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Mejor bien acompañada que sola

Santurtzi es una población de 45.000 habitantes en la provincia de Bizkaia que este fin de semana ha celebrado las fiestas patronales: la virgen del Carmen. La DYA estableció una carpa en el recinto festivo e hizo un ofrecimiento a las mujeres que lo desearan de acompañarlas a casa para evitar agresiones sexuales. En tres noches, de viernes a domingo, el personal voluntario acompañó a 84 hasta sus domicilios; la mayoría, menores de edad. El acompañamiento fue, sobre todo, a pie y a las zonas altas del pueblo, de noche, poco transitadas. La medida ha resultado polémica, pero efectiva: según fuentes municipales, no se ha registrado ninguna denuncia por agresión sexual.

Vivimos en una sociedad en la que la compañía de un hombre da seguridad a las mujeres porque la presencia de otro supone una amenaza: ¡Qué cosa!, ¿verdad? La periodista y feminista Irantzu Varela lo suele preguntar en sus talleres: “Si una noche caminas sola por la calle y oyes pasos a tu espalda… ¿Qué sientes?”. “¿Y si es una mujer?”. La respuesta suele ser: “Alivio”. Mis amigas me hablan de diferentes estrategias: caminar por el centro de la calle; hacer rutas más largas, pero mejor iluminadas; hablar por el móvil con alguien de confianza; colocar las llaves entre los nudillos a modo de puño americano; aprender algunas técnicas de autodefensa… Pregunte usted y complete la lista. Y si es varón, pregúntese qué puede hacer para no provocar miedo cuando de noche camina tras una mujer sola. Por ejemplo, cambiar de acera y adelantarla.

La del acompañamiento no es la única medida social. Probablemente una de las primeras que se plantearon fue el establecimiento de vagones de metro exclusivos para mujeres. En las horas punta de grandes urbes el transporte público va petado. Esa medida segregacionista, se aplica en ciudades como México, Río de Janeiro, Tokio… El año pasado se propuso para Santiago de Chile.

Asociaciones de taxistas se comprometen con las usuarias a esperar hasta que abren el portal y se introducen dentro antes de emprender el viaje de vuelta en los servicios nocturnos. En ciudades como Bilbao, A Coruña, Terrassa y Vigo, los autobuses tienen por la noche un servicio de paradas a demanda. Las usuarias comunican al conductor en qué punto del trayecto quieren bajarse y, si no es un punto peligroso, así se hace.

Son medidas polémicas porque son proteccionistas y se aplican a personas mayores de edad solamente por el hecho de ser mujeres. En ocasiones, como en Terrassa, se pueden beneficiar ancianos, personas con minusvalías y menores. Lo dijo Voltaire: “Lo mejor es enemigo de lo bueno”. Lo mejor sería que no fuera necesario, que ciertos hombres no hicieran tocamientos aprovechando que el metro va hasta las cartolas, que otros no se vayan en manada de cacería de mujeres para violarlas o que no acechen en los portales para colarse dentro cuando un mujer llega sola, pero las estrategias desarrolladas en distintas sociedades, basadas en la educación, no están dando resultado.

Sigue habiendo acosadores, abusadores y violadores que actúan, sobre todo, por la noche y en zonas de poco tránsito. Sigue habiendo hombres feroces y, francamente, mejor estas medidas de vagones para mujeres, paradas cercanas, acompañamientos y esperas que otras que podrían ocurrírsenos.

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Santurtzi es una población de 45.000 habitantes en la provincia de Bizkaia que este fin de semana ha celebrado las fiestas patronales: la virgen del Carmen. La DYA estableció una carpa en el recinto festivo e hizo un ofrecimiento a las mujeres que lo desearan de acompañarlas a casa para evitar agresiones sexuales. En tres noches, de viernes a domingo, el personal voluntario acompañó a 84 hasta sus domicilios; la mayoría, menores de edad. El acompañamiento fue, sobre todo, a pie y a las zonas altas del pueblo, de noche, poco transitadas. La medida ha resultado polémica, pero efectiva: según fuentes municipales, no se ha registrado ninguna denuncia por agresión sexual.

Vivimos en una sociedad en la que la compañía de un hombre da seguridad a las mujeres porque la presencia de otro supone una amenaza: ¡Qué cosa!, ¿verdad? La periodista y feminista Irantzu Varela lo suele preguntar en sus talleres: “Si una noche caminas sola por la calle y oyes pasos a tu espalda… ¿Qué sientes?”. “¿Y si es una mujer?”. La respuesta suele ser: “Alivio”. Mis amigas me hablan de diferentes estrategias: caminar por el centro de la calle; hacer rutas más largas, pero mejor iluminadas; hablar por el móvil con alguien de confianza; colocar las llaves entre los nudillos a modo de puño americano; aprender algunas técnicas de autodefensa… Pregunte usted y complete la lista. Y si es varón, pregúntese qué puede hacer para no provocar miedo cuando de noche camina tras una mujer sola. Por ejemplo, cambiar de acera y adelantarla.