Pikara Magazine es una revista digital que practica un periodismo con enfoque feminista, crítico, transgresor y disfrutón. Abrimos este espacio en eldiario.es para invitar a sus lectoras y lectores a debatir sobre los temas que nos interesan, nos conciernen, nos inquietan.
Interseccionalidad, perreo y Cambridge Analytics
A solo una semana del 8M llego al garito a tocar. Es tardísimo, toco a unas horas indecentes. Mientras el violinista y yo vamos probando sonido y unos machirulos hacen ruido en inglés en mitad de la sala, ajenos a cuanto acontece en torno a ellos, veo la silueta inconfundible de una queridísima amiga de Bahamas que tiene 20 años más que yo. Sí, se puede tener 20 años más que yo y estar viva. E ir a conciertos a horas indecentes, también. Cuando acabamos se sienta a mi lado y el primer tema del que me habla, tachán, está relacionado con el conflicto del sujeto del feminismo, de historias truculentas sobre personas trans en prisión, ¡en Vancouver! ¡Tía, en Vancouver! Muy bonito lo de la globalización, pero Vancouver me parecía lejísimos hasta cuando estaba en Toronto, imagínate en Huertas. Seguramente hay algo de cierto detrás de esas historias, ser una persona trans no te convierte en un ser virtuoso de moral intachable en ningún caso, pero reconocí en la arquitectura de lo que me contaba un algo, un aire de familia con otras historias que he visto repetirse en redes sociales en los últimos tiempos. Insistía en el tema, mientras yo contaba monedas (y pocos billetes) y apuraba mi cerveza con ganas de irme a casa de una vez y acabar con un día que estaba resultando ya demasiado largo. Rebusqué en mi ánimo los últimos gramos de amabilidad persuasiva que me quedaban y compuse un argumento tal como “parece que hubiera alguien muy interesado en que nosotras estemos hablando de esto ahora, después de varios meses sin coincidir en ningún lado, ¿no crees?” Funcionó: empezamos a hablar de alquileres, dinero, precariedad, supervivencia material, cosas normales de la vida.
La idea de que hubiera alguien con interés en que habláramos primero que nada de cualquier cosa que contribuyera a hacer grandes grietas a partir de pequeñas fisuras entre los distintos discursos feministas me pareció interesante. Y que todo esto se esté propagando fundamentalmente a través de las redes sociales me hizo terminar de concebir mi teoría conspiranoica. ¿Y si alguien estuviera utilizando las mismas herramientas que se utilizaron en el referéndum del Brexit, en la elección de Trump, en los comicios de Trinidad y Tobago y así sin parar, con el fin de desactivar la fuerza que en este momento representa el feminismo? ¡Con lo que me gusta a mí una conspiranoia! ¡Por fin tenía la mía propia!
Para afianzarla necesitaba identificar primero el sujeto y el motivo, quién y por qué. Estaba media dormida, pero iba trabajando en mi teoría hasta en sueños y ya por la mañana la tenía niquelada.
Esa misma tarde había estado en un centro social autogestionado, mi hábitat natural, en Torrejón de Ardoz, y había tenido la tremenda suerte de ver en persona una exposición sobre interseccionalidad y feminismo negro a cargo de una compañera brillantísima, Georgina Marcelino. Dedicó el tiempo justo para explicar el origen y deslindar el ámbito de aplicación del concepto de interseccionalidad, y explicar por qué otras compañeras prefieren directamente feminismo negro o feminismo racializado. Amé la forma tan diáfana en la que se desarrollaba la estructura de su pensamiento y su discurso, era cristalina y eso la hacía elegante y convincente. Envidio esa claridad de pensamiento cuando la encuentro, me siento super torpe y farragosa cuando atiendo a mi propio discurrir de ideas en comparación con gente así.
Abordó de pasada cómo el “feminismo hegemónico” invisibilizaba a las compañeras negras y me hizo atar algunos cabos. Amigas feministas con las que comparto una amistad de años, y volvemos a redes sociales, comparten últimamente algunas cosas que te dejan un poco noqueada. Esa misma tarde una de estas compañeras había compartido un vídeo de un grupo de mujeres, creo que en Barcelona, que preparaban una acción para el 8M que incluía bailes relacionados con el reggaeton. No sigo mucho ese estilo, soy una antigua y hago música clásica del siglo XX, rock’n’roll, pero cosas peores se dijeron de Elvis en su día. El propio Frank Sinatra, otro que tal bailaba, acusaba al rock de promover los más bajos instintos del ser humano. No como la mafia, que inspira virtud. Mis amigas compartían eso horrorizadas con argumentos como “mientras hagamos mamarrachadas no nos tomarán en serio” y “el perreo no es feminismo”. Pues la Marcelino explicó muy bien por qué para el feminismo blanco eso era inaceptable, y por qué cada cosita ha de ser leída teniendo en cuenta el contexto en el que se ha generado. Yo no voy a ser capaz de reproducir con justicia sus brillantes argumentos, pero se remontó a la famosa pregunta de Sojourner Truth, ¿acaso yo no soy una mujer?, ante una convención de mujeres mayoritariamente blancas en Akron, Ohio, el 29 de mayo de 1851. Independientemente de la fuerza vibrante de aquel discurso, la intervención de una ex esclava negra en una convención por los derechos de la mujer suponía un problema para el feminismo incipiente de aquel momento porque a muchas mujeres blancas les parecía que su movimiento no iba a ser tomado en serio si se mezclaba con “cosas de negros”. Lo único que ha cambiado desde entonces, parece ser, es el sentido del término “abolicionismo”. Georgina explicó lo extraño que le resultaba que muchas mujeres dedicaran tanto tiempo a denunciar el machismo que se escondía tras la supuesta galantería de abrirnos las puertas, dejarnos pasar delante o ayudarnos a cargar cosas pesadas. ¡A ella nunca nadie le ayudó a cargar nada! Contó cómo en su periodo de formación académica había asignaturas que requerían el traslado de materiales pesados y nunca jamás nadie se ofreció a ayudarle a llevar nada, y que no se dio cuenta hasta que una chica blanquísima se incorporó al curso e hizo ademán de ir a cargar algo. Lo vio todo más claro cuando los chicos se precipitaron a ofrecerle ayuda. Transcribiría aquí alguna de las versiones del discurso de la compañera Sojourner, pero me quedo sin caracteres. Búsquenlo.
