Errejón culmina en el quinto aniversario de Podemos un despegue del partido que se lleva fraguando desde su derrota en Vistalegre 2
El 17 de enero de 2014, Pablo Iglesias, Íñigo Errejón, Miguel Urbán, Teresa Rodríguez y Juan Carlos Monedero, entre otros, presentaban Podemos en un abarrotado Teatro del Barrio. Lanzaban un manifiesto, Mover ficha, que en el penúltimo minuto Íñigo Errejón, recién llegado de América Latina, quiso retocar, a lo que se opuso vehementemente Urbán ante el enfado de Iglesias. Al final, el manifiesto quedó como estaba, sin las aportaciones de última hora de Errejón, y Podemos se presentó en sociedad en Lavapiés. Cinco meses después, en las elecciones europeas de mayo, irrumpió institucionalmente en la política española con cinco eurodiputados.
Cinco años después de aquello, en el quinto aniversario del manifiesto fundacional de Podemos, Errejón lanza otro manifiesto a modo de carta, esta vez firmado con Manuela Carmena, no con Iglesias ni Teresa Rodríguez. Convocando también a la movilización política, pero ahora con la plataforma de la alcaldesa –Más Madrid–, no con Podemos. Y llamando a unas primarias no previstas, en tanto que él ya hizo las de Podemos y se estaba culminando el proceso negociador con Izquierda Unida, Equo y otros actores políticos madrileños la lista a la Comunidad que él encabezaba.
Es también un órdago a su partido y a Pablo Iglesias –y a IU y el resto de actores de la confluencia– que les sitúa ante un trágala, ante unos hechos consumados que generan una tesitura inesperada. ¿Qué pasa con la candidatura que se estaba trabajando? ¿Puede el candidato de un partido tomar esa decisión sin contar con nadie, sin la aprobación de los órganos y la militancia y el resto de actores de la confluencia a cinco meses de las elecciones? ¿Por qué no dijo que este era su plan cuando se presentó a las primarias de Podemos que le santificaron como candidato y mientras negociaba con Izquierda Unida el número dos de su lista para Sol Sánchez? “Quiero ser el candidato de Podemos pero ir más allá de las siglas”, responde Errejón.
Y es que este despegue, coincidiendo con el quinto aniversario de Podemos, no empezó ayer, ni la semana pasada, ni hace seis meses. Se viene fraguando desde Vistalegre 2. O incluso un poco antes, desde el proceso interno de Madrid en el que Ramón Espinar derrotó a Rita Maestre.
Como tradicionalmente ha ocurrido en los partidos estatales, lo que ocurre en los órganos madrileños es fundamental para entender lo que pasa en los estatales. Y así ha sido con Podemos.
La destitución fulminante de Sergio Pascual, mano derecha de Íñigo Errejón cuando era número 2 de Podemos, en marzo de 2016, no puede entenderse sin las dimisiones en cadena en el Consejo Ciudadano autonómico de Madrid que ponían en jaque al órgano –entonces dirigido por Luis Alegre, en aquel momento próximo a Iglesias pero con quien rompió antes de Vistalegre 2–. Y esas dimisiones no pueden entenderse si no es dentro de una estrategia de erosión de la dirección de Iglesias en Madrid, como quedó constancia en un grupo de Telegram llamado Dinamización en el que el núcleo duro errejonista se explayaba a gusto contra Iglesias y los suyos.
Alguien se dejó un ordenador abierto, alguien hizo pantallazos de aquello. Y en 24 horas estaba destituido Sergio Pascual y abrasada la confianza y la relación de Iglesias con Errejón. Nada fue igual desde entonces. Era marzo de 2016.
Todos esperaban más el 26J de aquel año. Pero el mapa, lejos de inclinarse hacia la izquierda, amplió la distancia del PP de Mariano Rajoy sobre el resto. Los resultados de Unidos Podemos se estancaron en escaños, pero no en votos: se había perdido un millón desde el 20D, y se comenzó a alimentar el rumor de que Iglesias estaba pensando en una retirada en un verano en el que se preparaba la renovación del órgano madrileño que había quedado tocado tras la dimisión en cadena de los afines a Errejón en marzo.
A la vuelta del verano, por sorpresa, Rita Maestre, algunos de los que habían dimitido y algunas personas afines a Iglesias hasta el momento, como los diputados Tania Sánchez y Miguel Vila, presentaban una candidatura para el Consejo Ciudadano de la Comunidad de Madrid al margen del secretario general del partido. Los afines a Iglesias respondieron con la de Ramón Espinar, que finalmente se impuso, tras pactar con la de Anticapitalistas.
La fractura se ampliaba. Pero aún quedaba mucho por llegar. Faltaba Vistalegre 2.
Si Vistalegre 1 supuso la constitución de Podemos como partido; Vistalegre 2 significó la competición de proyectos políticos entre Iglesias y Errejón. Iglesias se impuso de largo, y ofreció a Errejón una salida que no era nueva para él, que ya le había ofrecido en 2015: Madrid. Iglesias le sugirió el Ayuntamiento, pero Errejón eligió la Comunidad de Madrid: por las competencias autonómicas, la capacidad de Gobierno y por la idea de hacer tándem con Manuela Carmena. Era febrero de 2017.
Errejón concibió desde el primer día Madrid como el espacio en el que verificar la hipótesis política con la que cayó derrotado en Vistalegre 2. Pero aguantaba los tiempos. Aunque en la campaña para Vistalegre 2 se hiciera una foto con un póster de cartón de Iglesias, lo cierto es que Errejón entendía que le restaba aparecer como el candidato de Iglesias en Madrid, el candidato de Podemos en Madrid, y que le interesaba conectarse con Manuela Carmena más que con su partido. Y, mientras, iba activando grupos de trabajo, intermediarios para atraerse personas de diferentes ámbitos y generar redes de confianza con Carmena y su entorno. Era su principal objetivo.
