Este viernes ha terminado oficialmente una campaña que es difícil fijar con precisión cuándo empezó. Colofón de un ciclo electoral en el que se han sucedido los comicios gallegos, vascos y catalanes, la carrera a la cita de este domingo de las europeas ha vuelto a estar sepultada por la refriega sin cuartel entre el Gobierno y la oposición en medio de maniobras judiciales que han jugado un papel protagonista.
Si se tira del hilo conductor del debate político de las últimas semanas se llega al 24 de abril. Ese día, un juez de instrucción desconocido para la opinión pública admitió a trámite una querella de la organización ultraderechista Manos Limpias contra Begoña Gómez. La decisión, que causó sorpresa por el poco fundamento de las acusaciones, se convirtió en la punta de lanza perfecta para la ofensiva del PP. Los de Feijóo situaron a la pareja del presidente del Gobierno en el centro de su estrategia de desgaste permanente a Pedro Sánchez, que llegó a retirarse cinco días de la vida pública para valorar si tiraba o no la toalla.
Oficialmente corría entonces el tiempo de la campaña electoral de las catalanas, toda una prueba de fuego para el PSOE y para el propio presidente tras la aprobación de la ley de amnistía. Sánchez no dimitió y la prueba en Catalunya la solventaron con nota. El triunfo claro de Salvador Illa y la derrota histórica del independentismo desactivaron la amnistía como elemento de desgaste para el Gobierno, voltearon el estado anímico de los dos grandes partidos y brindaron a los socialistas la oportunidad de retomar la iniciativa política.
Pedro Sánchez lo aprovechó con un impulso a los grandes temas de política exterior con capacidad para compaginar amplios consensos entre la opinión pública al tiempo que provocan desajustes y desconcierto entre los rivales políticos del PSOE. Si el viernes 24 de mayo arrancaba de manera oficial la cuenta atrás de las europeas, el lunes 27 recibía en la Moncloa al presidente ucraniano, Volódimir Zelenski, para firmar un acuerdo de envío de armas y munición por más de mil millones de euros para hacer frente a la ofensiva de Putin. Y al día siguiente, martes 28, España daba el histórico paso de reconocer al estado de Palestina en mitad de la matanza del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu.
Dos decisiones estratégicas de la política exterior española de tremendo peso y en plena campaña electoral de las europeas que consiguieron marcar la agenda entre las dudas del PP y Sumar y la escalada al monte de la ultraderecha. Los de Feijóo titubearon con el reconocimiento de Palestina ante la línea dura proisraelí difundida por referentes de la derecha como Aznar y Ayuso. Y los de Yolanda Díaz subieron el tono contra sus socios de coalición para criticar el envío de armas a Ucrania. Mientras, Santiago Abascal viajaba a Israel para estrechar la mano a Netanyahu el día después de una matanza en un campo de refugiados de Rafah.
De fondo había planeado además una crisis diplomática con Argentina a la que el Gobierno no quiso quitarle vuelo tras un cruce de declaraciones entre Javier Milei y el ministro Óscar Puente que acabaron con graves insultos del presidente argentino durante una visita a Madrid para participar en un acto ultra. Un episodio que acabó con la retirada de la embajadora española en Argentina y que en Moncloa confiaron también en poder rentabilizar electoralmente desde la estrategia de llamamiento al voto útil de toda la izquierda frente a la “internacional ultraderechista”.
Pero entonces, con el PP a rebufo de los grandes temas de política internacional, con la amnistía desactivada tras el resultado catalán y aferrado a una ofensiva contra Begoña Gómez que no alimentaban las novedades judiciales, llegaron novedades desde el Juzgado de Instrucción número 41 de Madrid. A cinco días de las elecciones, con un informe de la Guardia Civil que descarta ilícitos penales y sin escuchar a los testigos, el ya entonces famoso juez Juan Carlos Peinado decide anunciar la citación como imputada de Begoña Gómez. Aunque la llama a declarar a un mes vista el próximo 5 de julio, Peinado decide irrumpir en campaña y no posponer su anuncio.
La recta final de la campaña se convierte, lógicamente, en monotemática. Hasta tal punto es así que el PSOE, que insiste en la honradez de la pareja del presidente, decide pasar a la ofensiva contra la decisión judicial y a intentar hacer de la necesidad virtud. Al día siguiente de la imputación formal, Pedro Sánchez acudió de la mano de su esposa a un mitin en Benalmádena para hacer un llamamiento: “Pido a toda la gente de izquierdas que vaya en masa a votar al Partido Socialista para que gane la política sana y salga derrotada la política sucia”, dijo antes de dibujar una línea sobre la dicotomía que según el PSOE marca el 9J: “O se está con Milei, con Abascal, con Netanyahu, con Aznar y con Feijóo o se está del lado bueno de la historia que es donde está la socialdemocracia en España y en Europa”.
El día antes el presidente había publicado en sus redes sociales una carta, la segunda tras la que compartió para anunciar sus cinco días de reflexión. En su escrito, Sánchez señaló directamente la decisión del juez Peinado. “Habitualmente, se ha seguido la regla no escrita de no dictar resoluciones susceptibles de condicionar el desarrollo normal de una campaña electoral y, por tanto, el voto de los ciudadanos. En este caso, resulta evidente que esta práctica no se ha respetado. Dejo al lector extraer sus propias conclusiones”.
