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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Por San Valentín… otra vez ÉL

Ay, él. Ese por quien suspiras, amiga bollera. Te lo dicen las newsletters de casi cualquier tipo de entidad que sigas, así esté relacionada con algo aparentemente banal como lo textil o ciencias ocultas como el tricotaje. La heterosexualidad obligatoria, el capitalismo rosa y el pinkwashing*** dan saltitos cogiditos de la mano bajo un arcoiris en las fechas circundantes a San Valentín. ¿Por qué sigo recibiendo correos en los que me sugieren ideas para regalarle a ÉL si mi personalidad digital está totalmente fuera del ciberarmario? ¿Saben que mañana tomo un vuelo, a qué hora me levanto y en qué invierto mi ocio pero no saben que soy lesbiana?

Pues no sé, chica. Por una parte, Adidas me envía un mensajito en el que aparecen dos zagalas muy monas -aunque carentes de unos buenos bocatas nutridos de colesterol del bueno- con sendas camisetas oversize en las que se encuentran plasmados corazones estampados. Oye, qué sutil, pero no me la cuelas, Adidas, aunque el año pasado te lucieras con un community manager muy centrado en evitar comentarios homófobos en publicaciones en redes sociales. No mercantilices mi sexualidad.

Otra marca de cosmética me sugiere que compre algún producto de su -escasa, por otra parte- línea masculina, “porque sabemos que estás pensando en él”. Jo, la personalización llevada al máximo nivel. Agárrate, Google, que te adelantan por la izquierda y sin frenos. Os digo lo que estoy pensando: “dar de baja esta newsletter”.

Porque oye, ¿para qué ilustrar San Valentín con imágenes de parejas heterosexuales de cartel cuando puedes hacerlo con... homosexuales igualmente de cartel? Cuando las marcas nos utilizan, nos roban el alma. No veréis demasiada diversidad de cuerpos en las ocasiones en las que el gran cuarto poder mediático se digna a reproducirnos. Aquí va el clásico de que la imagen que habla más que mil palabras:

Desde luego, hay notables excepciones, pero cabe preguntarse hasta qué punto el guiño empático sobrepasa la mencionada mercantilización de las sexualidades diversas como punto diferenciador para las empresas que lo -nos- emplean.

Aunque levantemos el pie del acelerador de indignación y nos pueda alegrar que haya esa diversidad, ¿es tan rica como parece o nos está vendiendo lo mismo de siempre? Relación monógama, cásate, vístete de blanco, contrata una hipoteca -flexible, eso sí, que son tiempos modernos-, luego vestíos a dúo con camisetas de corazoncitos a juego y no os olvidéis de regalar cosméticos por San Valentín… para ÉL.

***Nota: como sabemos que a veces somos unas pesadas con usar conceptos raritos, para facilitar la lectura referimos aquí que la heterosexualidad obligatoria es una idea que se sustenta en que, si eres mujer, siempre te van a preguntar por un maromo como compañero sentimental; el capitalismo rosa es la mercantilización de productos para un público definido como LGTBQ y el pinkwashing se define como el uso de estrategias de marketing para salir en defensa oportunista de los derechos LGTBQ, algo que suelen realizar empresas y partidos políticos.

Ay, él. Ese por quien suspiras, amiga bollera. Te lo dicen las newsletters de casi cualquier tipo de entidad que sigas, así esté relacionada con algo aparentemente banal como lo textil o ciencias ocultas como el tricotaje. La heterosexualidad obligatoria, el capitalismo rosa y el pinkwashing*** dan saltitos cogiditos de la mano bajo un arcoiris en las fechas circundantes a San Valentín. ¿Por qué sigo recibiendo correos en los que me sugieren ideas para regalarle a ÉL si mi personalidad digital está totalmente fuera del ciberarmario? ¿Saben que mañana tomo un vuelo, a qué hora me levanto y en qué invierto mi ocio pero no saben que soy lesbiana?

Pues no sé, chica. Por una parte, Adidas me envía un mensajito en el que aparecen dos zagalas muy monas -aunque carentes de unos buenos bocatas nutridos de colesterol del bueno- con sendas camisetas oversize en las que se encuentran plasmados corazones estampados. Oye, qué sutil, pero no me la cuelas, Adidas, aunque el año pasado te lucieras con un community manager muy centrado en evitar comentarios homófobos en publicaciones en redes sociales. No mercantilices mi sexualidad.