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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

International Normative Orgullo No Sissy Included

Todo el año apestando a alcanfor para por fin desplegar las plumas en el Orgullo. Que en este 2017, caris, será World Pride. Casi ni resulta necesario que especifique que hablo del de Madrid, porque el resto de eventos de provincias se consideran réplicas a pequeña escala que hacen encaje de bolillos para evitar coincidir con las fechas de la capitalina fiesta grande. Desde que el Orgullo es Orgullo, está claro que la fiesta por la fiesta ha tonteado con las manifestaciones y actividades más reivindicativas y culturales, pero debiéramos plantearnos hasta qué punto permitimos que nos vendan un activismo barnizado de oportunidad para la rapiña capitalista.

Llamadme loca, pero en un momento en el que el presidente de COGAM –uno de los históricos colectivos LGTB– explica en una rueda de prensa que “el World Pride irá más allá de la imagen de la marica loca encima de una carroza”, me da un mareo y me cambia la vida. Luego ves una programación eminentemente basada en el petardeo y con poco peso a la actividad cultural y te preguntas quién anda detrás: pues una asociación de empresariado de ocio nocturno gayfriendly.

Desde luego, no tiene nada de malo que exista una apuesta de entidades privadas a un evento de interés social, pero en este caso claramente incide en la finalidad del Orgullo, la de incidir en un discurso necesario en la sociedad basado en el respeto y la igualdad. Porque… era esa la finalidad, ¿no? Este año, especialmente, el #OrgulloLeaks –maravillosamente cubierto por estoybailando.com– merece ser seguido de cerca para llegar a conclusiones.

¿Debe una asociación con intereses económicos implicarse en la organización de un Orgullo? ¿Y por qué no? Más bien respondo con otra pregunta más enfocada: ¿y qué dicen las asociaciones y las instituciones preocupadas de salvaguardar los derechos de la ciudadanía? No entiendo cómo cada año junio parece pillar a pie cambiado a todos los agentes implicados. Tanto, que solo quedan acciones efectistas y poco profundas como los semáforos diversos que el Ayuntamiento de Madrid colocó en 72 localizaciones de la ciudad. ¡Ya podemos cruzar a la otra acera sin peligro! Que sí, que no serán retirados una vez termine el Orgullo, pero… ¿cabe todo el arcoíris en unos monigotes verdes y rojos?

Mientras no pensemos en un Orgullo transversal, que implique desde redes municipales de bibliotecas hasta locales de ocio nocturno, más allá de los meses de junio y julio, aunando la fiesta y la reivindicación, seguiremos fomentando imágenes estereotipadas de la diversidad sexual. Y esto no habrá semáforo de tráfico que lo pueda frenar.

Todo el año apestando a alcanfor para por fin desplegar las plumas en el Orgullo. Que en este 2017, caris, será World Pride. Casi ni resulta necesario que especifique que hablo del de Madrid, porque el resto de eventos de provincias se consideran réplicas a pequeña escala que hacen encaje de bolillos para evitar coincidir con las fechas de la capitalina fiesta grande. Desde que el Orgullo es Orgullo, está claro que la fiesta por la fiesta ha tonteado con las manifestaciones y actividades más reivindicativas y culturales, pero debiéramos plantearnos hasta qué punto permitimos que nos vendan un activismo barnizado de oportunidad para la rapiña capitalista.

Llamadme loca, pero en un momento en el que el presidente de COGAM –uno de los históricos colectivos LGTB– explica en una rueda de prensa que “el World Pride irá más allá de la imagen de la marica loca encima de una carroza”, me da un mareo y me cambia la vida. Luego ves una programación eminentemente basada en el petardeo y con poco peso a la actividad cultural y te preguntas quién anda detrás: pues una asociación de empresariado de ocio nocturno gayfriendly.