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Los obstáculos de las primeras mujeres periodistas

Marina Martínez Gil

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Hace menos de 100 años, las mujeres en todo el mundo  tenían prohibido publicar sus artículos o fotografías en los periódicos, y en aquellos lugares en los que eran más permisivos podían escribir bajo un pseudónimo o trabajar en revistas exclusivas para señoras y señoritas, porque se entendía que la información que debían recibir las mujeres era muy diferente si estaban casadas o permanecían solteras. Pero el periodismo con todas sus libertades, hablar sobre lo que quisieran o publicar bajo su nombre real, era algo inalcanzable para las mujeres, siendo un oficio únicamente para hombres. Sin embargo, durante toda la historia ha habido mujeres que no se han dejado someter a las normas impuestas por el género masculino, que han luchado para cumplir sus sueños, y si ha sido necesario disfrazarse de hombre, lo han hecho

Dorothy Lawrence

Fue una joven con una vida difícil, pero que siempre soñó con ser corresponsal de guerra. Al estallar la Gran Guerra solicitó a varios periódicos que la enviaran a cubrir en frente y en 1915 viajó a Francia, donde se ofreció como voluntaria y entró en la zona de batalla como corresponsal de guerra independiente. Esto la llevó a que la detuviesen. De esta manera concluyó que solo podría cumplir su propósito disfrazada de hombre. Unos soldados británicos la ayudaron proporcionándole un uniforme y enseñándole a marchar. Para que su transformación fuera más creíble se cortó el pelo, oscureció su tez y se colocó un corsé y almohadillas en los hombros, de esta manera logró convertirse en Denis Smith y entrar en la línea del frente.

Pasados unos días comenzó a sufrir escalofríos y desmayos y, temiendo que se descubriese su identidad si necesitaba un médico, se presentó ante el sargento al mando. Este inmediatamente la arrestó y tras unos largos interrogatorios fue obligada a firmar una declaración en la que juraba no escribir sobre sus experiencias en el frente. El Ejército británico no podía permitir que se descubriese que una mujer había traspasado su seguridad, ni que más mujeres siguieran el ejemplo de la primera. Finalmente, Lawrence escribió un libro sobre su historia en el frente, pero fue censurado por la Oficina de Guerra y tampoco fue respaldado por los medios de comunicación, que supusieron una clara barrera para que dar a conocer su historia al mundo y contribuyeron para que no tuviera credibilidad como periodista.

Esta mujer no fue la única que se infiltró en un mundo de hombres como era la guerra, también lo hizo Gerda Taro. Quizá este nombre sea desconocido para mucha gente, así como no lo es el de Robert Capa, personaje que ella ayudó a crear. Pero no, ella no fue solo la novia de Capa, ella fue mucho más que eso.

Gerda Taro

Gerda Taro fue una mujer judía que huyó del nazismo a París, allí conoció a Andre Friedmann, un fotógrafo judío también huido a la capital francesa. Se enamoraron y pensaron una manera de alcanzar la fama. Así crearon a Robert Capa, un supuesto fotógrafo famoso estadounidense cuyos representantes en Europa eran Taro y Friedmann. Este plan funcionó a la perfección, gracias a las dotes de fotografía que él le había enseñado y a los modales que ella le había inculcado, ambos formaron un tándem perfecto.

Cuando comenzó la guerra civil española viajaron hasta la península ibérica para fotografiar el frente, ambos capturaron numerosos momentos de la vida en el bando republicano, pero se desconoce a quién pertenece cada imagen, ya que se cambiaban constantemente las cámaras. Todo su trabajo se publicaba bajo el nombre de Capa, por lo que muchas de sus fotografías han pasado a la historia como obra de Friedmann, no recibiendo el reconocimiento que merecían. Es más, se piensa que la famosa fotografía “Muerte de un miliciano” corresponde a Taro y no a su compañero.

Nellie Bly

Su carrera comenzó por defender sus ideas feministas, contrarias una columna que leyó en el periódico The Pittsburgh Dispatch, por lo que decidió no quedarse callada y enviar una carta al director. Este quedó maravillado y la contrató como columnista, claramente bajo un pseudónimo.

Sus publicaciones gustaban porque expresaba sus ideas de manera directa y así muchos lectores se identificaban con ellas. También trataba temas polémicos como las condiciones de trabajo de las mujeres en las fábricas o el divorcio, su columna era su herramienta para llegar al público, pero, por ser mujer, fue relegada a la sección femenina.

Bly era consciente de que merecía un puesto superior, por lo que se trasladó a Nueva York y allí, el primer trabajo que llevó a cabo en el nuevo periódico fue un artículo sobre un hospital psiquiátrico. Para ello se hizo pasar por demente, estuvo internada 10 días y tuvo que sufrir las condiciones horribles de aquel lugar. Cuando logró escapar, denunció los abusos del centro y consiguió que se abriera una investigación y que se destinase más presupuesto. Pero este no fue el único atrevimiento que tuvo para conseguir un buen artículo, siguió trabajando como reportera infiltrada y llevó a cabo la mayor proeza de su carrera, batir el récord de la vuelta al mundo. Si Julio Verne lo narró en 80 días, ella lo consiguió en 72. A pesar de la negativa del director del periódico a enviarla, argumentando que al ser una mujer iba a necesitar un gran equipaje y un hombre que la acompañara, ella lo consiguió, viajó sola y con una bolsa de mano, siendo inspiración para muchas mujeres en todo el planeta.

Carmen de Burgos

Si hablamos de mujeres, periodistas y pioneras en sus campos no podemos olvidarnos de Carmen de Burgos, la primera periodista profesional de España.

Comenzó a escribir una columna semanal en el Heraldo de Madrid llamada “Lecturas para la Mujer”, en la que daba consejos a las amas de casa sobre el hogar o la belleza, pero siempre aprovechando para introducir ideas feministas o sobre el sufragio femenino. Trataba temas controvertidos como el divorcio y su necesidad de regulación en España y siempre utilizó los periódicos en los que trabajó como una plataforma para reivindicar, luchar y defender los derechos de las mujeres, lo que la llevó a tener que utilizar pseudónimos, el más conocido es el de Colombine.

La presión social que existía en aquella época hacia una estudiosa que defendía los derechos femeninos era tal que llevó a De Burgos a cerrar su columna El voto de la mujer, con la que intentó hacer campaña para que las mujeres pudieran acceder al sufragio. Pero nunca cesó en su lucha, convocó la primera manifestación feminista en España y publicó la que se considera “la biblia del feminismo español” (Fernández, 2019), su ensayo La mujer moderna y sus derechos.

Carmen de Burgos, además, es una de las intelectuales que perteneció a la Generación del 98, pero su nombre no es tan reconocido como el de otros autores, esto se debe a que cayó en el olvido después de que todo su trabajo fuese censurado y quemado por el régimen franquista.

 

Hace menos de 100 años, las mujeres en todo el mundo  tenían prohibido publicar sus artículos o fotografías en los periódicos, y en aquellos lugares en los que eran más permisivos podían escribir bajo un pseudónimo o trabajar en revistas exclusivas para señoras y señoritas, porque se entendía que la información que debían recibir las mujeres era muy diferente si estaban casadas o permanecían solteras. Pero el periodismo con todas sus libertades, hablar sobre lo que quisieran o publicar bajo su nombre real, era algo inalcanzable para las mujeres, siendo un oficio únicamente para hombres. Sin embargo, durante toda la historia ha habido mujeres que no se han dejado someter a las normas impuestas por el género masculino, que han luchado para cumplir sus sueños, y si ha sido necesario disfrazarse de hombre, lo han hecho

Dorothy Lawrence