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El primer debate reafirma los dos bloques y Rivera gana terreno a Casado

Casado, Sánchez, Rivera e Iglesias en el debate a cuatro de RTVE.

José Precedo

Tras varias semanas de debate sobre el debate, por fin anoche llegó el debate electoral. La ida en TVE que este martes tendrá continuación en Atresmedia. De estar en el aire todos los formatos, esta campaña pasó a programar dos en 24 horas con los candidatos de los cuatro grandes partidos. Por el camino quedó arrasado el prestigio de la administradora única de la corporación, Rosa María Mateo, que trató de adecuar la fecha a la que quería el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Pero el incendio en la cadena pública es un asunto que deberá abordarse ya después del 28 de abril.

Ese era el contexto a las 22:00 cuando el moderador, Xabier Fortes, puso el cronómetro a cero en los estudios de Prado del Rey y dio la palabra a Albert Rivera. Y el contexto, o lo que es igual, las expectativas creadas, es imprescindible para evaluar un debate. El candidato del PSOE, Pedro Sánchez, llegaba a la cita como líder en todas las encuestas pero también con el sambenito de no querer debatir: había elegido un único formato en Atresmedia que incluía a Vox para escenificar su pelea contra las tres derechas -prohibido finalmente por la Junta Electoral Central- mientras todos sus rivales aceptaron además el de TVE. Dicho de otro modo, la gestión de los debates y los errores de su propio gabinete habían colocado al presidente del Gobierno a la defensiva, por primera vez en la campaña.

A juzgar por lo visto en los 90 minutos de ataques de la derecha en todos los bloques -política económica, social, territorial y sobre todo en el capítulo de pactos- el candidato socialista sale de TVE igual que entró, si acaso con algún rasguño. Y el aspirante al trono Casado no solo no logró noquear al inquilino de La Moncloa, ni siquiera logró imponerse al candidato que le disputa los votos en la derecha, Albert Rivera.

En el asunto catalán, Sánchez evitó responder a las sucesivas preguntas de PP y Ciudadanos sobre hipotéticos indultos a los independentistas recordando a Casado y Rivera que son “licenciados en Derecho” tras invocar la separación de poderes. “No puede haber un indulto preventivo ni tampoco la negación preventiva del indulto”, fue su única respuesta a la insistencia de sus interlocutores.

La pelea feroz en la derecha del tablero no pasa por enfrentarse entre ellos en un plató de televisión sino, tal y como Ciudadanos y PP han concebido la campaña, por zurrar lo más fuerte posible a Pedro Sánchez, el PSOE, los independentistas, Otegi y hasta a ETA, dando a entender que todo forma parte de lo mismo. Anoche no fue distinto, aunque Rivera lanzó los primeros zarpazos al PP y sin Vox en el plató Casado moderó algo su tono. “Se me caía la cara de vergüenza estos días viendo a [Oriol] Junqueras diciendo que apoyaría a Sánchez a cambio de indultos. Qué no hará Sánchez para seguir en el poder”, dijo el dirigente del PP. En realidad, Junqueras no había dicho eso, pero hace tiempo que en el debate sobre el independentismo se perdieron los matices.

Albert Rivera, que lució pulsera rojigualda en la muñeca y llegó a instalar durante el tramo final del debate una foto en su atril de Sánchez reunido con el presidente catalán, Quim Torra, -el líder socialista le preguntó por qué no eligió la de Colón-, siguió la misma senda: “El día que se declaró la independencia estaba en el despacho, se me saltaron las lágrimas de ver que se daba un golpe de Estado. A mí me duele España, a Sánchez no le importa”.

La cita del líder de Ciudadanos a Miguel de Unamuno encontró respuesta de Pablo Iglesias. “A mí me duele España cuando vemos las estadísticas de desigualdad. Hay gente que nos ve que se emociona con símbolos distintos. Si tuviéramos que preguntarnos qué une a todos esos ciudadanos, podríamos encontrar ejemplos: cuando uno va a un hospital no le preguntan si es de derechas o de izquierdas”, respondió el candidato de Podemos. No era la primera vez que Iglesias trataba de colar en el debate las políticas sociales que, según repite en campaña, solo su partido puede garantizar si tiene los suficientes diputados para condicionar la mayoría.

Iglesias ya había consumido varios turnos de su debate para invocar artículos de la Constitución que garantizan servicios sociales -pensiones, vivienda digna- sin lograr que nadie replicase a sus planteamientos sobre la intervención en el mercado del suelo que plante cara a los fondos buitres para garantizar los derechos de la Carta Magna. Con el carril de la izquierda todo libre para él, habló de pedir a los bancos la devolución de los 60.000 millones del rescate, de “la traición a España” que supone ver a presidentes en los consejos de administración de las eléctricas y de garantizar la gratuidad de la educación entre los 0 y los tres años.

El cabeza de cartel de Podemos explicó nítidamente que pide el voto para obligar al Partido Socialista a mirar a la izquierda, reivindicó algunas de las medidas pactadas con el Gobierno de Sánchez, e invitó tres veces al candidato socialista a decir no es no también a Ciudadanos. Rivera corrió raudo a afirmar que ese acuerdo no es posible, pero Iglesias le replicó que Ciudadanos no tiene credibilidad para hablar de pactos y que se estaba dirigiendo al líder socialista. Quien tampoco se inmutó. Sánchez, que según las encuestas recibe voto de Ciudadanos desde que Rivera estableció un cordón sanitario a su partido, defendió que es el único que puede aspirar a formar un gobierno en solitario con “reputados independientes”.

