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Mingorrubio, la antigua colonia franquista donde se enterraría a Franco: “No queremos ser el Valle de los Caídos”

La cripta en la que está enterrada Carmen Polo y a la que se trasladarán los restos del dictador Francisco Franco

Analía Plaza

En Mingorrubio hay gente mosqueada. El anuncio del Gobierno de exhumar a Franco el próximo 10 de junio y trasladarlo al cementerio de esta pequeña población ha vuelto a trastocar la calma de sus 1.200 habitantes, que aunque no se muestran en contra - la mayoría son descendientes de trabajadores del régimen - sí temen que las visitas puedan desbordarse y alterar el orden del lugar.

“Aquí damos más de mil comidas en fin de semana. Se llena. Y ya nos ha dicho gente que, de estar aquí Franco enterrado, dejaría de venir”, dice airado uno de los camareros de El Pinar, uno de los dos únicos restaurantes del pueblo y el que más cerca del cementerio está. “La gente viene al campo. Además, ¿cómo lo controlas? Esto no es el Valle de los Caídos”, afirma solo unas horas después de que el Gobierno haya aprobado su plan para exhumar al dictador.

Mingorrubio es una pequeña colonia de 385 casas situada a los pies del embalse de El Pardo, al noroeste de Madrid. Se construyó en los 60 para los militares de la escolta del dictador -instalado en el Palacio del Pardo, justo al lado- y sus familias. También es el sitio en el que está el cementerio de Mingorrubio, donde está enterrada su esposa, Carmen Polo, y un gran número de cargos franquistas: los expresidentes del Gobierno Carlos Arias Navarro y Luis Carrero Blanco, y varios ministros (Nemesio Fernández Cuesta, Pablo Martín Alfonso o Félix Álvarez-Arenas Pacheco).

Ahí yacen además personajes ilustres, como el jurista Francisco Tomás y Valiente, el escritor Joaquín Calvo Sotelo (hermano de José Calvo Sotelo) o Adolfo Delibes, el hermano de Miguel Delibes.

El resto, explica la única visitante del cementerio el mediodía del viernes mientras riega las flores de la tumba de su padre, son familiares del pueblo. “Hay mucha gente importante además del Caudillo, pero el resto son de aquí. Yo vengo de vez en cuando y nunca hay nadie. Esto está siempre vacío. Pues fíjate si nos lo traen...”, sonríe. “La verdad es que a La Almudena no les iban a dejar llevarlo”.

Aunque la decisión de trasladar los restos del dictador a Mingorrubio es ahora oficial, la idea de que es el sitio adecuado lleva meses planeando. Para empezar, porque la cripta en la que ya descansa Carmen Polo -a la entrada del cementerio- se construyó justo para eso. Según desveló Madridiario en 2016 con documentos del Archivo de la Villa, en 1969 (seis años antes de la muerte de Franco) se firmó el proyecto de construcción del templo en el entonces recién estrenado cementerio por 6,88 millones de pesetas y “por orden de la Superioridad”.

La obra terminó en 1972 y los gastos corrieron a cargo del Ayuntamiento de Madrid, aunque el propietario de la parcela es Patrimonio Nacional por estar en terrenos de El Pardo, así que cualquier gasto actual lo asumirá la institución.

“El cementerio es público, pero la cripta tiene titularidad”, explican fuentes del Ayuntamiento de Madrid. “En este caso, hay una cesión a Patrimonio Nacional desde hace años. Todos los gastos de tramitación, inhumación o si quieren hacer obras, algo habitual en criptas que llevan años cerradas, le corresponden a Patrimonio”. Las llaves de acceso, eso sí, las tiene la familia Franco desde el entierro de Carmen Polo.

Por otro lado, las obras del cementerio las costea el consistorio. Actualmente hay varias licitadas para rehabilitarlo: el Gobierno calculó en 2016 que costarían alrededor de medio millón de euros.

Preocupación por la seguridad

El cementerio de Mingorrubio es, como el resto de la colonia, muy pequeño. La carretera de Colmenar, que lo conecta con la M-30 en quince minutos, muere justo en su puerta. Allí descansan los conductores de los autobuses interurbanos porque es el punto en el que empiezan y terminan el servicio, bastante frecuente - baja un autobús a Madrid cada 15 minutos y otro al barrio de Fuencarral cada hora - para ser un núcleo de 1.200 personas, 3.460 si contamos El Pardo, el único otro núcleo por el que pasan. “Esta gente es de mayor nivel que la de otras zonas. No la puedes tener sin transporte”, justifica uno de ellos. “Somos los únicos que estamos aquí. Al menos, hasta ahora”.

A diferencia del Valle de los Caídos, donde las visitas se han disparado desde que el asunto de la exhumación ocupa portadas y donde los negocios locales -los taxistas, la misma hospedería del Valle- aprovechan para sacar tajada, Mingorrubio no está acostumbrada a recibirlas.

“Mi padre ha sido guardia de Franco toda la vida. No tengo nada en contra de que lo traigan”, dice el camarero del Flora, el segundo bar del pueblo. “Lo malo es que pueda venir alguien que altere el ambiente”. Y el ambiente, de señoras y señores mayores (la edad media del barrio es de 48 años, por encima de los 43 de Madrid) tomando el café al sol frente al monte del Pardo, es realmente tranquilo.

La seguridad es la principal duda que plantea el traslado. No solo a los habitantes del pueblo: fue también el argumento del nieto del dictador, Francis Franco, para negar el pasado mes de agosto que los restos fueran a ser trasladados allí. “Donde está ella [Carmen Polo] enterrada, no puede estar allí enterrado mi abuelo. Hoy en día no se contempla”, dijo. Sin embargo, el Gobierno insiste en que Mingorrubio “no plantea problemas de orden público y seguridad ciudadana, ya que se ubica en un lugar aislado, no integrado en el centro de un núcleo urbano ni se encuentra anexo a puntos, edificios e instalaciones estratégicas o emblemáticas”. Por si fuera poco, la única carretera que llega hasta a él está especialmente vigilada al estar el Palacio de la Zarzuela a un lado.

A día de hoy, en el cementerio solo trabaja un operario al que también le mosqueó la noticia porque quería irse a casa a su hora (las 5 de la tarde) y las visitas de periodistas se lo impidieron. Después de tanto mareo, él ni siquiera cree que el traslado vaya a hacerse realidad. Si finalmente se llevara a cabo - los nietos de Franco lo han recurrido ante el Supremo y la fecha elegida es posterior a las elecciones - no le preocupan las marabuntas. “¿Cuánta gente iba al Valle hace dos años? Nadie. Pues imagínate aquí dentro de otros dos”, concluye.

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