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CRÓNICA

Sánchez se ve a un paso de la investidura

Pedro Sánchez saluda a la nueva presidenta del Senado, Pilar Llop, durante la celebración de la Constitución.

Esther Palomera

Cuando el aniversario no es redondo, no asisten los reyes ni se abre la Puerta de los Leones. Tampoco estuvieron los ex presidentes de Gobierno –ese club selecto que siempre luce bien y declara mejor en toda celebración que se precie–, ni los partidos independentistas. Aun así no cabía un alfiler en la carpa improvisada que el Congreso instaló en la calle de Floridablanca para recibir a los invitados del cuadragésimo primer aniversario de la Constitución. Tampoco en el salón de los Pasos Perdidos. Lleno a reventar. Tanto que hubo que abrirse paso a codazos para entrar y situarse en los mejores “corrillos”.

En el salón se situó el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y buena parte de su Gabinete en funciones, incluyendo a la vicepresidenta Carmen Calvo y a los ministros Margarita Robles (Exteriores y Defensa), Fernando Grande-Marlaska (Interior), María Jesús Montero (Hacienda), Dolores Delgado (Justicia, Isabel Celáa (Educación y Portavoz), Luis Planas (Agricultura), Magdalena Valerio (Empleo), José Luis Ábalos (Fomento), Pedro Duque (Ciencia), María Luisa Carcedo (Sanidad) y Reyes Maroto (Industria).

También se acercaron al festejo una decena de presidentes autonómicos. Por el PP estuvieron los de Andalucía, Juan Moreno; Galicia, Alberto Núñez Feijóo; Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco; Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso; y Murcia, Fernando López Miras. Y por el PSOE Emiliano García-Page (Castilla-La Mancha); Guillermo Fernández Vara (Extremadura), María Chivite (Navarra), Concha Andreu (La Rioja); y Ángel Víctor Torres (Canarias), así como el regionalista Miguel Ángel Revilla (Cantabria).

Las presidentas del Congreso y el Senado, Meritxell Batet y Pilar Llop, recibieron uno por uno a todos los invitados, que no pasaron por alto el fuerte olor a marihuana que había en la carpa de entrada, cuyo suelo acabó hundiéndose como consecuencia de un montaje chapucero e improvisado del que los servicios técnicos de la Cámara ya han levantado acta para exigir responsabilidades a la empresa encargada del montaje.

Fue acabar el discurso de la presidenta de la Cámara Baja, Maritxell Batet, y empezar la liturgia de cada año. A la luz de las arañas de época y entre el sudor provocado por el calor que desprenden las alfombras de la Real Fábrica de Tapices, la política procedió a los selfies. Se abrió el telón y en la primera escena apareció el presidente del Gobierno e hizo un gesto como de remangarse las mangas de la americana para lidiar con las preguntas de los “plumillas”. “Todo vuestro”, se ofreció un solícito Pedro Sánchez, que antes había apelado a un pacto “entre diferentes” para resolver la inestabilidad política.

El presidente está pletórico. No deja de repetir la palabra “ilusionado”. Ilusionado porque se ve a un paso de las investidura. Ilusionado porque está muy satisfecho de “la colaboración y la responsabilidad” de Pablo Iglesias. E ilusionado porque sabe que ERC tiene difícil llegar a la abstención en su investidura pero mucho más situarse del lado del “no” con la triple derecha y provocar junto a ella una tercera repetición electoral. La sensación es que el acuerdo está hecho y que, aunque faltan flecos, hay que vencer aún la batalla de los tiempos. Nadie quiere mojarse. Ni confirmar ni desmentir. Y aunque algunos han dado ya por hecho que la investidura será la semana del 16, los socialistas tampoco descartan que el pleno sea entre la semana de Navidad y Fin de Año. A falta de información sobre los contenidos de un acuerdo, los periodistas ya perseguimos fechas, horas y hasta lugares de reuniones como si cada una de ellas fuera la exclusiva de la vida. A esto hemos llegado en tiempos de silencio y prudencia extrema para que la negociación no salte por los aires.

“Importa el qué y el cómo, pero no tanto el cuándo”. La frase salió del mismísimo Pedro Sánchez y de ahí que en el ambiente no se contemple más opción que la de que haya pronto un nuevo Ejecutivo. A Pablo Iglesias, al que todo el mundo preguntaba por las denuncias cruzadas con uno de los abogados de su partido recientemente despedido, le gustaría que fuera cuanto antes, pero si es en enero también le da igual. El líder de Podemos apenas permaneció dos minutos en el cóctel posterior a la recepción.

¿Alguna posibilidad de que Ciudadanos centre el tiro y se avenga a apoyar la investidura? No es creíble. “Arrimadas es más Rivera”, sostenía un diputado socialista. Sánchez la recibirá un día de estos en La Moncloa y, aunque no lo cree viable, a él le gustaría que el partido naranja se apartara de la derecha extrema e hiciera el tránsito hasta volver a ser la formación liberal que nunca debió dejar de ser.

Pablo Casado se queja amargamente en cada corrillo de que el presidente del Gobierno no le llama ni le escribe ni le recibe. Pero Sánchez recuerda que el PP pidió su dimisión la misma noche de las elecciones y adelantó ya entonces su “no” a la investidura. El líder de los populares se ha resignado ya a un gobierno progresista de coalición con apoyos del independentismo y lo único que espera que es que caiga como la fruta madura y colapse antes de lo previsto para erigirse él en salvador de una España constitucional en la que según su narrativa, ya solo debe caber la derecha y en ningún caso “esta dictadura progre” de la que habla Espinosa de los Monteros y que conforman socialistas, podemistas y nacionalistas. Haga lo que haga y explique lo que explique Sánchez para la derecha de Casado no hay más que un intento de blanqueo a Podemos y ERC, una “agenda de ruptura” y un “gobierno enemigo” de la Constitución.

Si algo se explicitó durante el cóctel que siguió a la recepción fue el “buenrrollismo” entre la izquierda, que admitía haber reconocido errores en el pasado, frente al recelo con el que aún se miran los diputados de las distintas derechas. Unos han sabido interpretar lo que ha dicho la ciudadanía en las urnas y los otros aún tratan de encajar, especialmente Ciudadanos en cuyas conversaciones, como en las de VOX, ocupa más tiempo la distribución final de sus escaños, que la catarsis ideológica a la que tendrán que someter a su partido si no quieren tener el mismo final que UPyD.

Por lo demás, en el cumpleaños de la Constitución, poco se habló de su reforma como suele ser habitual año tras año. En el fondo todos saben que es un empeño difícil de encauzar en una legislatura de polarización y fragmentación política en la que hasta el PRC “tiene más sentido de Estado que el PP”, en palabras de un Sánchez que sí está dispuesto a afrontar el conflicto territorial dentro de los cauces que establece la Carta Magna. En eso anda. Los detalles los sabremos cuando haya acuerdo con ERC. Esperemos que así sea...

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