En el bloque de la derecha fue Rivera -como Iglesias, también está por detrás en las encuestas en su propio campo-, el que reclamó sin éxito a Casado que se comprometiera a pactar con Ciudadanos y que desterrara cualquier posibilidad de flirteo con el PNV, socio de los populares en legislaturas anteriores. Ahí se produjo un conato de trifulca en la misma banda ideológica. “Ni sus votantes ni los míos entienden sus acusaciones. Usted no es mi adversario”, se apresuró a apagar el fuego Casado.

Antes de eso, Rivera, al que los sondeos han quitado la idea del sorpasso al PP, había inaugurado el capítulo de ataques a los que quiere como socios tras el 28A pero todavía ve como rivales ahora. “Su milagro económico está en la cárcel”, dijo haciendo suya la frase de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero en el Congreso, a propósito también de Rodrigo Rato. El candidato de Ciudadanos había recordado antes que mientras Rajoy y Montoro subían impuestos -PP y Ciudadanos sostienen ahora que los bajarán todos si gobiernan- Casado estaba votando a favor de esas alzas fiscales desde su escaño. El dirigente del PP, visiblemente desconcertado, tampoco contestó a eso y mantuvo el guante de seda con Ciudadanos.

El bando de enfrente registró todavía menos hostilidades. Sánchez agradeció el apoyo a su gobierno de Pablo Iglesias y este pidió al electorado socialista tomar nota de que su líder no reniega del pacto con Ciudadanos. En el capítulo de reproches serios, el candidato de Unidas Podemos volvió a acusar al socialista de no ser contundente contra “las cloacas del Estado” tras la dimisión de uno de los asesores de Moncloa, el periodista Alberto Pozas, imputado por sus tratos hace años con el policía corrupto José Manuel Villarejo desde la dirección de Interviú. “¿Cómo pudo llegar hasta ahí?, preguntó Iglesias a Sánchez que tampoco entró al trapo, más allá de ”empatizar“ con el espiado.

A esas alturas de la noche el debate transitaba ya por el bloque de la corrupción, un asunto en el que Sánchez se encuentra cómodo. “La moción de censura fue por la corrupción”, dijo el líder socialista que reprochó a Rivera que se colocase del lado de Rajoy en el Congreso tras la sentencia de Gürtel y a Casado, haber designado al recientemente imputado Alfredo Prada para el órgano del PP que vigila la corrupción. “Supongo que desde dentro”, ironizó Sánchez.

El presidente ya había buscado el cuerpo a cuerpo con los candidatos de la derecha a propósito del feminismo, que “no tiene como enemigos a los hombres sino al machismo”. “Hemos hecho el Gobierno con el mayor número de ministras del mundo. Hemos puesto en marcha el pacto contra la violencia de género. Dígale a sus candidatos [en referencia a Cayetana Álvarez de Toledo] que no es no, cuando ellas se sienten coaccionadas, hay ocasiones en que no se puede decir que no”. Y luego miró a Rivera: “Dígale a sus amigos que el vientre de la mujer no es un taxi”. El líder de Ciudadanos respondió llamando “carca” al socialista y lamentando que en las marchas del 8M se hubiera abucheado a algunas dirigentes de Ciudadanos.

El debate se cerró como suele ser constumbre con el minuto de oro. Primero Casado preguntó a los telespectadores a quién le dejarían las llaves de su casa si se fuesen de vacaciones y pidió el voto “para crear empleo y gobernar para todos los españoles”.

Y el líder de Podemos, que aspira a remontar en las encuestas como ha hecho en anteriores campañas, interpeló directamente a los abstencionistas para que den a su partido una oportunidad de entrar en el Gobierno cuatro años y si Podemos no cumple, que dejen de votarlo.

Pero entonces llegó Rivera y una de esas intervenciones epatantes que suenan estupendamente en las libretas de los asesores políticos pero no salen tan bien en la tele. El líder de Ciudadanos se quedó mudo un par de segundos y con un tono teatral se arrancó: “¿Lo escuchan? Es el silencio. El silencio que nos heló la sangre cuando el golpe de Estado. El de una pareja que no puede tener hijos. El de una pensionista indignada. El silencio que nos quieren imponer los nacionalistas en Rentería, Alsasua, en Vic a los demócratas españoles que queremos defender la libertad en cualquier lugar de España ¿Lo oyen? Es el silencio cómplice de Pedro Sánchez...” Una versión remasterizada de aquella niña de Rajoy, de la que nunca más se supo tras perder las segundas elecciones contra Zapatero en 2008.

El cierre correspondió a Sánchez que usó su tono de presidente que aspira a seguir siéndolo y pidió a los espectadores elegir entre pasado y futuro. De momento, el inminente le depara a él, a sus contrincantes y a la audiencia el partido de vuelta este martes en Atresmedia. Lo previsible es que las estrategias cambien. Igual que Sánchez, Casado también tiene circunstancias. Y las suyas, con el partido hundido en las encuestas, dicen que le queda una sola bala para intentar remontar.

Nota: a los pocos minutos de terminar el primer debate, la prensa conservadora se apresuró a dar como vencedor a Rivera sin reparar por un día en la existencia de Vox. Ni siquiera se puede descartar que los debates en la derecha los acabe ganando el único que no aparece en ellos, Santiago Abascal, que anoche en un mitin en A Coruña se quejaba de no poder participar. Ese es el discurso de Vox hacia fuera, el interno celebra que les ha venido bien la prohibición de la Junta Electoral para poder hacerse las víctimas y no tener que confrontar sus propuestas con el resto de candidatos. Siguiendo esa filosofía tampoco conceden entrevistas a medios no afines que puedan desenterrar sus contradicciones. Sin pretenderlo, El Mundo desveló este lunes una relevante: el mismo Abascal que se comprometía este fin de semana en los mítines “a seguir comiendo jamón frente a los que dicen que es cerdo muerto” pide algas wakame y tataki de atún cuando no hay cámaras grabando.

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