El PP se desangra y desmorona. Y en Vox se han sentado a ver la inesperada película con sorpresa y cierta preocupación. Pero los dirigentes del partido de extrema derecha, con Abascal a la cabeza, han optado por la prudencia y no han querido hacer leña del árbol caído justo en un momento en el que todas las encuestas apuntan a que experimentan una fuerte subida en toda España y están, además, inmersos en las negociaciones para llegar a un acuerdo en Castilla y León con el PP, en donde el presidente en funciones, Alfonso Fernández Mañueco, depende de ellos para seguir gobernando.
“Esperemos que la crisis del PP se resuelva pronto (...) Lo que es malo para España es malo para Vox”, manifestaba el pasado 18 de febrero Santiago Abascal en Twitter. Un mensaje que reiteraba el lunes de la semana siguiente en una improvisada comparecencia después de conocerse que Pablo Casado había sido forzado a convocar a la cúpula del partido para fijar la fecha de un Congreso extraordinario del PP en donde se resolverá su relevo. Ni una sola palabra gruesa contra el que hasta ahora ha sido su rival, pero sí contra Pedro Sánchez, al que Vox y algunos medios de la derecha ven detrás del escándalo del espionaje a la presidenta regional, que ha salpicado también de lleno al Ayuntamiento de Madrid y a su alcalde, José Luis Martínez-Almeida.
Casi las mismas palabras que Abascal pronunciaba al día siguiente desde el Congreso Iván Espinosa de los Monteros. El portavoz parlamentario de Vox aseguró que quieren ser “respetuosos” y no terciar en las polémicas internas del que sigue siendo su principal rival electoral ahora que Ciudadanos prácticamente ha desaparecido. Una estrategia que han mantenido otros dirigentes de Vox a lo largo de todos estos días. Entre ellos, la portavoz en la Comunidad de Madrid, Rocío Monasterio, que adelantó que no iba a hablar de “los problemas internos de otros” y se limitó a opinar que “los rifirrafes y machetazos en Génova 13 no resolverán los problemas de los madrileños”. En la misma línea se manifestó también el portavoz nacional, Jorge Buxadé, quien, no obstante, reclamó “transparencia con el dinero público”.
Aunque los canales de comunicación entre Abascal y Pablo Casado estaban rotos desde que el líder del partido conservador le atacara con fiereza durante el debate de la moción de censura que presentó contra Pedro Sánchez, su abrupto final ha impactado entre los dirigentes de Vox, al igual que entre el resto de los diputados de todos los grupos de la Cámara baja.
El relevo de Casado por Feijóo, sus pros y sus contras
La inminente desaparición de Casado como presidente del partido crea ahora incertidumbre sobre el futuro de las relaciones entre ambos partidos. En Vox creen que es necesario llegar a acuerdos, especialmente después de las elecciones generales de 2023 para frenar al PSOE de Pedro Sánchez. De ahí que deseen a los dirigentes del PP que arreglen pronto sus problemas. “La debilidad de los partidos que tienen que formar parte de una alternativa, dificulta esa alternativa”, afirmaban tanto Abascal como su portavoz en el Congreso en sus respectivas comparecencias.
En Vox ven el hipotético y casi seguro relevo de Casado por el gallego Alberto Núñez Feijóo con pros y contras. Por un lado, como una buena noticia, porque consideran que eso les permitiría seguir creciendo entre el electorado más radical. Pero, por otro, Feijóo siempre se ha vanagloriado de que gracias a él “la extrema derecha no ha logrado entrar aún en Galicia”. Y su beligerancia y equidistancia con el partido de Abascal siempre la ha dejado muy clara. Tras las elecciones en Andalucía, donde el PP tuvo que aceptar por primera vez un pacto con la ultraderecha para poder gobernar en coalición con Ciudadanos, Feijóo afirmó: “Ese fenómeno electoral no tiene cabida en Galicia”. De hecho, en las autonómicas gallegas de 2020 Vox no consiguió representación en esa comunidad. Los de Abascal obtuvieron 26.797 votos, lo que supuso tan solo un 2,05 % de apoyo. El barón del PP arrasó de nuevo logrando su cuarta mayoría absoluta.
Pero ahora el panorama ha cambiado y la extrema derecha se ha afianzado en el tablero político, como se ha demostrado en Castilla y León, en donde Vox ha pasado de tener solo un procurador a lograr 13. Allí Fernández Mañueco está valorando seriamente dejar entrar a Vox en el Gobierno autonómico, tal y como exige el líder de la ultraderecha Juan García-Gallardo para apoyar su investidura, algo a lo que Casado se oponía. El vacío de poder en Génova le empuja ahora a ese escenario si no quiere que haya ahora nuevas elecciones en la región, un escenario que en las actuales circunstancias al PP no le interesa en absoluto.
