Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

El gesto de Aitor Esteban y lo que dice del sistema político y mediático español

Aitor Esteban e Iván Espinosa de los Monteros, durante el debate.

Iñigo Sáenz de Ugarte

En política, los gestos son importantes. Aun más lo son las ideas, pero a veces hay momentos en que un gesto lo dice todo. Interpela a los demás protagonistas para que se definan. ¿Qué tienes que decir sobre esto? Cuando no te atreves a abrir la boca, ya empiezas a quedar en evidencia.

Aitor Esteban lo hizo el viernes después del debate televisado de portavoces parlamentarios cuando se negó a dar la mano a Iván Espinosa de los Monteros, de Vox, que se acercó a él con la mano extendida. Entre todo el griterío habitual en una campaña electoral, su decisión resaltó de inmediato como una respuesta simbólica al debate que atenaza a los países de Europa que creían superada la etapa de los fascismos y nacionalismos extremistas que destruyó todo un continente en los años 30 provocando después millones de muertos. Qué hacer ante un fantasma que llevaba décadas sin recorrer Europa.

Algunos lo vieron como una falta de educación o de respeto a un rival político. Se supone que en democracia debes mantener un mínimo de convivencia con los adversarios, incluidos aquellos cuyas ideas rechazas con todo tu corazón.

Al día siguiente, otro dirigente de Vox dio la respuesta perfecta a los que criticaban a Esteban. En un debate televisado, Javier Ortega Smith dejó claro cuáles son los planes de su partido en relación a sus rivales: “Preocúpense, porque como podamos le ilegalizamos”, dijo a Aitor Esteban.

Vox puede ser muchas cosas, pero no es nada ambiguo. Si pudiera, eliminaría de la política a aquellos a los que considera enemigos de la patria. Ese es un rasgo que ha caracterizado a todos los movimientos fascistas, más allá de las diferencias existentes en cada país.

Esteban justificó su gesto en una entrevista: “En Europa a esta gente se le hace un cordón sanitario y los partidos no se relacionan con ellos. ¿Estoy obligado yo a darle la mano a esa gente? Pues no. He hecho lo correcto. Lo que me preocupa es el blanqueamiento que se está haciendo por parte de algunos medios y algunos políticos de algo que es, en esencia, fascismo, dictadura y totalitarismo”.

Ese cordón sanitario ha sido plantado por la derecha en Francia y Alemania, pero no en Italia y Austria. Europa duda qué hacer ante una amenaza al sistema democrático liberal que parecía conjurada.

La derecha no duda con Vox

En España no hay tales dudas entre conservadores y liberales. Pablo Casado no tuvo problemas en ofrecer a Vox un puesto en el Gobierno dos días antes de las elecciones de abril. Ahora se muestra más comedido, porque su partido fue consciente de que su estrategia radical fue una de las razones que explicaron el peor resultado electoral de su historia. Sin embargo, sigue considerando a los ultraderechistas un socio imprescindible para llegar al poder.

En relación a la crisis catalana, un factor que ha ayudado a Vox a llevarse votantes del PP, el partido ultraderechista reclama mano dura. “Dar más autogobierno a Cataluña fracasó, ahora hay que intentar la contundencia”, ha dicho Santiago Abascal. ¿Cuál ha sido la respuesta de Casado a esa frase?: “Bienvenido al club”. Al igual que en abril, el líder del PP anuncia que sus propuestas sobre Catalunya son como las de Vox, sólo que él las dijo antes.

Albert Rivera tampoco hace ascos al apoyo de Vox, aunque insista en marcar las diferencias ideológicas entre ambos partidos. “Si no tengo que cambiar mis valores, no veo problema en aceptar los votos de Vox”, dijo hace unos días. Como si esos votos fueran gratis. No cree que pactar con la ultraderecha ponga en peligro sus valores. Si la extrema derecha ha sido algo a lo largo de toda su historia europea es antiliberal. Algunos liberales prefieren cerrar los ojos a esa realidad contrastada. Quizá piensen que ahora será diferente. Es posible que cometan los errores del pasado, como pensar que al final podrán controlar a la extrema derecha.

Las últimas encuestas de la campaña prevén que Vox sacará entre 30 y 40 escaños. Es probable que sus votantes de abril estén satisfechos con la conducta del partido en la legislatura abortada en sus inicios. Los comentarios iniciales en los medios de derechas de que esos votantes se darían cuenta muy pronto de su error por haber abandonado al PP no se han cumplido. Lo que no estaba en los pronósticos de casi nadie es que estuvieran en condiciones de disfrutar de un gran aumento de escaños en la repetición electoral.

La clave de los medios de comunicación

Espinosa de los Monteros cree tener la clave de este posible incremento de votos en solo seis meses. “No es que haya cambiado ni España ni Vox. Lo que ha cambiado es que algunos periodistas y algunos medios de comunicación empiezan a aceptar que esto es una realidad”, dijo en una entrevista de preguntas bastante amables.

Al ser la quinta fuerza política nacional hasta ahora, los medios de comunicación no podían ignorar a Vox como si no existiera. La táctica del avestruz no funciona ni en la política ni en periodismo. En estos momentos, muchos medios han dado un paso adelante y consideran a la ultraderecha como un partido más o incluso uno al que hay que cuidar porque puede ser decisivo para sacar a Pedro Sánchez de La Moncloa.

Vox ha utilizado a los medios de comunicación tanto para ganar respetabilidad como para convertirlos en un muñeco al que golpear fácilmente. Como ha demostrado Trump, presentarse como víctima de los medios puede ser una estrategia útil cuando los periodistas terminan contando quiénes son los dirigentes y cuáles son su pasado y sus ideas.

En el medio más influyente –la televisión–, un partido como Vox goza de una gran ventaja. En ese escenario, todos son iguales en teoría, puedes tener tantos minutos como tu adversario y algunos deciden no cuestionar tus mentiras por miedo a parecer partidario de otras ideas (en el caso de periodistas) o porque prefieren emplear el tiempo para defender su programa (en el caso de los políticos).

La filósofa alemana Carolin Emcke sabe cómo la extrema derecha ha conseguido que sus ideas racistas y xenófobas condicionen el discurso político, y ahí es donde entran los medios de comunicación. “Se han convertido en su principal instrumento de propaganda porque no entienden su estrategia”, dice en una entrevista en El País. “La extrema derecha no tiene ningún interés en discutir ni ganar ningún debate. Lo único que buscan es visibilidad. Y eso es lo que les proporciona el mal periodismo que recurre a las tertulias sobre política para ganar audiencia. La patología de la televisión actual es confundir neutralidad con cinismo. El problema de esos programas es que solo son una simulación de debate”.

Es una simulación que le ha venido muy bien a Vox. El gesto de Aitor Esteban tiene pocas posibilidades de echar raíces en la política española, al menos tal y como se presenta en estos momentos.

Etiquetas
stats