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¿Es aquí donde se dan los carnés de feminista?

26 de noviembre de 2020 22:28 h

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Por si no tuviésemos suficiente con el coronavirus, en los últimos meses resurgieron con fuerza –porque las modas siempre vuelven– los movimientos excluyentes hacia las personas trans y la desacreditación de hombres para defender derechos de mujeres. Y entre tanto fuego cruzado tal vez toque recordar que si queremos el progreso que supuestamente defendemos, debemos entender que la historia no va de ideas vencedoras sobre vencidas. Va, más bien, de practicar más reflexión constante y de tejer más redes y menos acoso.

¿Qué persona está legitimada para hablar de feminismo? Hace unas semanas Esty Quesada (Soy una pringada) rajaba sobre la pertinencia de que Roy Galán estuviese capacitado para defender ideas feministas y ocupar esos espacios. Simplemente por el hecho –de gran malicia implícita– de ser hombre cisgénero. Aquí se puede leer la argumentación.

Al margen de la relevancia que le queramos dar a esta figura virtual, resulta curioso apreciar los discursos de odio que se asientan entre personas supuestamente aliadas, en una batalla dialéctica en espiral por medir quién está más oprimida. Nos sorprenderemos de que nos llamen ofendiditxs. Y, al mismo tiempo, pondremos nuestra imagen en negro en Instagram, porque #BlackLivesMatter aunque sea una blanquita europea de clase media. Pero me siento capacitada para otorgar los carnés de feminista y bajarle el micro a cualquiera con argumentos reduccionistas.

Y sobre reduccionismo también tenemos la perorata de la increíblemente amplia red de movimientos transexcluyentes. Desde la Confluencia Movimiento Feminista (porque ellas personifican todo el movimiento, lo dejan claro) hasta la marketiniana –por lo tajante– plataforma Contra el borrado de las mujeres. ¿De qué va todo esto? ¿Más oprimidas que presionan a menos oprimidas? ¿Cuál es la escala de sufrimiento y el peaje que han de pasar las personas transexuales hasta el borrado del discurso de odio? No, señoras, los derechos no son una tarta de la que les quitan porciones para que no se las tomen ustedes. Los derechos, como el poliamor: cuantas más los disfrutemos, mejor.

Otro giro argumental de la opresión ha sido la Red LGB, que lanza al ciberespacio mensajes de odio como este, inimaginables por cierto si hablásemos de otros colectivos sociales minorizados (piensen ustedes el ejemplo que quieran).

¿Y si en lugar de discriminar trazamos caminos de apoyo mutuo que eviten el sufrimiento y pasar por un proceso de patologización? Recordemos que no fue hasta 2003 –anteayer– cuando la OMS borró la homosexualidad del inventario de enfermedades mentales. ¿Por qué no nos apoyamos entre colectivos minorizados en la sociedad? ¿Por qué librar luchas internas y divisiones poco armónicas que no enriquecen el debate? Temo no tener respuestas y que me acabéis quitando el carné de feminista.

Por si no tuviésemos suficiente con el coronavirus, en los últimos meses resurgieron con fuerza –porque las modas siempre vuelven– los movimientos excluyentes hacia las personas trans y la desacreditación de hombres para defender derechos de mujeres. Y entre tanto fuego cruzado tal vez toque recordar que si queremos el progreso que supuestamente defendemos, debemos entender que la historia no va de ideas vencedoras sobre vencidas. Va, más bien, de practicar más reflexión constante y de tejer más redes y menos acoso.

¿Qué persona está legitimada para hablar de feminismo? Hace unas semanas Esty Quesada (Soy una pringada) rajaba sobre la pertinencia de que Roy Galán estuviese capacitado para defender ideas feministas y ocupar esos espacios. Simplemente por el hecho –de gran malicia implícita– de ser hombre cisgénero. Aquí se puede leer la argumentación.