Con Ayuso la interlocución es más fácil
Para los de Abascal, el hecho de que la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, haya dejado dicho que -de momento- no aspira a liderar partido a nivel nacional también les tranquiliza. Saben que ella sí supone un verdadero 'peligro' como rival electoral, aunque no como interlocutora política. Ya demostró que es imbatible en la capital. Pero al mismo tiempo, el poder interno que ha conseguido Ayuso en esta crisis también puede allanar el camino a ese futuro pacto entre los dos partidos para desbancar del poder a Pedro Sánchez y su “gobierno Frankenstein” con “separatistas y nacionalistas”, como denuncian. Esa “alternativa” es la que ha estado reclamando Abascal a Casado sin que el hasta ahora líder del PP recogiera el guante en su obsesión por disputarle el mismo espacio electoral, convencido de que tras las próximas elecciones generales se convertiría en presidente del Gobierno
Con Ayuso los mandatarios de Vox siempre han mantenido buena relación, sobre todo después de la repetición electoral de mayo del año pasado. La presidenta regional logró cerrar esta vez con Rocío Monasterio los presupuestos para Madrid, mientras en el Ayuntamiento daban la espalda a Almeida, que se vio obligado a pactar las cuentas con los disidentes de Más Madrid, el grupo “comunixto”, como les llama Javier Ortega Smith. Así que ahora han decidido no atacarla por el escándalo en el que se ha visto envuelta, al destaparse el caso del contrato a un empresa vinculada a su hermano y el cobro por parte de éste de una cuantiosa comisión por ello, noticia que adelantó elDiario.es. Es más, Vox se ha apresurado a defender su presunción de inocencia.
Tampoco han querido tomar partido ante el supuesto espionaje que ha sufrido Ayuso desde el Ayuntamiento, que ya se ha cobrado alli la cabeza de Ángel Carromero y ha puesto contra las cuerdas al propio alcalde, que también ha terminado dejando la portavocía del PP. Almeida además ha tenido que aguantar el rapapolvo de Begoña Villacís, su socia de Gobierno, a la que no informó ni tuvo al tanto de que iba a estallar el escándalo. Pese a ello, ha descartado una moción de censura.
Mientras todos los grupos municipales -incluso Ciudadanos y el propio PP- votaban a favor de que se cree una comisión de investigación en el Ayuntamiento de Madrid para esclarecer los hechos, Vox se abstenía. La misma actitud mantuvo este viernes durante el Pleno urgente y extraordinario en el que Almeida se ha visto de nuevo forzado a comparecer obligado por la oposición. A lo más que han llegado los de Vox ha sido a pedir que se “sepa la verdad” mientras de nuevo dirigían sus dardos contra la Moncloa al asegurar que “se deben depurar responsabilidades para saber de dónde han salido esos datos privados” que se supuestamente buscaban funcionarios municipales sobre la presidenta regional.
Lo asombroso es que pese a suponer un caso bastante evidente de corrupción, la líder madrileña del PP ha salido reforzada de esta batalla. Y los de Abascal ven en ello una buena oportunidad para que en el futuro influya a favor de esa gran alianza entre dos fuerzas políticas, “que a pesar de mantener ideologías diferentes, son compatibles”. Así lo reconocía en aquella comparecencia Abascal, en la que advirtió de que “la época de mayorías absolutas ha pasado”.
Vía libre para liderar la oposición
Ahora, visto el panorama y la descomposición en la que se ha sumido el PP, en Vox acarician ya la idea de lograr el sorpaso a los conservadores. Algunas de las últimas encuestas así lo certifican. Sin embargo, de puertas afuera Abascal repite que ellos no están “en una batalla contra el PP, sino contra Pedro Sánchez”, mientras señala que “el único sorpaso que nos interesa es el sorpaso al Partido Socialista”. “Miramos al futuro con esperanza porque podemos ser el primer partido de los españoles”, afirma una y otra vez el presidente del partido ultraderechista.
De momento, la retirada forzosa de Casado deja vía libre a Abascal para ejercer en el Congreso como líder de la oposición, un papel que siempre ha ansiado frente a la “derechita cobarde” que a su juicio ha representado el PP bajo liderazgo del sucesor de Rajoy. Así que la estrategia a partir de ahora será centrarse en seguir erosionando al Gobierno de Sánchez y continuar defendiendo sus propuestas dejando que los de Casado sigan con sus líos internos el tiempo que sea necesario.
Este miércoles el todavía presidente del PP se despedía durante la sesión de control al Gobierno sin realizar la pregunta prevista a Pedro Sánchez. Casado se limitó a afirmar que entiende la política “desde la defensa de los más nobles principios y valores, desde el respeto a los adversarios y la entrega a los compañeros, todo para servir a España y a la causa de la libertad”. “Este es el futuro de nuestros hijos y que debemos construir todos juntos”, apuntó. El presidente del PP abandonó el hemiciclo poco después junto a los tres dirigentes fieles que le quedan: Ana Beltrán, Pablo Montesinos y Antonio González Terol. Una imagen que refleja perfectamente la soledad en la que se va.