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Mis dudas ¿confesables? sobre la gestación subrogada

Todo lo que leo sobre gestación subrogada vuelve a partir el mundo en dos: en contra o a favor. Como si fuera tan sencillo. La gestación subrogada o por sustitución, tal y como lo nombra la Organización Mundial de la Salud, organismo que también lo considera una técnica de reproducción asistida, es juzgada como explotación por muchas compañeras y el tema nos lleva de vuelta al eterno debate, al más enconado de todos: la prostitución.

Si hablar de prostitución no es únicamente hablar de trata de mujeres, hablar de gestación subrogada no es únicamente hablar de explotación. Y decir esto no me sitúa a favor de la explotación, por si las moscas. No tengo claro si se puede estar en contra o a favor de la gestación subrogada en un sentido estricto porque no hay una única forma de gestar para otra persona ni una sola razón que te lleve a hacerlo.

Por partes: ¿qué puede mover a una mujer a gestar hijos e hijas de otras personas? Si lo hace por el dinero, las mujeres que asuman estos embarazos serán, sin duda, aquellas con menos posibilidades económicas. Esta idea no me gusta porque genera relaciones de poder de unas sobre otras y ya tenemos bastante poder sobre nuestros cuerpos.

Pero hay más: este método se aconseja cuando la gestación está contraindicada para la mujer por “enfermedades que harían que fuera peligroso para su salud, por falta de útero o por anomalías o lesiones en el mismo que impiden que el embarazo llegue a término”, según la Sociedad Española de Fertilidad.

Es el caso de una de mis grandes amigas, que no puede gestar aunque sí engendrar. Ella y su pareja desean ser padres (no confundir el deseo de ser padres, loable, con un derecho, que es otra cosa). ¿Y si yo decidiera embarazarme en su lugar? Yo que soy su amiga, conozco su profundo deseo y además sé que serán unos padres fantásticos. ¿Quién es este Estado para negar esa decisión a una mujer libre como yo? Aquí veo mujeres creando alianzas hermosas con un marco legal adecuado de fondo, una legislación que cuente con las reflexiones participativas de los movimientos feministas, claro.

Sigo: también lo haría para J., uno de esos amigos de los que hay pocos en la vida, porque sé que quiere ser padre y que el mundo necesita padres como él. Pero resulta que J. es gay. En España no está permitido y en ninguno de los casos que describo existen posibilidades económicas para hacerlo fuera, donde cuesta entre 40.000 y 100.000 euros, dependiendo del país. Además, sé que no les gustaría la idea de que gesten a sus hijos e hijas mujeres a las que obligan sus condiciones de vida.

¿Y si la razón para hacerlo es económica? Incluso si el uso del mismo es mercantilista, ¿quién soy yo, quién es el Estado para decidir sobre las estrategias de supervivencia de nadie? ¿No tendrá que ver en algunos de estos juicios la mística que aún envuelve la maternidad? Solo pregunto. Aquí camino sin certezas. En España la gestación subrogada crece aunque no esté permita. De esta forma, solo las personas con más posibilidades económicas tienen acceso.

Desde el momento en que no hay ninguna mujer que lo hace obligada, ni obligada por sus circunstancias: ¿Dónde está el problema? Diciendo “no” sin abrir el debate lo único que logramos es desplazar el “problema” de sitio. Como aquí no pueden, las personas que busquen, necesiten o quieran optar por la gestación subrogada se seguirán yendo a Tailandia, India... Donde sí son las circunstancias las que obligan a muchas mujeres a este camino, donde sus estados no las protegen en absoluto y donde la dominación norte-sur es más que evidente.

Si legislamos en casa, sin dejar de denunciar aquellas situaciones donde entendamos que existe explotación allá donde se den, si eliminamos el factor económico como fuerza motriz de la cuestión, si lo circunscribimos a un tratamiento médico al que se someten personas iguales en igualdad de condiciones, puede que tengamos un panorama diferente. En una legislación deseable, ninguna mujer debería ser gestante para otros sin acreditar que tiene una posición socioeconómica desahogada, además de tener hijos propios y vivos (por considerar que sea alguien que sabe a qué se enfrenta en un embarazo).

Con lo que no estoy de acuerdo es con llamarlos “vientres de alquiler”. Una vez una trabajadora sexual a la que entrevisté me dijo que ella no “vendía su cuerpo”, ella ofrecía un servicio y cobraba una tarifa por ello. En la gestación subrogada bien legislada, como en todos los países donde está regulada, no se alquila nada. Se cede o se dona la capacidad de gestar.

Desde mi punto de vista hacen falta debates abiertos y sin axiomas, ni dogmas, sin insultos ni repartos de carnés feministas.

Empecemos por dejar de nadar en los lugares comunes. Decir que “no” mientras parejas atraviesan el mundo para llevar a cabo su plan de familia no soluciona las cosas porque no podemos legislar en otros países, pero sí evitar que esas parejas salgan fuera, a lugares donde la decisión de las mujeres está condicionada por contextos desfavorecidos. Nadie en su sano juicio está a favor de las denunciadas “granjas” donde las mujeres son tratadas como conejas para parir los hijos de otras personas. Eso se llama explotación, trata de personas y, además, es abominable.

Nadie está a favor de que se compren los cuerpos de las mujeres, y menos en contextos feministas. No se debe retorcer el lenguaje para afianzar una idea. Se deben establecer debates serios en todas las direcciones para no perder un derecho: el de decidir sobre nuestros cuerpos libremente.

¿Pero quiénes somos las demás para juzgar lo que una mujer decida hacer con su cuerpo? ¿Por qué sigue siendo un terreno tan público y a la vez tan mitificado el cuerpo de las mujeres? ¿Es el mito de la maternidad lo que se está tocando? ¿Por qué no establecer un marco legal que proteja a quién decida gestar bebés de otras personas? Eso después de una profunda reflexión participativa, claro.

Salgamos de la confrontación y trabajemos juntas para abrir cauces de entendimiento porque hay algo claro: la prohibición en España no está dando carpetazo al “problema”, solo está generando más relaciones de poder entre clases, países y mujeres. Y, por otro lado, no perdamos de vista que aquí también está en juego de alguna manera la libertad para decidir sobre nuestros cuerpos.

Todo lo que leo sobre gestación subrogada vuelve a partir el mundo en dos: en contra o a favor. Como si fuera tan sencillo. La gestación subrogada o por sustitución, tal y como lo nombra la Organización Mundial de la Salud, organismo que también lo considera una técnica de reproducción asistida, es juzgada como explotación por muchas compañeras y el tema nos lleva de vuelta al eterno debate, al más enconado de todos: la prostitución.

Si hablar de prostitución no es únicamente hablar de trata de mujeres, hablar de gestación subrogada no es únicamente hablar de explotación. Y decir esto no me sitúa a favor de la explotación, por si las moscas. No tengo claro si se puede estar en contra o a favor de la gestación subrogada en un sentido estricto porque no hay una única forma de gestar para otra persona ni una sola razón que te lleve a hacerlo.