Los equilibrios del PP para recuperar votos: discurso duro contra Sánchez, pero desmarques de Vox en el Congreso
El Partido Popular, que tanto en las elecciones del 28A como en las del 10N obtuvo los peores resultados de su historia en un contexto de división de la derecha, busca ahora ensanchar su electorado con un complicado equilibrio entre la moderación heredada de la época de Mariano Rajoy y la radicalidad que ha caracterizado la presidencia del actual líder del PP, Pablo Casado, siempre con el objetivo de pescar los votos fugados a Vox y Ciudadanos.
Mientras compite por la dureza del discurso contra el Gobierno con la extrema derecha, con la vista puesta en las elecciones vascas y gallegas del 12 de julio, la dirección de Casado busca a la vez recuperar la centralidad que perdió prácticamente desde que el actual líder del PP ganó las primarias de 2018 e hizo suyos los postulados de su padrino político, el expresidente del Gobierno José María Aznar, que ahora dicta doctrina a su partido prácticamente a diario desde su fundación FAES.
Para ello, esta semana los populares han empezado a desmarcarse del partido de Santiago Abascal en algunas votaciones del Congreso, como la del ingreso mínimo vital o la de la propuesta para retirar las condecoraciones a los torturadores franquistas. Frente al 'no' de Vox a ambas iniciativas, el PP optó por la abstención.
Con el objetivo de consolidarse como la principal fuerza de la oposición y reforzar su liderazgo en el centro derecha durante la recién estrenada legislatura, Casado está adaptando su estrategia a las encuestas que reflejan cierto desgaste del Gobierno progresista por la gestión de la pandemia y que auguran un crecimiento del PP a costa de los apoyos que pierde Vox.
Todo ello, además, en un contexto en el que Ciudadanos trata de arrebatar a los populares el centro político con su acercamiento al Ejecutivo y la ruptura del cordón sanitario que habían tejido las derechas a Pedro Sánchez, tras pactar con PSOE y Unidas Podemos su apoyo a las últimas prórrogas del estado de alarma y abrirse a la negociación del decreto de la nueva normalidad. Este mismo viernes, la cúpula de Ciudadanos, sin Arrimadas, que sigue de baja tras el parto, se reunió en Moncloa con dirigentes del Gobierno para hacer seguimiento de sus acuerdos.
Casado niega que haya “un PP duro y un PP blando”
Buena muestra de esos equilibrios con los que el PP pretende ensanchar su electorado fue el discurso que pronunció Casado el pasado lunes ante la Junta Directiva Nacional –máximo órgano entre congresos– del partido, que por primera vez se celebró de forma telemática.
Aunque durante su intervención negó la existencia de “un PP duro y un PP blando”, por un lado aseguró que el actual es “el Gobierno más ultra de la historia”, al que acusó de “falta de prevención y falta de eficacia” y vinculó con “la mentira y la ocultación”, y por otro sostuvo que el PP es el “punto de encuentro de esa gran mayoría que se olvida”, una “mayoría moderada y centrada, con un calendario de ambiciones”.
“Necesitamos un PP ampliado, más popular y menos partido”, añadía, mencionando esa vieja pretensión de reunificar en el PP a los votantes fugados en los últimos meses a Vox o Ciudadanos. Casado llegó a apelar a “muchos votantes de centro izquierda a los que el socialismo no solo ha abandonado sino que también ha engañado”.
En su discurso, el presidente popular también arengó a sus barones asegurando que la crisis es una oportunidad que no se puede desaprovechar. “Ninguna pérdida puede ser inútil”, afirmó el líder del PP, que instó a hacer de la crisis “la mejor España y no una oportunidad para quienes quieren destruirla”. “Además de sufrimiento y dolor, está generando también un capital nacional en forma de responsabilidad y moderación”, aseguró, sobre su propio partido.
Se trataba de implicar a sus barones, algunos muy críticos con el estilo bronco del partido, de que realmente el PP sigue en el centro y esa radicalidad que se le imputa es cosa de Sánchez y de sus amigos en los medios.
