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Villarejo y sus socios ponían precio a la colaboración del exjuez Garzón para reventar un caso
Adrián de la Joya y Ruiz de Velasco está “muerto”. El empresario predijo su final para el día que comenzaran a hablar de él. Y dos imputaciones y una detención ordenadas por la Audiencia Nacional son demasiadas como para continuar en el anonimato. “Estoy vivo gracias a que nadie, nunca jamás, habla de mí”. Han pasado ya tres años de esa frase, pronunciada en presencia de su socio José Manuel Villarejo y de la grabadora que siempre acompañaba al comisario. Pertenece a una de las conversaciones que sirven para acusar a ambos de una ristra de delitos, entre ellos organización criminal, por el sablazo de más de 7 millones de euros a un naviero que quería evitar su extradición a Guatemala.
Con un apellido compuesto, residencia declarada en Suiza y la protomelena que lucen algunos señores del barrio de Salamanca, cualquiera diría que las afirmaciones que aparecen en las grabaciones del caso Villarejo no pueden pertenecer a Adrián de la Joya y Ruiz de Velasco. “Estoy de secano desde hace ocho años y estoy con muchas preocupaciones. Y estoy hasta la polla. O sea, yo quiero volver a forrarme otra vez”, le dice De la Joya al abogado Enrique Maestre Cavanna cuando éste les explica, a él y a Villarejo, el posible negocio con el naviero Pérez Maura en abril de 2016.
Por aquel entonces, un molesto foco se había posado ya sobre su socio el comisario y había empezado a invadir la zona de sombra de Adrián de la Joya. Sin embargo, la figura del empresario irrumpió fuerte en los medios el día que fue detenido en el caso Lezo, un año después de la citada conversación.
Quedó en libertad en cuanto mostró al juez su total disposición a colaborar y admitió que había puesto una de sus cuentas en Suiza a disposición de OHL y la trama de Ignacio González. La constructora quería pagar una mordida desde México por la adjudicación una obra férrea en la Comunidad de Madrid y el dinero tenía que llegar al expresidente autonómico, vía el gerente del Canal de Isabel II Ildefonso de Miguel. Adrián de la Joya se quedó con los 1,4 millones porque, según le dijo al juez, Villar Mir le debía dinero de un negocio en África. Pero ante el magistrado quiso dejar claro que él había advertido a Javier López Madrid, el yernísimo, que “no iba a hacer ningún pago a un político ni a ningún funcionario”.
De la Joya fue muy conocido en los círculos de la jet madrileña y marbellí en la década de los 90 por las amistades que frecuentaba a través de su matrimonio con Cristina Fernández Longoria, hija del que fuera embajador de Egipto, Carlos Fernández-Longoria y Pavía. La esposa de De la Joya era entonces cuñada del libanés afincado en Suiza Abdul Rahman el Assir, quien fuera íntimo amigo del rey Juan Carlos y socio del multimillonario traficante de armas saudí Adnan Kashoggui. Otra de las hermanas de Fernández-Longoria estaba entonces casada con José Luis Alcocer, primo de Alberto Alcocer, a su vez primo de Alberto Cortina: la pareja de empresarios conocida como ‘los Albertos’, también del círculo íntimo del hoy rey emérito.
En diciembre pasado, De la Joya trasladó al adjunto a la presidencia de Atresmedia y presidente de La Razón, Mauricio Casals, su hartazgo por las informaciones que aparecían sobre él y que consideraba falsas. En una llamada a su amigo le cuenta que las autoridades españolas ya han enviado “siete comisiones rogatorias” a Suiza y que una de ellas es por una sociedad que creó en 2012 y que no ha tenido actividad alguna. La conversación, incorporada al sumario del caso Villarejo, retrata la actividad del empresario. “Que yo puedo tener todas las sociedades en Panamá que me salgan de los cojones. Que yo no tengo que darle ni una puta explicación a la Agencia Tributaria española. Yo puedo tener si quiero 500 sociedades panameñas, gibraltareñas, de Curaçao y del coño de su madre, ¿de acuerdo?”, le dice a Casals.