Con la bandera de autodefinirse víctima de “las guerras sucias” de las derechas, el PSOE está convencido de llegar en óptimas condiciones para incluso disputarle la victoria al PP este domingo. Una sensación de remontada que ha evolucionado de la mano de las encuestas en las últimas semanas y hacía rebosar de optimismo a Pedro Sánchez este viernes en el cierre de campaña socialista en Fuenlabrada. “Están pidiendo la hora y dicen que salen a empatar el partido.¡ Pues lo van a perder! Tengo unas ganas de darme el gustazo de ganarle a Feijóo y a Abascal que estoy contando las horas”, clamó el líder del PSOE.
“Ahora o nunca” para el PP
Desde antes de la irrupción del juez Peinado, el PP ya se había marcado este 9J como un “plebiscito” sobre el Gobierno de Pedro Sánchez y su continuidad. En realidad, otro más, tras el que perdieron el 23J y tras cada convocatoria electoral de 2024. “Ahora o nunca”, dijeron los populares en el arranque de la campaña de las europeas. Un lema que ha guiado la estrategia de Feijóo, quien pidió el pasado 26 de mayo en Madrid y ante decenas de miles de personas la dimisión del líder socialista y la convocatoria de elecciones generales.
Desde principios de año, Feijóo planteó el ciclo electoral de este 2024 como una prueba de su proyecto de oposición, convencido de una concatenación de éxitos en las urnas. Pero lo que empezó con un rotundo triunfo en Galicia ha ido decayendo hasta terminar la campaña de las elecciones del domingo alertando a los suyos del riesgo de un “empate” con el PSOE. Una expresión que no ha gustado a todos, como dejó claro este viernes la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.
Feijóo ha criticado en las últimas semanas la “pinza” del PSOE y de Vox, una “polarización” que, aseguran en el PP, limita sus opciones en las urnas al cortar su posibilidad de crecimiento hacia su derecha y hacia el centro. A la vez, el líder del PP ha abierto la puerta a pactar en Bruselas con la ultra Giorgia Meloni y ha coqueteado con una moción de censura que precisaría del apoyo de los independentistas.
En el PP contienen la respiración ante un resultado más ajustado de lo previsto y con la incertidumbre de cuál debería ser la estrategia de oposición a partir del domingo si no obtienen una victoria clara. “El domingo no bastará, pero sin el domingo no vamos a conseguir el cambio político en España”, dijo Feijóo en el cierre de Valencia.
Sumar y Podemos miden sus fuerzas
Si la campaña del 23J estuvo marcada por la unidad de la izquierda a la izquierda del PSOE, con una coalición inédita de fuerzas, un año después ese espacio político va a las elecciones partido en dos y con las expectativas a la baja. Aunque Sumar ha tratado desde el principio de alejar la idea de que estos comicios son sobre todo una batalla con Podemos que dirima qué partido tiene más fuerza, hacia la mitad de la campaña su candidata, Estrella Galán, llegó a decir que su rol en Bruselas no era el de salvar ningún partido ni situación personal, en clara referencia a Irene Montero.
En Podemos, sin embargo, siempre han tenido claro que estos comicios son esenciales para el futuro de su formación política y algunas fuentes incluso han deslizado durante la campaña que podrían ser las primarias que no hubo para la coalición del 23J.
Paradójicamente, la candidatura de Irene Montero apenas ha entrado al choque con Sumar durante toda la campaña y ha preferido reivindicar a Podemos como la única fuerza de izquierdas. “La izquierda se tiene que poner en pie”, ha repetido la exministra de Igualdad en sus discursos.
Podemos ha centrado su campaña en mensajes muy ideológicos y en banderas tradicionales de la izquierda. Con una idea central: la paz. “Tenemos que llenar las urnas de votos para romper esa gran coalición de la guerra”, reclamó Irene Montero en el acto central, en Barcelona.
Las encuestas muestran una tendencia ascendente desde hace unas semanas para la formación que lidera Ione Belarra y según los sondeos más optimistas podría lograr hasta dos escaños. Mientras tanto, Sumar ha seguido la senda contraria y si hace semanas los sondeos les situaban en el 10%, las últimas encuestas les dejan con cuatro puntos menos.
Encuestas como el CIS detectan una fuga de votos de la coalición de Yolanda Díaz hacia el Partido Socialista que en Sumar han tratado de taponar acentuando los mensajes contra su socio de Gobierno. “Cada cual que escriba las cartas que quiera. Pero todas sabemos que para que se escriban en el BOE más avances sociales, más derechos feministas, hace falta Sumar. Somos nosotras quienes conseguimos que se pase de las palabras a los hechos”, dijo este mismo miércoles la cabeza de lista de la coalición, Estrella Galán, en un acto en Madrid.
La correlación de fuerzas de la izquierda, la irrupción de nuevas candidaturas ultras, el liderazgo de Feijóo o el eterno plebiscito sobre Pedro Sánchez tendrán veredicto el domingo por la noche en clave de política nacional. Pero son el cambio climático, la política de defensa, de agricultura, de agua, migratoria o fiscal las que están en juego en realidad este 9J ante la posibilidad cierta de que el ascenso de la ultraderecha imponga una agenda de retrocesos en el proyecto europeo. Justo los temas que han sido sepultados por la gresca política local y por las estrambóticas decisiones de un ya famoso juez de instrucción.