El adjunto de Redondo en Moncloa se mueve para ser secretario de Organización del PSOE
Hubo un tiempo en el que a Umbral le dio por escribir que quería ser asesor porque era más que ser burócrata y mejor que ser político. Algo así como estar y no estar en la política. “Estar de estrella invitada”. Corría el año 87 del siglo pasado y el Gobierno de entonces tenía un presupuesto de 1.400 millones de pesetas –más de 8 millones de euros– para contratar asesores. De libre designación, se entiende. Si hoy levantara la cabeza comprobaría que la política, los gobiernos y los partidos están en manos de esas “estrellas invitadas”. Iván Redondo, el “todopoderoso” jefe de gabinete de Pedro Sánchez, es uno de ellos. A él se le atribuyen los éxitos –también los fracasos– de cuantas decisiones adopta el presidente del Gobierno. En La Moncloa y en el PSOE. Su influencia sobre el secretario general de los socialistas nadie la niega, pero de ahí a que sea el “cerebro” de todo lo que se cuenta hay un trecho. Manda, eso sí, mucho y además le agrada que se sepa. Su relación con la dirección federal del PSOE nunca fue fácil. Y hoy, menos que nunca. En Ferraz le acusan de querer hacer del partido un apéndice de La Moncloa.
Y es en este contexto en el que en el PSOE enmarcan los últimos movimientos de su adjunto “monclovita”, el socialista andaluz Paco Salazar, quien se postula ya para próximo secretario de Organización del PSOE en el congreso federal que se celebrará entre mayo y junio de 2021. Él, por su parte, lo niega. “No estoy en esa terna”, arguye.
Los socialistas están pendientes de la aprobación de los presupuestos para poner en marcha su calendario congresual, que se ha dilatado respecto al plan inicial de activarlo este otoño. El proceso comenzará en torno a la primavera y lo previsto es que en verano Pedro Sánchez ya haya sido reelegido como secretario general. Sin sobresaltos y con pocas sorpresas, salvo ligeros cambios en la composición de la Ejecutiva Federal para darle más peso político.
El hacha de guerra está prácticamente enterrada desde las primarias en las que Sánchez derrotó a Susana Díaz, solo se atisba batalla en las federaciones de Andalucía y Galicia cuando se celebren los congresos regionales. Pero, en medio de esa calma y con la actividad del partido reducida al mínimo desde la llegada del PSOE al Gobierno, los movimientos precongresuales se observan ya con lupa dentro del partido.
Uno de los movimientos que más inquieta en las filas socialistas es el del director adjunto del gabinete del presidente del Gobierno, Paco Salazar, que trabaja mano a mano y a las órdenes de Iván Redondo desde que Sánchez habita La Moncloa. Salazar, cuentan en distintas federaciones, lleva meses tejiendo una red dentro del partido con reuniones y comidas con socialistas de distintos rangos y, según el relato de más de media docena de interlocutores, “ha llegado a trasladar a miembros de su equipo y del Gobierno su deseo de ser el próximo secretario de Organización del PSOE”.
El comentario ha llegado por varias vías –a través de algunos ministros y dirigentes socialistas– a la cuarta planta de Ferraz, donde están los actuales responsables de la Secretaría de Organización del partido que ocupa José Luis Ábalos, si bien su nombramiento como ministro de Transportes le hizo delegar buena parte de la gestión del partido en el secretario de Coordinación Territorial, Santos Cerdán.
La continuidad de Ábalos en ese puesto orgánico es una de las incógnitas de la futura dirección, según reconocen en las filas socialistas. La sucesión natural en el caso de que Sánchez le deje solo en el ministerio sería Cerdán, que ya ejerce en buena medida como secretario de Organización, aunque las fuentes consultadas no descartan una “sorpresa” de última hora por parte del líder del PSOE.
Los movimientos de Salazar han caído como un jarro de agua fría en Ferraz, donde los interpretan como una “nueva maniobra” del propio Redondo para “convertir el partido en un apéndice de Moncloa”. “Esto se explica por la intención del consultor de controlar también el partido”, resume un líder territorial bregado en la fontanería del partido.
Salazar, quien admite cierto “nerviosismo” en la organización ante la proximidad del congreso federal, es uno de los hombres de confianza del alcalde de Dos Hermanas, Quico Toscano, uno de los principales rivales de Susana Díaz en el PSOE andaluz, que fue uno de sus valedores en política. Esa relación le llevó también a formar parte del equipo de Sánchez en la cruenta batalla por el liderazgo en la que se impuso a la presidenta andaluza. Una vez reelegido secretario general, colocó a Salazar como secretario de Acción Electoral de la Ejecutiva del PSOE.
Durante las primarias y ya en la dirección del partido, Salazar hizo buenas migas con Ábalos, pero nunca ha tenido sintonía con la número dos del partido, Adriana Lastra. Tras la moción de censura, Sánchez se lo llevó a Moncloa como director general de Análisis y Estudios. Desde ahí comenzó a tejer una buena relación con el jefe de gabinete de Sánchez. “Soy un hombre de Ábalos con buena relación con Redondo”, decía entonces el socialista andaluz a propósito de la distancia que había ya en esa primera etapa entre Moncloa y el partido. Pero la relación con Ábalos y el resto del aparato del PSOE no tardó en enfriarse. Sus detractores se jactaban entonces de habérselo quitado de encima mientras su poder iba en aumento. “Él se pone al servicio de Iván, que tiene una falta en el partido. Juega ese papel y le vende la moto”, comenta un dirigente socialista, que considera que Salazar “juega permanentemente a todo”.
“Mi espacio es institucional. Y lo lógico es que Ábalos permanezca al frente de la Organización, salvo que él no quiera. En todo caso, mi vida profesional está ligada a Pedro Sánchez”, defiende el adjunto de Redondo, que niega además tener agenda de partido o aspiraciones orgánicas.
Tras las elecciones del 10 de noviembre y la formación del Gobierno de coalición, Sánchez lo nombró director adjunto del gabinete convirtiéndolo en la mano derecha de Redondo, con quien hace tándem desde hace meses. Salazar es el hombre de Redondo en el partido, donde su presencia genera suspicacias y por eso ahora los movimientos del andaluz no se leen solo como una aspiración personal. Redondo quiere, además, impulsar su figura y desde hace tiempo trabaja en agrandar la imagen de un dirigente, cuya figura en el proceloso universo socialista siempre pasó desapercibida.
Otra de las derivadas de la presencia de Salazar en la cúpula de Moncloa se lee en clave andaluza. Los detractores de Susana Díaz –sanchistas, pero también susanistas sin pedigrí e incluso antiguos colaboradores que la expresidenta ha dejado por el camino– planean una alternativa para la secretaría general de la otrora poderosa federación con el temor de que los intereses de esa parte de la cúpula socialista vayan en dirección contraria. A Salazar le acusan de buscar la contemporización con la expresidenta con el objetivo de ir ganando poder en la federación andaluza. “Se equivocan, esto es imparable y no lo van a decidir tres en un despacho”, dice una de las personas que están en la sala de máquinas de la futura candidatura alternativa. Atentos porque hay debate y malestar entre los socialistas. Con Salazar, pero sobre todo con Redondo, que vuelve a abrir una brecha entre el partido y el Gobierno y a proyectar su alargada sombra sobre el partido.
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