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Terror sexual patrocinado por el Ministerio del Interior

Nuestra compañera Sofía A. encontró un apartado en la web del Ministerio de Interior que contiene nueve recomendaciones para prevenir la violación. Obviamente (aunque no debería parecernos obvio), todas van dirigidas a las mujeres, naturalizándolas como víctimas potenciales. Las propuestas se basan en decirnos qué no debemos hacer (autoestop, pasear por calles solitarias, usar el ascensor cuando van desconocidos ¿hombres?...) y con qué precauciones debemos vivir. Implica vivir con un grado de paranoia considerable: propone cosas como mantener encendidas varias luces de la casa para fingir que no vivimos solas.

Mediante el feminismo aprendí que a esto se le llama terror sexual, que enseñarnos a las mujeres a vivir con miedo a que nos violen (y sin cuestionar ese miedo ni aprender a defendernos) es una forma de mantenernos domesticadas.

Hablé de ello en el nº2 de la revista Cuadernos de eldiario.es, en forma de reportaje:

No vayas sola, te puede pasar algo

No vayas sola, te puede pasar algo

Las mujeres crecen entre mensajes que les alertan del peligro de ser violadas por la calle, pese a que la mayor parte de agresiones sexuales las cometen hombres conocidos. Se enseña a las chicas a tener miedo pero no a defenderse

Efectivamente, el consejo número 9 del Ministerio del Interior dice así: “Ante un intento de violación, trate de huir y pedir socorro. Si no puede escapar, procure entablar conversación con el presunto violador con objeto de disuadirle y ganar tiempo en espera de una circunstancia que pueda favorecer la llegada de auxilio o permitir su huida. Todo ello, mientras observa los rasgos físicos de su agresor, en la medida de lo posible”.

¿Procure entablar conversación? Esa sugerencia nos ha dejado estupefactas a más de una, como una lectora de Pikara, Ana Cuervo Pollán, que nos ha mandado un encendido artículo en el que critica el decálogo por paternalista y por meter miedo a las mujeres, y se dirige al señor ministro:

¿De qué se habla con un violador?

¿De qué se habla con un violador?“¿Qué se le dice a un violador? ¿De qué hablo? ”Disculpe usted señor violador, igual es que yo estoy equivocada pero creo que no debería obligarme usted a mantener una práctica sexual que no deseo“ ¿Sería algo así? ¿Y si no llegamos a un consenso, quién cede, señor ministro? (...) Yo no tengo nada que negociar con quien me humilla. Señor ministro, reclúyalo a él, no le deje andar solo, no deje de vigilarlo, contrólelo, promueva la educación sexual, a mí déjeme en paz con mi nombre en mi buzón y mis idas y venidas, que no soy yo la criminal, la maltratadora, la indeseable. Eduque en el respeto al cuerpo propio y ajeno. Y converse usted con el violador. A mí llámeme para combatir el patriarcado, no para ocultar mi nombre, no para no poder ser libre.

Con la última frase, Cuervo se refiere a la recomendación de poner solo la inicial, no el nombre de pila, en el buzón, para disimular que soy una mujer que vive sola: “Desde luego, cuando viva sola no tengo ninguna intención a renunciar a mi nombre. Porque todas las medidas dadas se resumen en eso: en que renunciemos a nuestra propia identidad y autonomía. En depender de un acompañante, de alguien que nos proteja y nos cuide a nosotras, criaturas vulnerables, frágiles e indefensas… Pues no me da la gana.”

En una sociedad en la que la violencia machista está a la orden del día, si las instituciones no promueven la autodefensa entre las mujeres, es porque nos prefieren indefensas, frágiles, aterrorizadas, sin más estrategias que esperar a que alguien venga a salvarnos. De eso nos habló Maitena Monroy, formadora de autodefensa feminista, en una entrevista que le hizo Itziar Abad:

“No te preocupes, cariño; ya estoy yo aquí para salvarte”

“No te preocupes, cariño; ya estoy yo aquí para salvarte”

“Construyendo imágenes de mujeres absolutamente vulneradas e incapaces de resolver su propia situación, el Estado tiene la legitimidad para hacerse con el patrimonio de sus vidas y para llevar a cabo una victimización secundaria que las deja al margen del proceso de superación de la violencia: ”No te preocupes, cariño. Tú no puedes, ya estoy yo aquí para salvarte“. Otra vez el príncipe, ahora convertido en Estado”.(...)

