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Alberto Garzón recentralizará IU para transformarla de partido en movimiento

Alberto Garzón, durante su primer discurso como coordinador federal en junio de 2016.

Aitor Riveiro

Izquierda Unida nació en 1986 con el objetivo de aglutinar al inmenso movimiento social que se había opuesto a la entrada total de España en la OTAN y que estuvo a punto de ganar el referéndum que se celebró ese mismo año. El PCE, principal impulsor de la coalición, apostaba por ampliar sus márgenes ideológicos y organizativos. Pese a las muchas resistencias, IU se convirtió en una realidad. 32 años, 11 Asambleas Federales y otra más de Refundación después, la actual dirección que comanda Alberto Garzón ha decidido recentralizar la estructura orgánica de IU que, en su opinión, ha derivado en un partido clásico pendiente de las contiendas electorales dejando de lado su papel de herramienta de empoderamiento popular.

La militancia de IU aprobó en la XI Asamblea Federal de 2016, en la que Garzón fue elegido coordinador de la coalición, que la organización fuera más ágil y más pegada a la calle para lograr la llamada “unidad popular” con una misión: crear un bloque político y social. El documento político de Garzón, que ganó por abrumadora mayoría, señalaba expresamente: “La IU resultante de la XI Asamblea debe ser una organización en transición hacia un nuevo movimiento anticapitalista, ecologista y feminista que esté volcado en los conflictos sociales”.

El mandato de Garzón llega este verano a su ecuador y es el momento elegido para comenzar con un proyecto que, de resolverse como está previsto, modificará la estructura de IU para asemejarla más al Partido Comunista que lideró la lucha contra el franquismo que a la maquinaria electoral en la que se convirtió después.

El plan trazado por la dirección se ha plasmado en un documento que ha sido filtrado este jueves a El Mundo y a la cadena Ser. Todavía debe ser refrendado por los órganos del partido y, en última instancia, por la militancia, en el habitual doble camino de ida y vuelta que hace IU con sus propuestas internas.

La aprobación de la hoja de ruta comienza este mismo sábado y tendrá una primera parada en la Asamblea Político y Social del 12 de mayo, en la que también está previsto aprobarse el acuerdo marco de alianza electoral con Podemos para las próximas convocatorias. Después, se convocará este mes de julio una asamblea extraordinaria par definir el nuevo modelo organizativo y aprobar unos nuevos estatutos. El proceso no se cerrará hasta 2020.

Bajo el título Propuestas e hitos para la construcción del MPYS (Movimiento Político y Social), el borrador del documento, al que ha tenido acceso eldiario.es, plantea la necesidad de recentralizar la organización interna de la coalición para “abandonar la estructura de partido político clásico y avanzar hacia el MPyS”. El texto, que será debatido y aprobado este sábado en la Coordinadora Federal asegura que “no se puede volver a generar una refundación fracasada que desanime a nuestra militancia y que transmita el mensaje de que seguimos siendo un partido político clásico”.

Fin de las federaciones, centralizar los ingresos y control de los cargos

La hoja de ruta definida abre un “oroceso de desaparición de las personalidades jurídicas de las federaciones” que componen IU.

La estructura del partido es hoy una mezcla de organizaciones con diferentes nombres y roles. IU es una coalición que aglutina diferentes partidos (PCE, Izquierda Abierta, Izquierda Republicana y el Partido Feminista, entre otros). Además, algunas de sus federaciones regionales tienen también la personalidad jurídica de partido independiente y coaligado, como es el caso de Andalucía, la Comunidad Valenciana o la ya expulsada IUCM. Por último, Galicia o Murcia comparten CIF con la dirección y no tienen entidad jurídica propia.

La dirección de Garzón quiere simplificar este galimatías orgánico y ofrece dos opciones a sus federaciones: disolverse en la estructura federal de IU o abandonar las siglas de la coalición y registrarse como un partido netamente independiente, que puede mantenerse en la coalición.

Este proceso, quizá el más polémico, está en un momento muy embrionario y no se zanjará hasta dentro de dos años, en el marco de la XII Asamblea Federal.

