Sanz Roldán, “el astuto”: adiós a la década de poder en la sombra del jefe del CNI
El síndrome del teléfono en silencio promete irrumpir en la vida de Félix Sanz Roldán de forma intensa a partir del próximo sábado. Será entonces cuando el general pase de ser la persona con más información en España a un jubilado de las Fuerzas Armadas. Sanz Roldán saldrá por la puerta del Centro Nacional de Inteligencia con 74 años, finalizado su segundo mandato y sin sustituto. La secretaria general, Paz Esteban (Madrid, 1958), en los servicios secretos desde 1983, ocupará de forma interina el cargo hasta que se forme gobierno y el próximo presidente decida quién lleva las riendas de la Inteligencia española.
La década que Sanz Roldán ha pasado al frente del servicio secreto, unido a que haya logrado mantenerse en el cargo durante tres gobiernos de dos signos, engrandece la sombra de poder que proyecta el general. La ley obliga a que sea el próximo ejecutivo, no uno en funciones, quien nombre a su sustituto o al propio Sanz Roldán. Al general no le desagradaría seguir al frente del CNI, aseguran en su entorno, una posibilidad que sin embargo descartan desde el propio Centro.
Más allá de las especulaciones propias que fomentan las siglas que aún dirige, puede decirse que los principales éxitos del general se concentraron en la primera parte de su mandato, con la pacificación del Centro tras la etapa de Alberto Sáiz y la derrota de ETA. Los últimos años han registrado episodios controvertidos, como el fracaso de las urnas en Catalunya o su intercesión en el conflicto personal de Corinna Larsen con su antiguo amante Juan Carlos I.
Sanz Roldán llegó a un CNI convulso por la gestión de Alberto Sáiz, una elección caprichosa de José Bono para poner al frente del servicio de Inteligencia al director de Medio Ambiente en Castilla-La Mancha. La paciencia se agotó, los resortes internos se activaron y ‘El Guardabosques’, como le apodaban los agentes del CNI, acabó dimitiendo. El diario El Mundo había contado cómo Sáiz utilizó el cargo en beneficio propio (viajes, reformas de su casa…) y la agencia Europa Press desveló que tres agentes del CNI en Cuba habían sido expulsados de la isla.
Con Carme Chacón ya al frente de Defensa, Zapatero optó por un general ya conocido. Sanz Roldán había sido jefe del Estado Mayor de la Defensa (JEMAD) y en el verano de 2009 ejercía como Alto Representante para la Presidencia de España ante la UE. Con gran habilidad en el trato, el general logró pacificar –“normalizar”, prefiere un veterano agente- la situación en el seno del CNI.
A los dos años de la llegada del general a la jefatura del Centro, una ETA debilitada por los continuos golpes policiales declaraba el fin definitivo de la violencia. Las informaciones periodísticas sobre los descabezamientos en Francia nunca aludían al CNI. Sin embargo, el servicio secreto fue clave en la mayor parte de aquellos golpes a la organización terrorista, ya fuera el descabezamiento del aparato militar -especial dificultad conllevó apresar a Txeroki- como otras operaciones menos llamativas pero claves en la derrota de la banda. Es el caso de la desarticulación del grupo de abogados que imponía las órdenes de ETA en el colectivo de reclusos. En aquella primavera de 2010, ETA, por número, era fundamentalmente sus presos.
El CNI mantuvo puntualmente informado a La Moncloa de la guerra civil que se vivió en la cúpula de ETA, de lo que estaba ocurriendo en el seno de Batasuna, del debate interno y de los planes del sector de Otegi para desembarazarse del liderazgo de ETA desde tiempo antes, en contra de lo que aireaban algunos medios conservadores acerca de una estrategia de engaño por parte de la izquierda abertzale.
El primer artículo de la Ley reguladora del CNI, de 2002, establece que el Centro es “responsable de facilitar al presidente del Gobierno y al Gobierno de la Nación” sus análisis, averiguaciones o peligros existentes. Sanz Roldán ha tenido la habilidad para entrar en el despacho del presidente con tres inquilinos diferentes: Zapatero, Rajoy y Sánchez.
Dos responsables de la seguridad del Estado en la época socialista le recuerdan como “leal colaborador” y “servidor del Estado”. Rajoy, por su parte, le mantuvo seis años en el cargo. Esa capacidad de supervivencia, agigantada por el agotamiento de su mandato, ya con el PSOE de vuelta al poder, han acentuado su fama de “astuto” o “ladino”, según se pregunte a admiradores o a personas que no le profesan simpatía. “Seductor”, incluso, si se atiende a los encuentros que de vez en cuando mantiene con los periodistas, para los que reserva alguna anécdota del Servicio de Inteligencia con el que encandilar a su audiencia mientras escapa de aludir a los asuntos nucleares. En esos encuentros, el general no se cansa de repetir que el Centro siempre actúa amparado por el magistrado del Tribunal Supremo asignado, encargado de autorizar intervenciones telefónicas o cualquier otra medida que afecte a derechos fundamentales.
En los pasillos de Moncloa
De la penúltima época destaca su relación con Soraya Sáenz de Santamaría. El PP devolvió la adscripción del CNI a Moncloa, toda vez que la modernización del Centro y la mayoría de personal civil hacía difícil justificar su dependencia al Ministerio de Defensa. La estrecha relación con la vicepresidenta -por los pasillos de Moncloa se aludía a Sanz Roldán como “el general” o “Felisuco” indistintamente-, desató las teorías de la conspiración respecto a los manejos de ambos.