“Existe un control social que nos mete en el cuerpo ese terror sexual que nos paraliza y nos traslada la responsabilidad de ser víctimas de violencia. Así se crea la necesidad de auto-controlar nuestra forma de vestir, de actuar, de relacionarnos, de estar en el mundo… Esto es como la estafa económica a la que estamos asistiendo; no hay crisis, sino una instauración del miedo para disciplinar conductas, para impedir la movilización social”. (...)

“La autodefensa feminista nos pone en posición de sujetos en lugar de víctimas pasivas. Define la violencia como un problema estructural, ni personal ni individual, que tiene que ver con la vulneración de los derechos humanos de las mujeres y que requiere respuestas en todos los ámbitos. Además enfatiza que, tanto a nivel individual como colectivo, las mujeres tenemos recursos para actuar frente a esa violencia”.

En los talleres de autodefensa feminista, una aprende que la mayor parte de las agresiones sexuales no las cometen desconocidos por la calle. Las instituciones prefieren alimentar el fantasma del violador aterrador que nos va a asaltar en plena noche en vez de hablarnos de violencia sexual en el contexto de la pareja; de amantes que imponen prácticas sexuales o que se niegan a aceptar un no; de padres, padrastros, tíos, abuelos, profesores o curas abusadores de menores; de compañeros de militancia aparentemente pro-feministas que nos tocan el culo cuando se emborrachan y nos llaman frígidas cuando les decimos que no; de hombres con poder que nos acosan sexualmente en el trabajo... A la vez que se sobredimensiona una forma determinada de violencia sexual, se naturalizan e invisibilizan esas actitudes machistas cotidianas que coartan nuestra libertad sexual, que minan nuestra autonomía, nuestra capacidad de disfrutar de nuestra sexualidad y de defender nuestro placer.

La otra cara de naturalizar que las mujeres somos víctimas potenciales de violencia sexual es señalar a los hombres como agresores potenciales. A aquellos que nos acusan a las feministas de misándricas no parece indignarles que en el imaginario colectivo la sexualidad masculina se muestre como salvaje, incontrolable y peligrosa. Pensemos en series de televisión como 'Breaking Bad', 'Scandal' o 'Homeland'; en las tres, los protagonistas intentan abusar sexualmente de sus esposas o amantes.

Así que retomo la pregunta de Pol Galofre: “¿Hay más chicos a los que les moleste esta posición [de agresor potencial]? Puede que no sea esta la pregunta… ¿Hay más chicos que se den cuenta de que les han puesto en esta posición? ¿De los motivos por los que están en esta posición? ¿Y eso no nos hace saltar alarmas colectivamente?”

¿Alguna vez pensará alguna institución en enseñar a los hombres a no violar, no acosar, no atentar de ninguna forma contra la libertad sexual de las mujeres? Tomen nota de la campaña This is not an invitation to rape me, traducida por Escéptica.

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La entrevista a Maitena Monroy es uno de los contenidos que encontrarás en el nº2 de Pikara en papel, que contiene una selección de lo publidado en pikaramagazine.com en su segundo año además de contenidos inéditos. Lo puedes encargar aquí.

Nuestra compañera Sofía A. encontró un apartado en la web del Ministerio de Interior que contiene nueve recomendaciones para prevenir la violación. Obviamente (aunque no debería parecernos obvio), todas van dirigidas a las mujeres, naturalizándolas como víctimas potenciales. Las propuestas se basan en decirnos qué no debemos hacer (autoestop, pasear por calles solitarias, usar el ascensor cuando van desconocidos ¿hombres?...) y con qué precauciones debemos vivir. Implica vivir con un grado de paranoia considerable: propone cosas como mantener encendidas varias luces de la casa para fingir que no vivimos solas.