De la Joya volvió a ser detenido el pasado 8 de mayo en Madrid por el palo al naviero, quien también fue arrestado junto a uno de sus hermanos. Se les atribuye cohecho, cohecho internacional, tráfico de influencias, falsedad documental, encubrimiento, blanqueo de capitales y, en el caso de De la Joya y Villarejo, también organización criminal.
A la Policía no le fue difícil localizar a De la Joya en Madrid. Los investigadores sospechan que su residencia en Suiza no es real. Posee un domicilio en la calle Lagasca, en la zona más rica de la capital: dos pisos en una misma planta que abandona a pie hasta un gimnasio cercano o a una clínica de cuidado del cabello, según acreditan los seguimientos de la Unidad de Asuntos Internos. Para desplazamientos más largos utiliza cualquiera de los carísimos coches de su parque móvil: un Audi S8, un todoterreno Mercedes, un Porsche 911 y un Ferrari 488, valorado éste último en más de 250.000 euros.
El asunto de la residencia en Suiza venía preocupando a De la Joya, según confesó a su socio Villarejo en otra conversación incautada al policía. Allí tiene las cuentas bancarias que se sospecha pone a disposición de sus clientes, lejos del fisco español. Al empresario le inquieta especialmente la amenaza de alguien al que llama “Troll”. Se refieren al general Félix Sanz Roldán, director del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) y uno de los grandes enemigos de Villarejo, según la versión del comisario.
De la Joya: Yo solo tengo un problema mío, y es que me jodan mi residencia en Suiza.
Villarejo: No te lo van a joder. Para nada.
De la Joya: Que demuestre el Troll que estoy aquí.
Villarejo: Eso es imposible. Imposible. El Troll no tiene capacidad para eso. Tendría que utilizar a la Guardia Civil o a la Policía.
De la Joya: ¿Sí?
Villarejo: Él no puede. No es policía judicial.
Adrián de la Joya y Ruiz de Velasco, cuando quiere, habla sin decir, da a entender, se refiere al que está delante como si no estuviera y va colocando recados. Cuando el abogado Maestre Cavanna le viene con el negocio de Pérez Maura, De la Joya le saca otro vinculado a Irán y le dice que los necesita, a él y a Villarejo, porque ellos tienen cosas de las que el abogado carece. “Solamente tiene un fallo Enrique, un fallo que le podemos nosotros dar solución. Tienes uno y no te voy a contar cuál es, pero gracias a ese vamos a poder entrar nosotros. Si no tuvieras ningún fallo, no nos necesitabas para una mierda”, asegura. De la Joya está empeñado en el negocio de Irán. “Yo quiero morir rico y la única forma de morir rico es con un tema como el que tú tienes entre manos. Eso lo tengo yo más claro que la hostia”, dice.
Como ocurre con el comisario Villarejo, se trata de determinar qué es verdad y cuánta parte de ficción hay, vendida a precio de oro a sus clientes. En apenas una frase de más de mil folios de sumario, el abogado Enrique Maestre Cavanna, también detenido e imputado, resume la actividad del grupo criminal que lidera Villarejo. Lo hace al hablar con el policía y con De la Joya del negocio que van a hacer con Pérez Maura: “Porque vamos a ver, aquí hay una parte real y una parte de show”.
En el sumario hay un pasaje que abunda en ello. En otra grabación, De la Joya presume ante sus interlocutores de experiencia en interferir en casos de la Audiencia Nacional. Rememora la última detención de Mario Conde y su hija. Ésta tiene un hijo enfermo de cáncer. Según De la Joya, él fue ese mismo día a comer con el juez Pedraz, le explicó la situación, le enseñó una foto del pequeño y el magistrado se marchó con lágrimas en los ojos a excarcelar a la hija de Conde.
