y disfrutón. Abrimos este espacio en eldiario.es para invitar a sus lectoras y lectores a debatir sobre los temas que nos interesan, nos conciernen, nos inquietan.
Cultura youtuber: Wismichu educa a tus hijos
Soy de la generación blogger, que en paz descanse. Terminé la carrera con 22 años y abrí 'Puntos suspensivos' siguiendo el consejo de mi mejor profesora de Periodismo, Lucía Martínez Odriozola. Ese primer blog fue testigo de mi adhesión a los movimientos sociales y me permitió conocer a las que luego se convertirían en las primeras colaboradoras de Pikara Magazine. Me permitió relacionarme con gente afín, leer mucho, debatir mucho, escribir artículos de opinión sin necesitar que un medio me los publicase, descubrir que siempre hay alguien a quien le interesará lo que quieres gritar al mundo. Imagino que era una sensación similar a la de la cultura del fanzine, pero menos artesanal y más global.
La cultura de los blogs fue lanzadera para articulistas tan populares e influyentes como Barbijaputa o Mi Mesa Cojea. Luego llegaron Facebook y Twitter y la cultura bloguera dio paso a otras aún más masivas, como la de los tuitstars o los youtuber.
Con millones de suscriptores, Elrubius, Wismichu o Auron Play se han convertido en fenómenos de masas. Sus bazas son los videojuegos (graban vídeos en los que te ayudan a pasarte pantallas del Minecraft o del Call of Duty) y, sobre todo, un humor corrosivo. Sus chistes ofensivos, las ridiculizaciones de Kiko Rivera o el niño de la salchipapa, las bromas telefónicas a prostitutas, arrancan carcajadas a adolescentes e incluso a niñas y niños.
Y aquí ha saltado la alarma social: ¿qué valores transmiten estos ídolos que llenan salas de teatro con sus espectáculos de monólogos y que se lanzan a publicar libros que son éxitos de ventas? Generalizando, su humor se basa casi siempre en reírse de otra gente y sus discursos son neomachistas de manual. Si les preguntas por la igualdad de género, te dirán que están a favor, y que de hecho está cumplida, pero youtubers como Dallas Review claman contra las “feminazis” y alimentan el bulo de las denuncias falsasDallas Review. Te dirán que tienen amigos gais, pero luego dedican decenas de vídeos a reírse de “los pajilleros de Chatroulette” y a dar trucos para encontrar tetas en esa plataforma de cibersexo. ¿Que hacer bromas a prostitutas es sexista? Pues se las hacen a prostitutos. Se autoproclaman políticamente incorrectos, pero enfurecen y apelan a la igualdad cuando aparece una youtuber igual de corrosiva (‘Soy una pringada’) que expresa el “puto asco” que le dan los hombres hetero. ¿No era que todo vale?
He hablado hasta ahora de los chicos youtuber, ¿pero quiénes son las youtuber más influyentes? Por lo que he visto, las dividiría en dos grupos. Por una parte, gente como Yellow Mellow o LunaDangelis que también han superado el millón de suscripciones gracias a su afición por los videojuegos y el anime y su sentido del humor. Pero en su caso (por lo que he visto) no hacen un humor ofensivo sino que hacen el payaso riéndose de sí mismas.
Por otro lado están las youtubers que ofrecen consejos sobre moda y belleza, a menudo patrocinados por marcas. Con estéticas y actitudes pareciera que completamente alineadas con la feminidad más estereotipada, algunas nos sorprenden con giros que solo son posibles en esta sociedad neomachista. Dulceida (800.000 suscripciones y un contrato en la televisión Divinity) se ha casado recientemente… ¡con su novia Alba! La guapísima y simpatiquísima it girl ha grabado decenas de vídeos contando cómo fue empezar a salir con una chica, cómo vive su orientación sexual o por qué hay que luchar contra la homofobia. Algo que seguro que influye en muchas más adolescentes que lo que hagamos desde el lesbofeminismo.
Adultismo modo off
offAl mundo adulto le encanta llorar por la pérdida de valores y preocuparse por la calidad moral de los fenómenos mediáticos que enganchan a las nuevas generaciones. Crecí en los noventa y las familias se llevaban las manos a la cabeza con Bola de Dragón, Chicho Terremoto, Marilyn Manson, Crónicas Marcianas y finalmente Gran Hermano. Sexismo, banalización de la violencia, humor ofensivo, conductas antisociales, encefalogramas planos... A mí me encantaba todo eso y a día de hoy no diría que hayan anulado mi capacidad crítica.