Con estos datos, habiendo dormido poco, me dirigí al día siguiente por la mañana a otra okupa, mi hábitat natural, a hablar poquito sobre transfeminismo con otra compañera que es de más hablar que yo. Tenía interés en averiguar cómo se manifestaba el repudio del “feminismo hegemónico” al interseccional. Así que pregunté. Y me explicaron que compañeras del bloque racializado en otras manis precedentes habían sido increpadas, no daba crédito, porque “ese no era el día para reivindicar eso, que era el día de las mujeres y que estaban invisibilizando el objetivo central con sus reivindicaciones”. De donde se desprende que existe un catálogo limitado de cosas reivindicables por el feminismo y lo establece mi prima.
Yo creo que la gente tiende a ser buena, en el sentido de que venimos de serie con tendencia a la empatía, la ayuda mutua y la solidaridad. Sé que no es una idea hegemónica, pero sin ella no sé si valdría la pena vivir. Así que la conservo aún a mis años. Por eso creo que cuando la gente actúa de forma mezquina, indiferente o directamente dañina, en el fondo sabe que está yendo a contrapelo de su naturaleza y precisa de un aparato ideológico que justifique ante su propia conciencia su actitud. Cuando ves a una dirigente entrada en años llamar niño a una niña trans adrede, sabes que supone una violencia para ella misma en su cabeza, que de forma natural no te puede salir esa crueldad dolosa. Hay gente que te disculpa todo porque hace 50 años sufriste torturas indecibles por parte de la policía. Pero ahí está el Estado de Israel, a lo suyo.
Bien, mi teoría de la conspiración, que me he ido totalmente del tema, es la siguiente:
El movimiento feminista ha crecido de forma brutal en los últimos años, tras el impulso inopinado que supuso el intento de Gallardón de reformar la ley del aborto. Esa movilización, y el subsiguiente triunfo, motivaron un desborde progresivo que diversos casos flagrantes de machismo social e institucional, como la primera sentencia de la manada, fueron espoleando e incentivando. En el caso de las trabajadoras de la fresa en Huelva no se estuvo a la misma altura, y comparto las interpretaciones de la compañera Georgina Marcelino. Pero aun así, sigue siendo una fuerza capaz de movilizar a cientos de miles, puntualmente millones, de mujeres bajo una sola consigna. Eso es un poder muy grande. Y resulta que está en manos de asambleas bastante independientes de mujeres trabajadoras, asambleas descentralizadas en barrios y pueblos, asambleas soberanas a las que es muy difícil imponer consignas desde un arriba que no reconocen. No hay que ser muy paranoica para elaborar una larga lista de intereses que necesitan que ese poder sea desarticulado, desactivado, dividido, deslegitimado, ridiculizado, extinguido.
Por eso pienso que desde alguna instancia, o desde alguna alianza de instancias que comparten este interés, puede que se haya puesto en marcha una campaña en redes para segmentar la población feminista, detectar las debilidades de su unidad de lucha y personalizar contenidos para ir cambiando su postura, o radicalizándola si ya existía, sobre asuntos concretos que pudieran resultar potencialmente polémicos. Porque no es normal que haya gente compartiendo informaciones que se ve de lejos que son falsas, o desactualizadas, o directamente sesgadas para resultar insultantes, o denigrantes o, sobre todo, deshumanizadoras, de parte del movimiento, para erosionar la confianza de unas en otras, polarizar las posturas y desarticular cualquier posibilidad de diálogo y acercamiento.
No podemos permitirnos que esta conspiración triunfe. No tenemos derecho. Por las que vienen detrás, por las que mañana vean que tuvimos tanto al alcance de la mano y nos dejamos dividir, por nuestra responsabilidad en la conformación de las genealogías feministas del futuro.
Y porque, cuando una utopía fracasa, siempre regresan los monstruos.
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La idea de que hubiera alguien con interés en que habláramos primero que nada de cualquier cosa que contribuyera a hacer grandes grietas a partir de pequeñas fisuras entre los distintos discursos feministas me pareció interesante. Y que todo esto se esté propagando fundamentalmente a través de las redes sociales me hizo terminar de concebir mi teoría conspiranoica. ¿Y si alguien estuviera utilizando las mismas herramientas que se utilizaron en el referéndum del Brexit, en la elección de Trump, en los comicios de Trinidad y Tobago y así sin parar, con el fin de desactivar la fuerza que en este momento representa el feminismo? ¡Con lo que me gusta a mí una conspiranoia! ¡Por fin tenía la mía propia!