Opinión y blogs

Sobre este blog

La portada de mañana
Acceder
Sánchez rearma la mayoría de Gobierno el día que Feijóo pide una moción de censura
Miguel esprinta para reabrir su inmobiliaria en Catarroja, Nacho cierra su panadería
Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

El muro de Trump está hecho de complejos

Donald Trump firmó el pasado miércoles una orden ejecutiva para construir un muro en la frontera de México, cumpliendo con su promesa electoral. El presidente habla de la “protección” que los ciudadanos de Estados Unidos desean frente a la inmigración ilegal y la amenaza que para ellos representa. Pero no se trata de una amenaza a la seguridad o a la economía de los estadounidenses, como Trump señala. Los medios ya han corroborado que la inmigración ilegal de Estados Unidos no atenta de manera especial contra esos dos pilares. Se trata de otro tipo de amenaza mucho más aterradora. Es la amenaza del cambio.

Make America great again! Trump recupera el lema que Ronald Reagan usó en su campaña presidencial durante una crisis económica en los 80. El presidente apela al patriotismo de sus ciudadanos porque, según él y los que comparten sus ideas, América ya no es lo que era. La América poderosa e idílica, la América inalcanzable, la América hecha de sueños donde todo puede suceder y que todo el mundo desea habitar se hunde en sus propias aguas. El muro es la promesa del mito americano. Es el sueño de los nostálgicos. El muro reavivará la ficción de superioridad de una nación que ya no es great.great Detrás del muro de Trump se esconde el miedo a soltar el mito.

Pero detrás del muro hay otras muchas cosas. Por eso, las intenciones del presidente han levantado la indignación, no solo entre sus vecinos mexicanos, sino en todo el mundo. El muro inviste de poder a los que lo construyen y a los que legítimamente pueden cruzarlo. El muro jerarquiza comunidades y la comunidad hegemónica es la que dibuja la frontera para separarse de la comunidad vecina.

El muro es una apropiación de la tierra ajena. Una apropiación más que se suma a la invasión de México en el año 1846, cuando los Estados Unidos obligaron a los mexicanos a ceder lo que hoy en día son Texas, Nuevo México, Arizona, Colorado y California. El muro es una construcción artificial que rompe la continuidad en el espacio. Una fractura hostil que enemista poblaciones y aísla a una comunidad frente a otra cultura, otra gente y otra tierra. El muro es violencia. Es la exclusión de un pueblo de manera física y simbólica. Es decirle “al otro” que es peor que “tú”.

El muro es también identidad. Señala quién es parte de la comunidad hegemónica y quién no lo es. Solo una nación puede poseer el mito. Solo a través del muro, podrá Trump blindar a su país ante la posibilidad del cambio social. La ciudadanía transnacional es la auténtica amenaza cuando existe el terror a desafiar la propia identidad. Cuando existe el miedo a abrirse a la identidad múltiple que conlleva la identidad del mestizaje. El pánico ante la mezcla de culturas hace que los cowboys frustrados corran a agarrarse a estructuras obsoletas y ranciascowboys. Trump y los que piensan como él no quieren abrirse a la diferencia, no quieren que los valores de “lo otro” cuestionen “lo propio”. Quieren asentarse a salvo en el dogma, vivir cómodamente en sus quimeras, sin que nada ni nadie perturbe su complacencia.

Por eso, para recuperar su América idílica Trump necesita muros y no puentes. Los puentes son peligrosos. Representan un movimiento permanente que desafía al estatismo del muro. Abren paso a otras culturas que con sus formas distintas de habitar erosionan los paradigmas culturales occidentales, desestabilizan los fundamentos del mito consagrado de la supremacía blanca occidental.

La interacción con otra comunidad desafía la visión monolítica de la ciudadanía. Es el elemento que abre paso a la diferencia. Permite conocer al “otro ciudadano” y verse reflejado en él. Con el puente los flujos de discriminación se convierten en vías de comunicación. Lo autóctono se mezcla con lo extranjero a ambos lados, la ciudadanía se construye atravesando diferencias y evolucionando a una cultura nueva, a un país nuevo.

El muro de Trump no es un símbolo de inferioridad del pueblo mexicano ni tampoco es un monumento al poder de una gran nación. El muro de Trump está hecho de insignificancia. Todo lo opuesto a la envergadura imponente de un muro.

Para leer más:

Tess Asplund: “Me enfrenté a los nazis por puro impulso. La rabia se hizo cargo” Esta activista afrosueca alcanzó la fama mundial cuando la imagen en la que se enfrenta a una manifestación neonazi se volvió viral.

“Hemos demostrado que no somos terroristas; el mundo entero debería apoyarnos” Manal Tamimi da testimonio de la resistencia no violenta con la que el pequeño pueblo palestino en el que habita, Nabi Saleh, enfrenta la ocupación de su territorio.

Donald Trump firmó el pasado miércoles una orden ejecutiva para construir un muro en la frontera de México, cumpliendo con su promesa electoral. El presidente habla de la “protección” que los ciudadanos de Estados Unidos desean frente a la inmigración ilegal y la amenaza que para ellos representa. Pero no se trata de una amenaza a la seguridad o a la economía de los estadounidenses, como Trump señala. Los medios ya han corroborado que la inmigración ilegal de Estados Unidos no atenta de manera especial contra esos dos pilares. Se trata de otro tipo de amenaza mucho más aterradora. Es la amenaza del cambio.

Make America great again! Trump recupera el lema que Ronald Reagan usó en su campaña presidencial durante una crisis económica en los 80. El presidente apela al patriotismo de sus ciudadanos porque, según él y los que comparten sus ideas, América ya no es lo que era. La América poderosa e idílica, la América inalcanzable, la América hecha de sueños donde todo puede suceder y que todo el mundo desea habitar se hunde en sus propias aguas. El muro es la promesa del mito americano. Es el sueño de los nostálgicos. El muro reavivará la ficción de superioridad de una nación que ya no es great.great Detrás del muro de Trump se esconde el miedo a soltar el mito.