Por otro lado, el mundo adulto tiende a intervenir aplicando esquemas que ya no sirven. Un ejemplo es la concepción de la intimidad. Escandalizados por que esta nueva generación disfrute hablando delante de la cámara sobre su vida cotidiana y haciéndose selfies de manera compulsiva, los mensajes adultos pretenden que una generación que ya había nacido cuando se estrenó el Gran Hermano aprenda a salvaguardar su intimidad. La propia ‘Soy una pringada’ dedica un vídeo al adultismo: esa gente que acusa a la juventud de estar pegada al móvil, olvidando lo mal que nos sentaba la matraca adulta que nos afeaba vivir enchufadas a la tele y a la gameboy.
No creo ni en la censura adultocéntrica pero tampoco me satisface el discurso de que son los nuevos iconoclastas, comparables al Almodóvar de los ochenta. Entre otras cosas porque unos jóvenes heterosexuales machos alfa no son contracultura sino hegemonía.
¿Qué propongo entonces? Coincido con La Psicowoman, una educadora sexual convertida hábilmente a youtuber, en que se trata de acompañar sin juzgar. Lo practico, no sin dificultades, con mi hermano de 13 años. Cuando me pone vídeos de su adorado Auronplay, me río (de hecho, el chaval tiene su gracia), intento pasar por alto el uso de “hijo de puta” cada dos segundos, y de vez en cuando le cuelo algún comentario crítico, cuidando muy mucho de no cuestionar a su ídolo ni que me responda que no sea plasta. Intenté ponerle vídeos de ‘Soy una pringada’ (¿no le gusta el humor bestia?) y de la propia Psicowoman, pero en seguida volvió a su Auronplay. Es con el que se identifica, y por lo pronto así ha de ser, lo contrario es pedir peras al olmo.
Mi hermano me llamó un día por teléfono para preguntarme quiénes son las feminazis. Una amiga suya estaba furiosa porque unas feministas habían reventado una firma de libros de su ídolo, Dallas Review. Sin cuestionar en absoluto las estrategias de las jóvenes feministas, a mí me preocupa que intentar combatir frontalmente a estrellas del machitroleo como éste suponga levantar un muro entre nosotras y las chicas que los adoran. Por eso prefiero ese acompañamiento crítico.
El otro camino es visibilizar la cultura youtuber feminista, LGTBI y queerqueer, que existe y goza de buena salud. Bárbara G. Vilariño ya nos recomendó a Ray NTG, Queer Avengers y Spanish Queens, gente de en torno a 20 años que explica conceptos como el poliamor, la pansexualidad o las identidades trans con lenguajes cercanos y actitudes que rompen con el imaginario heterosexista. Spanish Queens roza las 150.000 suscripciones; los dos primeros se quedan en 5.000 y 2.000, pero aportan materiales valiosísimos y un espejo para la chavalería que no se identifica con las fashion victims ni con los gallitos de corral que se ríen de gordas y de pringados.
En todo caso, se trata de interesarnos por una cultura que educa (para bien o para mal, o un poco de todo) y que también es una herramienta de expresión, de debate y de empoderamiento privilegiada, como lo fue para mí el blog. La Psicowoman, consciente de que la mayoría de jóvenes fantasea con ser vlogers, impulsa un proyecto titulado ‘Youtubers por la igualdad’ en el que les da pautas para crear sus propios canales con discursos y actitudes basados en la inteligencia emocional y los buenos tratos. Mucho más inteligente y respetuoso que el consabido: “Niño, niña, deja de ver a esos chorras”.
Soy de la generación blogger, que en paz descanse. Terminé la carrera con 22 años y abrí 'Puntos suspensivos' siguiendo el consejo de mi mejor profesora de Periodismo, Lucía Martínez Odriozola. Ese primer blog fue testigo de mi adhesión a los movimientos sociales y me permitió conocer a las que luego se convertirían en las primeras colaboradoras de Pikara Magazine. Me permitió relacionarme con gente afín, leer mucho, debatir mucho, escribir artículos de opinión sin necesitar que un medio me los publicase, descubrir que siempre hay alguien a quien le interesará lo que quieres gritar al mundo. Imagino que era una sensación similar a la de la cultura del fanzine, pero menos artesanal y más global.
La cultura de los blogs fue lanzadera para articulistas tan populares e influyentes como Barbijaputa o Mi Mesa Cojea. Luego llegaron Facebook y Twitter y la cultura bloguera dio paso a otras aún más masivas, como la de los tuitstars o los youtuber.