Pero Carmena puso sus condiciones para repetir: no quería saber nada de tener que rendir cuentas a partidos y movimientos; quería montar un equipo a su medida sin intermediarios, elegir quién le acompañaba pero negociando lo menos posible con Podemos, IU y el resto de actores de Ahora Madrid que la llevaron a conquistar Cibeles en 2015. Por eso crea Más Madrid, vacía Ahora Madrid y se lleva con ella a los concejales de Podemos afines a Errejón, que renuncian a las primarias del partido, condición sine qua non para ser cargo público de Podemos. Una decisión que les abocaba a la expulsión de acuerdo con los estatutos del partido.
Carmena hizo con Ahora Madrid lo que está haciendo ahora Errejón con Podemos. Van de la mano, una mano que se cogieron hace tiempo.
Aunque la precandidatura de Errejón para Madrid se anuncia en febrero de 2017, no se consuma hasta un año después. Errejón apuesta por aguantar los tiempos, entiende que una campaña de dos años es muy larga y cree que puede achicharrarle. Acude a fiestas populares de pueblos madrileños, participa en un acto el 2 de mayo en la plaza del Reina Sofía, pasa de puntillas por el 1 de octubre y elude la crisis catalana y las elecciones: aquel madrileño que daba mítines en catalán no se deja ver por la campaña de Xavi Domènech, pensando en el desgaste que le pudiera suponer para fuera de Catalunya.
Oficialmente, aún no se reconoce como candidato.
Sin embargo, la Comunidad de Madrid entra en crisis en la primavera de 2018: eldiario.es empieza a publicar una serie de exclusivas sobre el máster regalado a Cristina Cifuentes por la Universidad Rey Juan Carlos que acaban concluyendo con la dimisión de la presidenta autonómica: sus mentiras, el trato de favor y la investigación judicial sobre falseamiento documental hacían insostenible que siguiera en el cargo. Mariano Rajoy la obliga a dimitir para conservar el Gobierno de la Puerta del Sol ante las amenazas de Ciudadanos de apoyar la moción de censura de Ángel Gabilondo (PSOE).
Ante aquella coyuntura, la dirección estatal de Podemos acelera y pone en marcha el proceso de la ratificación orgánica de Íñigo Errejón como candidato, ante las resistencias del propio Errejón. Y se desata una nueva batalla que tiene reflejo en el órdago de este jueves.
Era abril de 2018 y, como explicaba eldiario.es, Errejón buscaba una candidatura que tuviera más que ver con un Ahora Madrid que con Podemos, con un espacio líquido sin ataduras con partidos como la plataforma de Manuela Carmena, en el que él tuviera incluso firma ante la junta electoral y así tener capacidad de veto jurídica ante el registro de listas, papeletas, logos y nombres de candidaturas.
Y en esa búsqueda de espacio líquido, despegado de Podemos y de su líder, de los partidos y movimientos que apoyarían esa candidatura, Errejón buscaba un tándem con Carmena, ese significante flotante que conecta directamente con el votante sin intermediarios de partidos, sino a través de su plataforma a medida, Más Madrid.
Una candidatura que sirviera para verificar su hipótesis política, pero también su liderazgo, de ganar por fuera lo que perdió dentro en Vistalegre 2, reivindicando su valor político fuera del partido, lejos de Iglesias y de la mano de Carmena.
El pulso terminó en acuerdo: el proceso interno de ratificación de Errejón iría acompasado a la elección de la lista, una lista que pactaron los partidarios de Iglesias y los de Errejón. La ratificación por parte de la militancia sirvió para reordenar los puestos, escalando hasta el número dos Clara Serra en detrimento de Tania Sánchez y Ramón Espinar.
Pero la entente cordiale no iba a durar mucho. Es lo que tiene Madrid en la política estatal. En este caso, su alcaldía: la pugna por el número dos de Carmena, por la correlación de fuerzas y la pole position con vistas a su sucesión son fundamentales. El proceso del Consejo Ciudadano de Madrid ciudad ya estuvo marcado por eso, y al final los partidarios de Errejón pactaron la secretaría general para el ex JEMAD Julio Rodríguez, pero eso no significaba que renunciaran a disputar el número dos de Carmena, al que podría aspirar el líder de Podemos en la capital.
Más bien al contrario. La configuración de la lista de Madrid hizo estallar Podemos en la capital. Los afines a Errejón renunciaron a presentarse a las primarias de Podemos, como exige el partido para poder acceder a un cargo público, y prepararon el posterior lanzamiento de la plataforma de Carmena, Más Madrid, al margen de Podemos, de Ahora Madrid y de los partidos y colectivos integrantes de Ahora Madrid. De un día para otro, Rita Maestre, quien hacía un año y medio había competido por dirigir Podemos en la Comunidad de Madrid, se situaba fuera de la organización junto con otros cinco concejales para apostar por la nueva plataforma de Carmena.
El paso de Errejón de este jueves conecta con muchos pasos dados en los últimos dos años y sigue el paso dado por Carmena, Maestre y el resto de concejales afines: situarse fuera de las organizaciones, alejarse de las siglas y las compañías que les llevaron hasta donde están, establecer un tándem personal, generacional, de género. Y culminar, en el quinto aniversario de Podemos, un despegue del partido en el que Errejón lleva trabajando desde su derrota en Vistalegre 2 hace ya dos años.