Patxi López decía a media mañana del martes que en política hay “días duros”. No sólo eso. También habló de “horas duras” y de “minutos duros”. Todo es duro para el PSOE esta semana. Bastante tenía con ir encajando el fracaso electoral en Galicia y le vino encima una investigación judicial de la compra de material sanitario por el Ministerio de Transportes en la pandemia cuando lo dirigía José Luis Ábalos. El desenlace fue una bofetada en toda la cara. El exministro se negó a dimitir como diputado y asumir ningún tipo de responsabilidad política por las sospechas de corrupción sobre una persona de su total confianza personal, y se largó al Grupo Mixto. El PSOE inició el proceso para expulsarlo.
Ábalos puso por encima de todo la defensa de su honor personal. “No puedo acabar mi carrera política como si fuera un corrupto”, dijo, con el argumento de que dimitir sería lo mismo que reconocer su culpabilidad. Por tanto, pretende “defender su honor desde el Grupo Mixto”. Es difícil saber cómo, porque el Grupo Mixto –como los demás grupos parlamentarios– no está para eso. Eso sí, le permite mantener el sueldo y el aforamiento. Lo segundo es muy valorado por los políticos en estas situaciones.
Lo contó a los periodistas sin aceptar preguntas. Podría haber aprovechado esa oportunidad para seguir defendiendo su honor. Pero inevitablemente le hubieran preguntado sobre Koldo García, la persona a la que llevó al Ministerio y concedió responsabilidades muy por encima de su experiencia y cualificación y que ahora está imputado. Le hubieran preguntado, y más de una vez, si no debía asumir algún tipo de precio político por ese error que puede costarle caro al PSOE y al Gobierno. Por algo que supone una gran decepción para militantes y votantes del partido. Eran cuestiones a las que Ábalos no quería o no podía responder, al menos no ese día.
Ábalos se presentó como víctima. Alguien que ha sido abandonado por todos, excepto por unos pocos. “Siento que me enfrento a todo. No tengo coche ni secretaria. No tengo a nadie detrás. Lo tengo que hacer solo”.
Todo eso es la consecuencia de su relación anterior con Koldo García y de su negativa a dimitir. Ahora estará solo en el Grupo Mixto, aunque esté acompañado de otros diputados que lo verán como un infiltrado, con el que tendrán que compartir los recursos y minutos con los que cuenta el grupo (con representantes de Podemos, UPN, CC y BNG).
Hay hechos que respaldan al diputado valenciano y que él tenía derecho a resaltar. “No estoy acusado de nada ni formo parte de ninguna investigación”, dijo alzando la voz con la palabra 'nada'. El Tribunal de Cuentas examinó en dos ocasiones los contratos de emergencia realizados desde el Ministerio y no encontró nada raro. “La propia querella de la Fiscalía Anticorrupción asume que el procedimiento fue correcto”, explicó, también en lo que se refiere al coste de las mascarillas, inferior al de compras hechas por otras administraciones.
El problema viene de las comisiones que supuestamente existieron. Ábalos lo llamó la posibilidad de “un enriquecimiento ilícito por comisiones de un colaborador” (ya pueden suponer quién). Afirmó que eso sería “decepcionante, repudiable tal vez”, pero que le toca a la justicia dilucidarlo. Sí, es repudiable llevarse una tajada ilegal de un contrato de compra de emergencia, no sólo “tal vez”. Fue lo único que dijo sobre su antiguo hombre para todo, Koldo García.
Se ocupó también de acusar de torpes a los dirigentes del PSOE por ceder a la presión. Lo consideró un error de manual, porque la historia no iba a terminar con él fuera del Congreso. “Rendir un tributo a la derecha, como creo que hace la dirección política de mi partido, no va a impedir que la derecha siga con su cacería más allá de mi persona”. Eso ya lo sabe todo el mundo y había quedado completamente claro el día anterior. El PP ha decidido llamarlo el “caso Sánchez”, porque lo de 'caso Koldo' no le vale y tampoco es que un 'caso Ábalos' sea suficiente.
Ábalos es ya un instrumento de guerra en manos del PP y los socialistas necesitan defenderse. La primera respuesta era la dimisión del diputado, que no ha conseguido. En teoría, eso descarta que el partido le haya convencido de aceptar algo para que se vaya a casa sin armar ruido. Los dirigentes del PP no son de los que dejan que la realidad les estropee una buena bomba de racimo. Borja Sémper insistió el martes en hacer circular el vídeo del día anterior en el que pedía a Ábalos "que tire de la manta".
Sin contar con la credibilidad que les hubiera concedido la dimisión de Ábalos, los socialistas pasaron al contraataque. Presentaron en el registro del Congreso la propuesta de formar una comisión de investigación sobre las compras de material sanitario de todas las administraciones. Lo importante era sacar pecho frente a la oposición. “Aquí no va a haber ordenadores destruidos a martillazos. Ni policías patrióticas que ocultan pruebas”, anunció Patxi López.
Para terminar de ofrecer el tráiler de lo que dirá Pedro Sánchez en la sesión de control del miércoles, López se refirió al hermano de Isabel Díaz Ayuso, los contratos “concedidos a dedo” por la Xunta en la época de Feijóo y a su llegada al poder en Génova: “Feijóo llegó a ser presidente del Partido Popular precisamente por ocultar la corrupción en sus filas”. Era otra forma de mencionar a Díaz Ayuso.
El PP no tiene ninguna intención de hablar de Ayuso –se mueren de miedo a nada que se lo propongan– y tampoco de que se investigue en el Congreso los contratos de sus gobiernos autonómicos en la pandemia. La transparencia tiene un límite. Ya se sabe qué ocurrió la última vez que Génova echó un vistazo a las compras de un Gobierno regional suyo.
Contra lo que él mismo esperaba, Ábalos se quedó fuera del Gobierno en julio de 2021. Continuó en el escaño y, contra lo que pensaban otros, repitió en la candidatura valenciana de las elecciones de este año, como número dos detrás de Diana Morant. Quizá por los servicios prestados.
Ahora todo eso quedó en nada. El partido fue implacable con él de la misma forma que él lo había sido con otras personas cuando era secretario de Organización del PSOE y debía solucionar problemas internos.
Se emocionó en los últimos momentos de su intervención cuando quiso dar las gracias a sus compañeros del Grupo Socialista por todo este tiempo que han estado juntos. Son los mismos a los que dejó tirados cuando eligió a un tipo como Koldo García para trabajar en el Ministerio y, en una segunda ocasión, cuando decidió que no podía reducir el impacto del escándalo con su dimisión.