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Perfil

Ábalos, el 'espíritu de Xirivella' que se va por la puerta de atrás

“La credibilidad y la coherencia no se transmiten ni se heredan, Pedro. Eres tú el que lo tiene que hacer, si no esto no se gana”. José Luis Ábalos (Torrent, 1959) fue una de las personas que convenció a Pedro Sánchez para que compitiera por la secretaría general del PSOE tras el golpe de mano que acabó con su liderazgo por su “no es no” a Mariano Rajoy en 2016. El diputado valenciano, que hasta ese momento apenas había tenido relación con el líder socialista, fue el precursor del “espíritu de Xirivella”, el acto que marcó el inicio de la reconquista de Ferraz. Hoy cae en desgracia sin que nadie dé una explicación más allá del “desgaste” y la intención del presidente de dar una nueva imagen al Ejecutivo. Unos argumentos que no terminan de convencer en las filas socialistas. 

La salida de Ábalos es la que más ha impactado en el partido. Se ha ido casi por la puerta de atrás después de que Sánchez le comunicara el sábado que prescindía de sus servicios tanto en el Ministerio de Transportes, Agenda Urbana y Movilidad como en la secretaría de Organización. Aunque él dijo que tomaría una decisión esta semana, en Ferraz daban por hecho su renuncia ya este lunes y se habían repartido sus competencias. 

De carácter afable y fumador empedernido, Ábalos era, como secretario provincial del PSPV en Valencia, uno de los principales apoyos orgánicos que tuvo Sánchez en esa cruenta batalla. “Esto es lo que hay”, le dijo al hoy presidente cuando acabó aquel acto de Xirivella en el que desbordaron las previsiones de asistencia de militantes. Fue así como el veterano socialista consiguió movilizar a Sánchez un mes antes de organizar un acto de “cargos intermedios” en los que puso la cara, junto a Adriana Lastra y Quico Toscano, para pedirle públicamente que diera un paso al frente. Gracias a esos gestos, a reuniones e incluso visitas en su domicilio, Sánchez se animó.  

Maestro de profesión, aunque apenas ejerció, llegó al PSOE en 1981 procedente del comunismo. En Valencia formó una corriente que ha resultado siempre imprescindible en todo tipo de pactos orgánicos, que siempre ha sabido negociar con provecho. Enemigo íntimo de Ximo Puig, sus rivales le reconocían que era un hombre de partido cuando las bases socialistas pusieron contra las cuerdas al establishment al grito de “no es no”. Él, que tenía garantizado el futuro en un partido de acuerdos orgánicos, apostó por Sánchez porque vio un tiempo nuevo. Y ganó. 

Pero quienes han negociado con él saben que pueden contar con que cumplirá lo pactado hasta el último minuto. Después, se sentirá libre de jugar sus cartas de nuevo. Una vez superada la fractura y ya como secretario de Organización, Ábalos, que siempre había sido un dirigente del aparato, trató de coser al partido y pasar página de aquella batalla. Como responsable de un ministerio que hace nombramientos por decenas, integró a socialistas de distintas familias para ir cerrando una herida que Sánchez ya da por cicatrizada con la incorporación de nuevos perfiles procedentes del susanismo al Consejo de Ministros, entre ellas la titular de Ciencia e Innovación, Diana Morant, que es una persona próxima al presidente valenciano. 

El que ha representado el poder orgánico del PSOE durante cuatro años ha estado prácticamente solo en su despedida en el todopoderoso ministerio (antes denominado 'de Fomento'). Ha reivindicado su gestión en un escueta intervención. “Ahora que he estado recogiendo, uno repasa y se da cuenta del ritmo frenético con el que hemos vivido. Lo que no tenía claro es el impacto de todo cuanto habíamos hecho. Han sido tres años: ascenso al Gobierno tras la moción de censura, campañas electorales y una pandemia. Todo ha afectado al Ministerio”, ha expresado en el traspaso de carteras en el que ha dicho que encontró “un ministerio infradotado y una cultura antigua” y que ahora deja “un plan estratégico de Renfe, uno de Adif y desbloqueadas muchísimas actuaciones”.

El plan de los fondos europeos, que fue uno de los primeros ministros en tener listo, es uno de los logros que ensalza de su gestión en la que se le ha atragantado la ley de vivienda por la oposición rotunda a poner un límite a los precios del alquiler, como exige su socio minoritario. A pesar del buen rollo con Unidas Podemos, el asunto lleva más de un año encallado. 

No ha sido una etapa fácil para Ábalos, que ha sufrido escraches en la puerta de su casa y que ha sido increpado en restaurantes a los que iba con su familia. Unos ataques cuyo comienzo situaba en su polémico encuentro en el aeropuerto con la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez. Fue una crisis mal gestionada en el inicio, con versiones contradictorias, pero Ábalos acudió a Barajas para evitar que la número dos de Nicolás Maduro pisara suelo europeo provocando una crisis diplomática. No fue motu proprio, sino que recibió el encargo. 

No fue el único. Ábalos fue uno de los muñidores de la moción de censura que llevó a Sánchez a Moncloa. Aunque el estallido del proceso le pilló en un avión hacia Copenhague, junto a Paco Salazar, para un acto del partido a nivel europeo, apenas pisó suelo danés. Con las mismas volvieron. En los días siguientes, Ábalos y Cerdán negociaron discretamente con otros partidos, entre ellos nacionalistas vascos y catalanes aquella votación que se convirtió en la primera moción de censura victoriosa de la historia democrática española. La defendió en esa ocasión y también la abstención a la que unos meses antes había presentado Pablo Iglesias días antes de que Sánchez venciera en las primarias.

Tras las elecciones municipales y autonómicas de 2019 fue el encargado de hablar con Ciudadanos para intentar algunos pactos, pero Albert Rivera no quería saber nada de Sánchez y así se lo hizo saber su interlocutor, José Manuel Villegas. Junto con Lastra y Salvador Illa negoció la investidura de Sánchez en diciembre de 2019, pero se le atragantó la moción de censura en Murcia. Aquel 10 de marzo salía pletórico del Congreso. ¿Pero han firmado todos los diputados de Ciudadanos?, le preguntaban los periodistas. “Sí”, respondía Ábalos que en aquel momento no se imaginaba que tres tránsfugas dinamitarían la operación provocando un tsunami político que ha acabado con su carrera en la primera línea política.

Casado en tres ocasiones y con cinco hijos, Ábalos peleó por que los ministros mantuvieran el acta de diputados –lo hicieron los que tenían puestos en la dirección del partido– y ahora pretende mantener su escaño tras decir adiós a la secretaría de Organización en una carta que ha enviado a Pedro Sánchez y al resto de la Ejecutiva, aunque el comunicado ha llegado antes a los medios que la misiva a los miembros de la dirección. Durante estos cuatro años, su relación con Sánchez ha tenido altibajos, pero no era este un momento especialmente malo. O al menos pensaba él. La conversación entre el presidente y el que fue su hombre fuerte en el Consejo de Ministros no ha trascendido y por ahora Ábalos se ha impuesto el silencio mientras en el partido muchos reconocen seguir en “shock”.