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No lo rodeó, pero lo puso en evidencia

Miles de personas siguen concentradas en Neptuno a primera hora de la noche. Foto: Juan Luis Sánchez

Juan Luis Sánchez

No fue una manifestación familiar. Ni una reivindicación festiva. Ni solfónicas, ni proyecciones, ni mareas. Ni grito mudo, ni símbolos, ni banderas. No hubo sofisticación ni ocurrencia. Se vieron pocas pancartas. Se cantó poco. El 25S fue directo, contundente y áspero. Desnudo, intenso y ruidoso. Más Grecia del 2011 y menos mayo del 68. Miles de personas dieron ese paso más allá que pedían los convocantes, se despojaron del miedo y soportaron la presión policial en los aledaños del Congreso hasta que las cargas terminaron con todo.

Desde el principio de la tarde empezaba a notarse que el rodeo masivo y literal de todo el perímetro policial iba a ser casi imposible. Nos encontramos con Carmen y con Eva desanimadas por el poco flujo de gente a primera hora de la tarde.

No sabían Carmen y Eva que a apenas 500 metros de ellas estaba terminando una asamblea con cientos de personas que luego acudirían para empezar a llenar Neptuno. En esa asamblea se dan detalles, mínimos, que hablan del tono de la protesta: se suceden discursos eufóricos o enfurecidos que arrancan aplausos y silbidos de apoyo. Solo algunos asistentes prefieren agitar las manos al aire.

Mientras tanto desde Plaza de España, por Gran Vía desembocando en Sol o en Alcalá, se bombea más apoyo, que acabaría llegando a Neptuno cuando parecía que la concentración había llegado a un modesto tope. Y sí, cuando todavía hay cientos de personas en otros puntos, Neptuno se llena.

Al otro lado del cordón policial, en la calle Cedaceros, se agolpan apenas unos cientos y tardan bastante en cortar el tráfico. Pero hay más en Sol, otros por Alcalá. Mucha gente, pero no suficiente para hacer un rodeo masivo. Salen los diputados de Izquierda Unida para unirse a la concentración en este punto, más seguro para ellos. Reciben pitos y aplausos pero en seguida se integran con el resto, dentro de lo que la atención mediática permite.

Dan las siete de la tarde. No hay mucho tiempo para más. En Neptuno, en la esquina del vallado, la policía decide abrir un poco para que un pequeño grupo de periodistas pueda pasar al otro lado. En ese momento, un grupo de jóvenes, algunos con la cara tapada, intentan colarse por este hueco y comienzan las tensiones. La Policía, ante la posible avalancha contra la valla, sale para interponerse entre ésta y la manifestación. La tensión crece. Comienza la carga.

La policía interviene contra toda la parte central de la primera línea de manifestación. Lo hace duramente y provoca heridos que tienen que ser trasladados en ambulancia. Los teléfonos móviles y las cámaras profesionales graban y fotografían material que va aflorando durante la noche y de madrugada. Se producen detenidos y circula la imagen de policías de paisano con el rostro cubierto metiendo arrestados en el furgón.

Pero hay otro detalle, de esos que hablan: la gente no se va. La gente no huye. A pesar de que a 10 metros está viendo cómo unos aporrean y algunos otros responden lanzando objetos, no se mueven. Mucha gente no ha venido por miedo, pero los que están se lo han dejado en casa. La intervención policial hace efecto llamada. La noche cae y Neptuno se llena por completo.

En alguna calle aledaña un grupo intenta montar una cadena humana para poco a poco conseguir ese simbólico rodeo. El intento se topa con la áspera, desnuda y ruidosa realidad: la de las vallas volando y las pelotas de goma. Son las nueve de la noche: los antidisturbios desalojan a empujones las calles por las que algo después pasarían los diputados en su salida del Congreso. Entre los empujados, manifestantes con escaño, como Alberto Garzón.

En Neptuno, justo en ese mismo momento también, se tensa el ambiente entre la policía y un grupo de manifestantes (para ver el vídeo a continuación, quizá tengas que tener tu cuenta de YouTube activa).

Rompe la carga definitiva y comienza la violencia, como se ve en este vídeo de Pablo Soto:

Se acabó aquí el 25-S. Comenzó el correcalles, lanzamiento de pelotas de goma y salvas, pedradas y botellazos de vuelta. Gente atrapada en calles sin poder entrar ni salir. Antidisturbios que no conocen Madrid y no saben muy bien cómo guiar a los peatones, que salen de un bar o vuelven a casa. Más cargas, más pelotazos para aquellos que se resisten a alejarse.

Las redes sociales empiezan a compartir rumores, datos y historias difíciles de creer. Los antidisturbios han realizado detenciones dentro del metro y han realizado cargas en los andenes de la estación de tren de Atocha.

Una pequeña y tranquila reunión en la Puerta del Sol decide ya de madrugada que mañana volverán a intentarlo. La manifestación podría haber sido más masiva, más plural y más coordinada, pero les queda un regusto a éxito porque han conseguido superar el miedo. Miran con preocupación, eso sí, el número de heridos y detenidos. Final agrio y dulce para una manifestación áspera, que nunca podría haber ocupado el Congreso, que tampoco lo rodeó del todo, pero que sí lo puso en evidencia.

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