El doble juego en el Congreso
Dos días después, durante el Pleno del Congreso, este miércoles el líder del PP recuperó su cara más agresiva contra el Gobierno acusándole de “mentir” en las cifras de fallecidos y responsabilizándolo directamente de las muertes producidas por el coronavirus. Durante la sesión, Casado denunció que Sánchez ha culminado su desescalada en tres fases: “ocultando las alertas cuando la hecatombe se veía venir, la de la incompetencia con mascarillas y test falsos con un mando único caótico, y la del abuso del estado de alarma para controlar redes, amenazar a la prensa o tomar el CIS, la CNMC o Enagás”.
Unas horas después, en cambio, el PP había respaldado la convalidación del real decreto ley que aprobó el ingreso mínimo vital, aduciendo, no obstante, que se trata de una medida que los populares ya aplican en las comunidades que gobiernan.
Asimismo, el jueves, el PP se abstenía por sorpresa en la votación de la proposición no de ley de PSOE y Unidas Podemos que instó al Gobierno a retirar las condecoraciones a los torturadores franquistas. Solo se desmarcó de esa postura Adolfo Suárez Illana, hijo del primer presidente de la actual etapa democrática y una de las grandes apuestas de Casado, que como Vox votó 'no' a la retirada de esas medallas, al considerar que no podía “avalar un atropello semejante, una trampa de estas características”.
Los equilibrios del PP entre la moderación y la radicalidad también se han visto reflejados en los últimos días en la elección de sus portavoces. De un lado, Casado explota el perfil más centrista de la expresidenta del Congreso, Ana Pastor, médico de profesión y exministra de Sanidad, situándola como el principal rostro visible del partido en la gestión de la crisis del coronavirus. Pero, a la vez, el máximo jefe de los populares avala el discurso incendiario de la portavoz del PP en el Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo, pese al descontento interno que ésta genera por la escalada de duras acusaciones al Ejecutivo en plena pandemia.
El resultado es que ese discurso duro lo encarna ahora Pastor, que ha asumido como suyos los argumentarios de Casado: la exministra de Sanidad ha llegado a decir esta semana que las competencias de los geriátricos estaban en manos de Pablo Iglesias. Y en una entrevista en la cadena Ser llegó a decir que las cifras de Galicia se deben a la buena gestión de Feijóo y el desastre de Madrid y de las residencias es responsabilidad del Gobierno de Sánchez.
El escenario preelectoral
Las elecciones del 12 de julio en Euskadi y Galicia servirán para medir las fuerzas de los dos modelos del PP. El que representa el perfil moderado del presidente de la Xunta de Galicia y candidato a la reelección, Alberto Núñez Feijóo, y el más derechista que defiende Casado, que se expuso de lleno para las elecciones vascas destituyendo al que hasta finales de febrero era el candidato de su partido a la lehendakaritza, el también exlíder del PP vasco Alfonso Alonso, e imponiendo a un candidato propio, Carlos Iturgaiz, vinculado al sector aznarista.
El PP llegará a esos comicios, los primeros desde las generales del 10N, en plena crisis de uno de los gobiernos que Casado siempre utiliza como ejemplo de gestión: el de la Comunidad de Madrid que preside Isabel Díaz Ayuso –otra apuesta personal del líder del PP–, que gobierna en coalición con Ciudadanos. En distintos argumentarios internos a los que ha tenido acceso eldiario.es, la dirección popular ha pedido por escrito a todos sus dirigentes que apoyen a Ayuso a pesar de la polémica gestión de las residencias de ancianos realizada por el Ejecutivo autonómico durante la pandemia.
La Comunidad de Madrid ha mantenido intactas e incluso ha visto reforzadas las competencias sobre estos centros de mayores, donde desde marzo han fallecido más de 6.000 ancianos y que en las primeras semanas de la emergencia sanitaria recibieron una orden de la Consejería de Sanidad pidiéndoles restringir el traslado de residentes contagiados por la COVID-19 a centros hospitalarios, que la comunidad dijo que se envió “por error”.
Casado siempre ha dicho que la región es el laboratorio de su plan de país y ha asegurado que las políticas puestas en marcha en Madrid son las que él quiere aplicar “en toda España” si algún día llega a la Moncloa. Las elecciones del 12 de julio tienen el riesgo para él de que uno de los barones con más peso en el partido, Alberto Núñez Feijóo, esgrima su propio proyecto, que acumula tres mayorías absolutas en Galicia consecutivas y la posibilidad de una cuarta, según las encuestas que empiezan a publicarse.
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