Pikara Magazine es una revista digital que practica un periodismo con enfoque feminista, crítico, transgresor y disfrutón. Abrimos este espacio en eldiario.es para invitar a sus lectoras y lectores a debatir sobre los temas que nos interesan, nos conciernen, nos inquietan.
Lo siento muchísimo, Andreas
Andreas murió porque el sistema psiquiátrico parece que, a veces, vive de espaldas a las personas psiquiatrizadas. Falleció, en abril de 2017, tras 75 horas atada a una cama en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA). Tenía un diagnóstico de amigdalitis aguda, pero fue ingresada en psiquiatría porque, según denuncia su entorno, su madre tenía un diagnóstico de esquizofrenia. Intentó salir de esa unidad, pero entonces el ingreso se convirtió en involuntario y la ataron. En Psiquiatría a eso lo llaman contención mecánica y así estuvo, atada, casi tres días. Murió a causa de una “meningitis y una miocarditis que no fueron detectadas a tiempo debido a que sus síntomas se achacaron a una problemática de salud mental”, según se asegura en el Manifiesto en repudio a la muerte de Andreas debido a contención mecánica. Desde entonces, su familia, especialmente su hermana Aitana, no han parado de pelear para lograr que la justicia reconociera la negligencia médica.
La causa acaba de ser archivada provisionalmente por una jueza de Oviedo, que no ha observado mala praxis por parte de ninguno de los siete facultativos que estaban acusados. El hospital se defendió con unos informes que había realizado el equipo médico y forense. La defensa presentó otro informe de 50 profesionales sanitarios. Tras la muerte de Andreas, el hospital bilbaíno de Basurto hizo un peritaje externo. Es ese el informe que la jueza ha tenido en cuenta para archivar la causa, aunque desde las organizaciones de personas psiquiatrizadas que están denunciando el caso, denuncian que se trata de un informe repleto de parquedad, con ciertas lagunas; un informe que no da respuesta a las contradicciones que señalaban los 50 profesionales en el que se apoyó la defensa de la familia de Andreas. Hay muchas preguntas sin respuesta: ¿Por qué no se hicieron pruebas para descartar el origen orgánico de los síntomas que presentaba? ¿Por qué la aceptación del ingreso involuntario llegó después de que muriera? ¿Por qué nadie escuchó sus palabras?
Los colectivos de personas psiquiatrizadas, que han abanderado como propia la lucha de la familia de Andreas, entienden que detrás de este caso hay un evidente sesgo de género. Las palabras de Andreas no se escucharon porque se escuchan poco nuestras voces. Menos todavía, claro, si esas voces son de mujeres psiquiatrizadas. Marta Plaza, una de las activistas más reconocidas en este ámbito, escribía en el libro Feminismos. Miradas desde la diversidad que hemos editado desde Pikara Magazine: “Con el diagnóstico, especialmente si tu etiqueta se considera de un ‘transtorno mental grave crónico o duradero’, llegan también una serie de decisiones sobre ti, tu cuerpo, tu vida, en la que a menudo no eres escuchada”. No. Las voces de las locas no se escuchan. Lo de Andreas fue un error en el diagnóstico, vale, ¿pero qué más da eso? Su caso nos ha ayudado a visibilizar, una vez más, las violencias que se ejercen contra las personas psiquiatrizadas en muchos hospitales. Puede que su caso nos apele más a todas esas que no estamos diagnósticas: “Joder, qué faena, se equivocaron”, pero insisto. Eso es lo de menos.
Es urgente que miremos a la Psiquiatría como uno de esos sistemas de poder y dominación, que generan y provocan violencias en muchas personas aunque en otras ocasiones, y esto lo digo por experiencia, también puedan calmar momentáneamente algunos sufrimientos. Ayer me decía una psiquiatra, por una historia que no viene a cuento, que la locura suele proteger de algunos dolores. A Andreas no pudo protegerla nadie, y encima, todavía hoy, ni siquiera se reconoce que su muerte pudo haber sido evitada. Lloremos el dolor de su familia, sí, pero que no sea, por favor, el error lo que nos mueva. Que nos mueva la violencia que viven las personas psiquiatrizadas, que nos muevan sus voces. Escribe Princesa Inca y me conmueve: “Se forman debajo de mis ojos canales de llorar tanto y atravesar la noche en forma de aullido, soy extrema como el precipicio y grito desmedida en el centro de la noche. ¿Cuándo vendrá la figura de ojos repetidos y vibrantes? ¿Cuándo me dejará de atravesar la melancolía como un rayo en el pecho? ¿Cuándo dejaré de preguntarme cosas y no comprender nada?”
Cuándo dejaremos, me pregunto yo, de ignorar esos dolores que hacen tanto daño.
Andreas murió porque el sistema psiquiátrico parece que, a veces, vive de espaldas a las personas psiquiatrizadas. Falleció, en abril de 2017, tras 75 horas atada a una cama en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA). Tenía un diagnóstico de amigdalitis aguda, pero fue ingresada en psiquiatría porque, según denuncia su entorno, su madre tenía un diagnóstico de esquizofrenia. Intentó salir de esa unidad, pero entonces el ingreso se convirtió en involuntario y la ataron. En Psiquiatría a eso lo llaman contención mecánica y así estuvo, atada, casi tres días. Murió a causa de una “meningitis y una miocarditis que no fueron detectadas a tiempo debido a que sus síntomas se achacaron a una problemática de salud mental”, según se asegura en el Manifiesto en repudio a la muerte de Andreas debido a contención mecánica. Desde entonces, su familia, especialmente su hermana Aitana, no han parado de pelear para lograr que la justicia reconociera la negligencia médica.
La causa acaba de ser archivada provisionalmente por una jueza de Oviedo, que no ha observado mala praxis por parte de ninguno de los siete facultativos que estaban acusados. El hospital se defendió con unos informes que había realizado el equipo médico y forense. La defensa presentó otro informe de 50 profesionales sanitarios. Tras la muerte de Andreas, el hospital bilbaíno de Basurto hizo un peritaje externo. Es ese el informe que la jueza ha tenido en cuenta para archivar la causa, aunque desde las organizaciones de personas psiquiatrizadas que están denunciando el caso, denuncian que se trata de un informe repleto de parquedad, con ciertas lagunas; un informe que no da respuesta a las contradicciones que señalaban los 50 profesionales en el que se apoyó la defensa de la familia de Andreas. Hay muchas preguntas sin respuesta: ¿Por qué no se hicieron pruebas para descartar el origen orgánico de los síntomas que presentaba? ¿Por qué la aceptación del ingreso involuntario llegó después de que muriera? ¿Por qué nadie escuchó sus palabras?