Aquellas críticas estuvieron alimentadas por el sector del Consejo de Ministros, compuesto por los amigos personales de Rajoy, enfrentados a Sáenz de Santamaría. Si bien, en el caso de Jorge Fernández Díaz alcanzó un enconamiento especial. La brigada política excedía las funciones de la Policía y perpetraba la Operación Catalunya. A aquel grupo de agentes pertenecía el comisario José Manuel Villarejo, enfrentado ya al CNI e implicado en el caso del Pequeño Nicolás, el joven que había intentado vincularse al Centro y acercarse personalmente a la vicepresidenta.
Catalunya también es la piedra en el zapato del mandato de Sanz Roldán al frente del CNI. Y, concretamente, la palabra que se ha vuelto maldita en la Cuesta de las Perdices: urnas. El secretario de Estado de Seguridad durante el 1-O, José Antonio Nieto, explicó el pasado octubre en una entrevista a Vozpópuli: “Yo creo que en este caso el CNI tenía alguna pista cierta a la que le dio valor sobre dónde podían estar (las urnas) y en el reparto de tareas con Policía y Guardia Civil esa parte se la reservó el CNI. No creo que fuese una decisión política, sino una decisión de reparto de tareas”.
A pesar del disfraz del término “la culpa no es de nadie”, la pulla de Nieto es evidente. Como es costumbre, el Centro no ha contestado. Fuentes extraoficiales confirman, sin embargo, la existencia de esa pista, ubicada en el sur Francia, y reparten responsabilidades con los servicios de Información de Policía y Guardia Civil por no haber interceptado las urnas. Se enfrentaban, dicen, a un fenómeno nuevo que pasaba por la implicación de cientos de personas sin antecedentes en que las urnas llegaran a los colegios el 1-O. “No se puede pinchar el teléfono a media Catalunya”, resumen gráficamente.
“El Troll” del comisario Villarejo
A su pesar, Sanz Roldán se ha visto una y otra vez en los titulares por culpa del comisario Villarejo. El policía le considera responsable de su caída en desgracia. Una de las innumerables querellas del comisario incluyó la acusación de que el general había filtrado a los medios una foto suya. La Fiscalía pide ahora dos años de cárcel al comisario por injurias y denuncia falsa.
Lo único cierto es que después de décadas actuando en la sombra, el comisario Villarejo comenzaba a aparecer en distintas causas judiciales en la que participaba el Centro y el consecuente foco mediático le desproveía de su manto de impunidad. Por una de esas causas, la grabación ilegal a unos polícias y agentes del CNI mientras abordaban el caso del Pequeño Nicolás, el Ministerio Público le pide cuatro años de cárcel. Fuentes de la Operación Tándem, la causa que mantiene en prisión a Villarejo desde noviembre de 2017, admiten la colaboración del CNI en los primeros compases de esas pesquisas.
La obsesión de Villarejo y sus socios en esa presunta organización criminal queda en evidencia en una de las conversaciones que grababa el policía y que le fueron incautadas. Adrián de la Joya, miembro de la jet, histórico socio del comisario e imputado como él por organización criminal, aparece en uno de esos audios temeroso de que “el Troll” acabe con su residencia en Suiza, clave para ejecutar sus turbios negocios. “El Troll” es el apelativo que la banda de Villarejo dedica a Sanz Roldán. “Eso es imposible. Imposible. El Troll no tiene capacidad para eso. Tendría que utilizar a la Guardia Civil o a la Policía”, intenta tranquilar Villarejo a su socio.
El comisario en prisión ha utilizado la figura de Corinna Larssen para atacar a Sanz Roldán. El general tuvo que reconocer ante la comisión de secretos oficiales del Congreso que viajó a Londres para hablar con la comisionista amiga del rey. Su entorno asegura que eran momentos complicados para una de las instituciones del Estado que el CNI tiene obligación legal de proteger. El jefe del servicio secreto español había reconocido su implicación en el turbio asunto que amenazaba al rey. No en vano, en unas grabaciones realizadas por Villarejo a Larssen, esta atribuye varios delitos al monarca emérito. “No distingue lo legal de lo ilegal”, llegaba a decir. Sanz Roldán trasladó a los diputados que la princesa le pidió protección, en contra de lo que ella ha asegurado, que el CNI la espió y el general en persona la amenazó.
Las habilidades personales de Sanz Roldán han servido para potenciar una de las cualidades del Centro Nacional de Inteligencia, sus excelentes relaciones con otros poderosos servicios de inteligencia extranjeros. Esta faceta ha resultado vital en operaciones en el extranjero, como la liberación de periodistas españoles secuestrados por los yihadistas. El punto negro, el atentado de Barcelona que ningún servicio de Información logró evitar. Fuentes de la lucha antiterrorista confirman que la sigilosa tarea que el CNI desarrolla en la lucha contra la amenaza fundamentalista permiten neutralizar todos los años varias amenazas serias a España, admiten fuentes de la lucha antiterrorista.
El director del CNI está interesado en dejar como legado el avance que durante su mandato ha vivido la lucha contra los ciberataques en España, una amenaza a la economía y la seguridad de primer orden que combate fundamentalmente el Centro Criptológico Nacional (CCN), perteneciente al CNI. Precisamente, el Centro investiga en las últimas horas el posible 'hackeo' de las cuentas de correo de los miembros del tribunal del procés.
El pasado jueves, a una semana de dejar el cargo, Sanz Roldán hizo la que probablemente sea su última intervención pública. En un foro sobre ciberseguridad organizado por elindependiente.com, Sanz Roldán explicó que de los 38.000 ciberataques sufridos en España durante 2018, 180 fueron “críticos” y nueve de ellos “muy críticos”. “El que no ha sufrido ya un ciberataque es que no es nadie”, bromeó el general haciendo una vez más uso de su proverbial habilidad para satisfacer a los que le escuchan.