Abascal nos ofrece a Franco, Iker Jiménez y la España negra
Santiago Abascal no iba a decepcionar a sus seguidores más radicales en la primera vez en que podía presentarse como gran protagonista de un debate parlamentario. La moción de censura era su oportunidad para aparentar ser la única alternativa real a Pedro Sánchez. No le valía una introducción ni arrancar con su programa ideológico. Tenía que clavar el puñal hasta el fondo. “El Gobierno de Pedro Sánchez es el peor Gobierno en ochenta años de historia. Y quizá me quede corto”, afirmó en sus primeras dos frases. Ya lo había dicho hace unos meses y algunos pensaron que era un error con el calendario. En absoluto. Se remontaba a 1940 para fijar el inicio del ranking de todos los gobiernos que eran mejores que el actual. Curiosamente, el mismo año en que Francisco Franco viajó a Hendaya para reunirse con Adolf Hitler. El año en que continuó la represión contra los vencidos de la guerra civil con miles de asesinatos después de juicios con veredicto decidido antes de la vista. El año en que el país se moría de hambre.
Vox no se considera franquista, pero el escenario ideológico que presentó su líder en el Congreso recordaba muchas de las líneas rojas históricas de la dictadura. La más importante, considerar “renegados” a nacionalistas e independentistas, además del consabido rechazo visceral a la izquierda, que no es que sea peligrosa o perjudicial, sino que es directamente “criminal”. Lo que se llamaba la “antiEspaña” en la jerga franquista.
En su permanente intento por proteger a la dictadura, el secretario general de Vox, Javier Ortega Smith, había dicho un día antes en TVE que en el franquismo sí hubo elecciones. “Otra cosa es que si eran democráticas o no. Pero había. Lo que pasaba es que siempre las ganaba el régimen”. Por incomparecencia del contrario, que estaba muerto, encarcelado o en el exilio. Por otro lado, cómo no iba a ganarlas si era un Gobierno mejor que el de Sánchez, según el análisis revisionista de Abascal. Para la extrema derecha, el golpe de 1936 fue como mucho un movimiento en defensa propia, ya que la guerra había comenzado en realidad en 1934, otra pieza habitual en la propaganda de Vox que surge de la historiografía franquista.
Abascal dijo que ahora no podría existir en España un partido franquista, “porque es una cosa del pasado”. Sin embargo, algunas de sus ideas reflejaban lo que fue la negra normalidad de esas décadas. La ilegalización de los rivales políticos, como los partidos nacionalistas, que no tienen derecho a ocupar sus escaños ganados en las urnas. “Son okupas en esta Cámara”, dijo de los independentistas. “Son golpistas que han venido a destruir esta Cámara”. Sobre el Gobierno, recuperó el nombre de la coalición de izquierdas en la Segunda República: “No son ustedes un Gobierno. Son un Frente Popular socialcomunista en alianza con separatistas y terroristas, una mafia, y a los españoles se les ha terminado la paciencia”. En otras palabras, los enemigos de España. Al Ejército y a la Iglesia también se les acabó la paciencia en 1936.
El líder de Vox se lo puso fácil a Pedro Sánchez. No por nada el PP había dicho que la moción de censura sólo podía favorecer al Gobierno (aunque no sabremos hasta el jueves qué votará en la moción). De hecho, el presidente dio uno de sus discursos más incisivos en la Cámara, un territorio donde nunca se ha mostrado muy agresivo en la tribuna. No dejó escapar la referencia al peor Gobierno en ochenta años. “Peor que el Gobierno que se inclinó ante Hitler y enroló a miles de jóvenes españoles para combatir bajo la bandera de la cruz gamada”. Hubo varias comparaciones como esa: “Peor que el Gobierno que adoctrinó en el credo fascista a millones de jóvenes”. Otra más: “Peor que el régimen más corrupto de la historia de España”.
Podría haber estado toda la tarde. Sánchez no se creía la buena suerte que había tenido gracias al discurso del candidato a sustituirle.
El intenso amor que Abascal dice tener por España fue definido de esta manera por Sánchez: “Usted odia a España tal y como es. A un patriota no le sobran la mitad de los españoles, como a usted le sobran”. El presidente demostró los inconvenientes de intentar ignorar el mensaje de la extrema derecha, por el que votaron más de tres millones y medio de ciudadanos. Aprovechó la cita parlamentaria para decir en voz alta que la España de la que habla la extrema derecha no es la auténtica. De ella son expulsadas toda la izquierda, las feministas y los nacionalistas, entre otros muchos. Como en el franquismo.
Sánchez empezaba a gustarse por lo sencillo de la tarea: “Usted lo que hace es amar la España tenebrosa de Torquemada” para representar la mirada sombría de su rival del miércoles. Después, siguió presionando para intentar sacar al líder de Vox de sus casillas. Le llamó “depredador sin valores y sin escrúpulos” por no haber querido manifestarse después del atentado contra Eduardo Madina en 2002 –él presidía entonces las juventudes del PP vasco–, porque la pancarta decía: “No hay más patria que la humanidad”. Abascal confirmó después que así fue, porque su única patria es España. La humanidad es un concepto que le es extraño.
Abascal no perdió la calma. Una vez que leyó su discurso de cerca de dos horas, en las réplicas, donde tenía que improvisar, jugó a no arriesgar. Unos diez minutos en la primera vez que replicó a Sánchez y once en la segunda. No tenía límite de tiempo, pero sí límite de imaginación.
Su discurso entró también en el terreno de las conspiraciones o simples falsedades, como es habitual en la extrema derecha europea o norteamericana. “Pedían medicinas y les enviaban morfina”, dijo de la situación de las residencias durante la pandemia, lo que es casi como llamar asesinos a los Gobiernos autonómicos –algunos de ellos apoyados por Vox– que tienen las competencias sobre ellas.
China es la creadora del coronavirus. “O bien lo produjo artificialmente o bien permitió que se reprodujera por el mundo entre ocultaciones y engaños”, dijo, como si fuera un invitado del programa televisivo de Iker Jiménez.
George Soros es el misterioso financiador del “globalismo” –una denuncia clásica del antisemitismo en EEUU y Europa– que además “ha reconocido que hizo dinero con las víctimas del Holocausto”. No sólo es falso, sino que Soros, judío húngaro, tenía tres años cuando Hitler llegó al poder en Alemania y trece cuando los nazis ocuparon Hungría. Se salvó porque un funcionario húngaro le hizo pasar por hijo suyo con los documentos debidamente falsificados.
La iniciativa parlamentaria de Vox fue una moción de censura al actual sistema democrático en España, un catálogo de conspiraciones y un intento de apropiarse de todas las víctimas del terrorismo para ponerlos al servicio de la propaganda de Abascal. En su respuesta a la portavoz de Bildu, leyó los nombres de las personas asesinadas por ETA. Fue un golpe de efecto también dirigido a los diputados del PP, que se quedaron sentados mientras se levantaban todos los de Vox. Maria Jauregi, cuyo padre fue un socialista asesinado por ETA, le respondió en Twitter: “Es una falta de respeto a la memoria de mi aita que utilices su nombre. No sé si sabrás que mi aita luchó contra el franquismo y era un firme defensor del diálogo y la democracia. No voy a permitir que manches su nombre. Basta ya de utilizar a las víctimas”.
Maria Jauregi no es de las que piensan que hay que ignorar el discurso de la extrema derecha y responderle con el silencio. Quizá piense que se lo debe a su padre y a las ideas por las que murió.
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