Es cierto que Pedraz dejó en arresto domiciliario a la mujer por motivos humanitarios, pero niega haber comido con De la Joya y ni siquiera conocerle. Según fuentes jurídicas, el juez del caso Villarejo, Manuel García Castellón, preguntó al empresario en su declaración por este pasaje de las grabaciones y él reconoció la mentira. García Castellón no pudo evitar reprenderle.
En las grabaciones del sumario hay decenas de referencias a Baltasar Garzón, exjuez de la Audiencia Nacional, como una herramienta clave en abortar la detención y extradición de Ángel Pérez Maura. Los imputados llegan a hablar entre ellos de que Garzón quiere tres millones de euros y está acreditado que cobran uno del naviero con el supuesto fin de pagar al exmagistrado. La Audiencia Nacional aún no ha abordado la posible declaración de Garzón, cuyo despacho niega cualquier intermediación.
A Pérez Maura le llegan a plantear, nada menos, cambiar al presidente de Guatemala, poner al que ellos elijan y acabar así definitivamente con la investigación contra el naviero, que presuntamente habría pagado 30 millones de dólares a cambio de la adjudicación de un puerto.
De la Joya tiñe su exhibición de contactos internacionales con una buena dosis de testosterona. Un día, que venía de ver a Pérez Maura, le relata a Villarejo lo que ha dicho al cliente: “Cuando tomamos un caso, lo llevamos hasta el final y lo resolvemos. Y tenemos todo el poder. Todo el poder. ¿De acuerdo? Ángel, tengo todo el poder, el poder que me sale de los cojones para destruir la CICIG (comisión anticorrupción de Guatemala), para destruir ese nido de comunistas y para hacer a Julio presidente y hacer lo que me salga de la polla y sacarte a ti de la mierda en la que te has metido tú. ¿De acuerdo?”.
Julio Ligorría es el exembajador de Guatemala en Estados Unidos, el presidente de paja con el que sueña la banda de Villarejo, y hombre clave en la trama de intento de abortar la investigación al naviero Pérez Maura, según fuentes de la investigación. Ligorría está imputado en el caso PIT y declarará el próximo día 11 ante el juez Manuel García Castellón.
Villarejo y sus socios convencieron a Pérez Maura de que la amenaza real para él eran los Estados Unidos, el país que controlaría la comisión anticorrupción guatemalteca. Le ocultaban que España no suele extraditar a sus nacionales y no le salvaron de una investigación en la Audiencia Nacional por la mordida pagada en el país centroamericano. Al final, Pérez Maura y su hermano han sido detenidos, pero por contratar a Villarejo y De la Joya.
Para compensar, comisario y empresario agitaban ante el cliente el espantajo estadounidense. En la primera reunión entre Maestre Cavanna, Villarejo y De la Joya aparecen ya las exhibiciones de contactos internacionales de unos y otros como si de una competición de patio se tratara. Maestre dice contar con Manny Ortiz, “uno de los mayores lobbistas en Estados Unidos”, según afirma, entre los “cinco latinos más importantes” de ese país y miembro del comité ejecutivo del Partido Demócrata. La investigación ha acreditado que Ortiz llegó a viajar a Madrid para el asunto de Pérez Maura.
Adrián de la Joya le sube la apuesta: “Yo me manejo con Paul Manafort, que es el jefe de campaña de Donald Trump, y ha sido jefe de campaña”. Maestre continúa: “Y éste (Manny Ortiz) está con Hillary Clinton. Que a mí me parece muy bien que controlemos republicanos y demócratas”. A De la Joya le toca la moral ese comentario y eleva el tono: “¡Con Hillary está mi puto cuñado, mi puto sobrino!”.
Villarejo y De la Joya viajaron a Estados Unidos y, efectivamente, se reunieron con Manafort. El pasado marzo, el exasesor de Trump fue condenado a siete años por fraude. Antes, De la Joya había dejado dicho en las grabaciones de Villarejo: “Aquí la única clave y lo único importante es que controlamos al presidente de los Estados Unidos. Lo demás nos suda los cojones”.
Villarejo y sus socios ponían precio a la colaboración del exjuez Garzón para reventar un caso