Garzón y su dirección apuestan así por recuperar una suerte del centralismo democrático comunista promulgado por Marx y Lenin y que tanto éxito ha cosechado históricamente en partidos de toda índole ideológica en toda Europa.

Este proceso tiene sus estribaciones. Por ejemplo, en la financiación de IU. El documento apunta que “los recursos de la organización están al servicio de toda la organización” y plantea como prioritario “resolver la deuda de Izquierda Unida”. “Un MPyS que pretende cambiar la sociedad no puede tener deuda bancaria”, señala el borrador, que plantea “modificar los estatutos para señalar mecanismos que permitan centralizar recursos si así fuese necesario”.

El plan pasa por reformular el sistema de cuotas de tal manera que los ingresos se distribuyan entre las organizaciones federales y la central. La cuota para los afiliados se establece en “cinco euros al mes” que se distribuirán “asignando a la dirección federal un tercio y los dos tercios restantes lo distribuirán las Federaciones”.

La última pata de la recentralización pasa por ampliar la “dependencia y vinculación orgánica de los grupos institucionales a la organización”, de tal manera que los diputados europeos, estatales y autonómicos y los concejales de IU se deban más a las decisiones de los órganos del partido.

La dirección de IU quiere, en este sentido, fijar en los estatutos un techo salarial para sus cargos, ya sean electos, públicos o internos: “La aplicación de 3 SMI como salario máximo es de obligado cumplimiento para todos los cargos públicos y orgánicos de IU”.

Menos burocracia y más activismo

De aprobarse el documento de Alberto Garzón y su dirección, IU caminará además hacia un proceso que le reste burocracia interna y camine hacia un activismo más plural, que permita una relación más fluida entre los órganos, los afiliados y las personas sin militancia que se integra en los movimientos sociales.

La idea es crear la figura del “activista afiliada” para quiere “facilitar la construcción del movimiento político y social”. En lugar de que militantes de IU vayan luego a los movimientos sociales el planteamiento es el inverso: que personas de los movimientos decidan integrarse también en IU. Para ellas, la cuota sería de 24 euros anuales.

La dirección también quiere habilitar la afiliación telemática e imponer el sufragio universal entre militantes para todas las escalas de decisión.

Por último, IU quiere modificar su actual estructura sectorial. Las actuales “áreas” pasarán a ser “redes” de activistas “como germen de la construcción del Movimiento Popular”. “Las redes deben ser un colectivo de personas (militantes de IU y no militantes) que se organizan de forma horizontal en torno a temas que les interesen y cuyo papel es el impulso del bloque social y político”, señala el documento.

Críticas desde los sectores minoritarios

Los planteamientos de Garzón y su dirección tienen cierta contestación dentro de IU, aunque el coordinador federal ganó la XI Asamblea con un apoyo muy mayoritario.

Fuentes de Izquierda Abierta [el partido fundado por Gaspar Llamazares tras perder el liderazgo de IU) consultadas por eldiario.es, consideran que el planteamiento del documento “es incompatible” con “la tradición” de IU y que “debilitará bastante a la organización de cara al encuentro con Podemos”. Desde este partido, cuya candidatura quedó tercera en la última asamblea, creen que “una cooperación competitiva y sana iría mejor a los objetivos de refuerzo de la unidad popular”.

Las mismas fuentes plantean que este paso, de darse, supondrá un “empobrecimiento del espacio de IU”, un “155 político sobre federaciones díscolas”. También lamentan que el debate “se cerrará en un corto espacio de tiempo a pesar de que modifican de forma trascendental” a la organización.

En 2015, en una entrevista con eldiario.es, Garzón ya planteaba la necesidad de “corregir determinados errores que se cometieron a lo largo de la Transición, configurando al PCE como una maquinaria electoral, dejando de lado el principal fundamento de un partido comunista, que es alcanzar lo que Gramsci llamaba la hegemonía”. También en este medio el primero coordinador de IU, Gerardo Iglesias, apostaba por ese camino. Y señalaba: “Alberto Garzón retoma algunos de los principios que daban fundamento al origen de IU”.

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