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Casado arenga a los barones del PP y dice que la crisis es una oportunidad que no se puede desaprovechar

Teodoro García Egea y Pablo Casado, este lunes, durante la Junta Directiva Nacional del PP.

Iñigo Aduriz

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Prácticamente desde que se inició la pandemia, el líder del Partido Popular, Pablo Casado, puso en marcha una feroz campaña contra el Gobierno progresista por su gestión de la crisis sanitaria. El PP acusa al Ejecutivo de “mentir”, de haber actuado “tarde y mal” e incluso de tomar decisiones a sabiendas de que éstas podían generar más contagios y fallecidos, como con la permanente alusión a las marchas del 8M.

Casado responsabiliza al Gobierno en exclusiva de las muertes provocadas por el coronavirus, obviando en todo momento que su propio partido gestiona con plenas competencias la Sanidad y las residencias de ancianos –uno de los principales focos de fallecidos– en las comunidades en que gobierna, incluida Madrid, la región del país donde se acumula un mayor porcentaje de muertos y contagiados.

Este lunes el líder del PP reconocía en público por primera vez que detrás de toda esa estrategia de ataque al Ejecutivo está su intento de obtener rédito político de la pandemia que ha causado al menos 27.000 fallecidos. Animado por las últimas encuestas que auguran un leve crecimiento de apoyo para el PP, el líder de los populares cree que las consecuencias de la crisis pueden servirle para tumbar al Ejecutivo, consolidando además a su partido como “la única alternativa posible” a la coalición de PSOE y Unidas Podemos, en un contexto en el que la derecha sigue partida en tres –PP, Vox y Ciudadanos, que además ha decidido sumar los votos a los del Gobierno para sacar adelante los últimos decretos de ampliación del Estado de Alarma–.

“Esta crisis, además de sufrimiento y dolor, está generando también un capital nacional en forma de responsabilidad, moderación y cuidado mutuo que no tenemos derecho a desaprovechar”, decía Casado este lunes a los principales líderes de su partido, incluidos los barones territoriales, reunidos por primera vez de forma telemática en la Junta Directiva Nacional.

“Un sacrificio lleno de futuro”

“Tenemos que convertir todo este dolor en un sacrificio lleno de futuro, debemos hacer que este sufrimiento sea la tierra fértil de un nuevo tiempo de progreso y unidad. Tenemos que conjurarnos para hacer juntos algo tan bueno como para que jamás pueda decirse que nada de lo que vamos a perder en estos días haya sido una pérdida inútil”, remachaba.

“Insisto, ningún dolor, ninguna pérdida pueden ser inútiles. Tenemos que hacer de esta tragedia el inicio de la mejor España posible, y no una nueva oportunidad para quienes pretenden destruirla”, zanjaba, haciendo alusión a los socios nacionalistas e independentistas que permitieron a PSOE y Unidas Podemos formar su Gobierno de coalición.

El presidente nacional del PP verbalizaba esa pretensión de utilizar la crisis con fines partidistas durante su discurso ante la plana mayor del partido que, según fuentes de la dirección popular, cerró filas en torno a su líder. Su mensaje corona la estrategia de ruptura total con el Gobierno que Casado adoptó a finales de abril.

Fue entonces cuando el líder de la oposición dejó de apoyar al Ejecutivo en las sucesivas prórrogas del estado de alarma que sí apoyaban algunos presidentes autonómicos de su partido, se desvinculó de la gestión de la epidemia y se desmarcó de prácticamente todas las decisiones que ha ido adoptando el Gobierno para hacer frente al virus, incluidas las referidas a las ayudas sociales o las aprobadas para estimular la economía.

El PP como “punto de encuentro”

En todas sus comparecencias públicas, Casado acusa una y otra vez al Gobierno de “mentir y perjudicar a España” durante la crisis, trata de vincular al Ejecutivo con una dictadura, y le llama “ineficaz” e “incompetente”. “España no se merece este Gobierno” o “los españoles merecen un Gobierno que no les mienta” –parafraseando al exlíder del PSOE Alfredo Pérez Rubalcaba– son algunas de las frases que ha repetido el líder del PP en las últimas semanas, sin llegar a reconocer, como sí hizo este lunes, que la crisis puede ser una suerte de “tierra fértil” para poner en marcha su proyecto político.

A las puertas de la campaña de las elecciones gallegas y vascas del 12 de julio, el mismo Casado que el pasado miércoles acusó en el Congreso al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, de “arrogancia”, “mentira”, “sectarismo” o “populismo”, le llamó “pirómano” y volvió a vincular con ETA y Venezuela, presentaba este lunes a su partido como el “punto de encuentro de la España razonable y moderada” así como “la gran plaza mayor de la España constitucional”.

“Ser moderado es ajustar las palabras y los actos a la realidad de lo que ocurre”, apuntaba ante los principales dirigentes del PP, tratando de justificar así la estrategia de la crispación que ha caracterizado su discurso en los últimos meses. “No voy a liderar un PP desestabilizador ni bronco, pero no voy a liderar un PP ingenuo ni cauto”, añadía. “Voy a defender un PP firme, en su sitio, centrado, propositivo y realista”.

Casado también negaba la constante pugna interna entre los sectores centristas y el ala más a la derecha de su partido: “No hay un PP duro y blando, hay un PP. Es un debate falso”, aseguraba durante la Junta Directiva. A su juicio, “el proyecto del PP es el que España necesita, es un imperativo moral”. Por eso no dejará de atacar al Ejecutivo, aunque para ello tenga que recurrir a las descalificaciones de las últimas semanas. “No podemos renunciar a nada de lo que nos corresponde como oposición. Decir que este es un Gobierno peligroso es nuestra obligación y la vamos a cumplir”, remachaba.

“El Gobierno más ultra de la historia”

En su opinión, “no se puede gobernar contra media España, pero tampoco se puede ser oposición contra la otra media”. Y por ello pedía un PP “abierto de par en par, abierto a todos los españoles”, y que dé “visibilidad a la España razonable y moderada”. Su partido, según Casado, es el “punto de encuentro de esa gran mayoría que se olvida”, una “mayoría centrada, con calendario de ambiciones”. “Necesitamos un PP ampliado, más popular y menos partido”, añadía, mencionando esa vieja pretensión de reunificar en el PP a los votantes fugados en los últimos meses a Vox o Ciudadanos.

Casado no identifica su estrategia con la política de la crispación. A su juicio, es Sánchez el que quiere hacer del PP el “retrato de la derecha dura, crispadora, desagradable” e instalada “en el 'no es no'” con el objetivo de “neutralizar” su labor de oposición y “blanquear el Gobierno más ultra de la historia”. “Tenemos evidencias más que suficientes de que Sánchez ha empezado ya a bombear la vieja receta de la crispación”, concluía, apenas unos minutos después de acusar al Ejecutivo de “falta de prevención y falta de eficacia”, así como de vincularlo con “la mentira y la ocultación”.

“Decir que este es un Gobierno peligroso para los derechos y el dinero de los españoles es nuestra obligación y la vamos a cumplir, porque la necesidad de mantener cautelas sanitarias para evitar una enfermedad contagiosa no puede ser la coartada para dar carta de naturaleza a la anormalidad que en sí mismo constituyen las alianzas que han permitido gobernar a Sánchez”, zanjaba.

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