Albert Rivera ha empezado a estudiar el papel que puede jugar en el panorama que se acaba de abrir tras la dimisión forzada de Pedro Sánchez. La posibilidad de que el PSOE cambie su no por una abstención para facilitar la investidura de Mariano Rajoy podría dejar a Ciudadanos en un segundo plano, puesto que a partir de ese momento los 32 votos de su partido no serían ya tan influyentes ni tampoco decisivos. Y eso a Rivera ha empezado a inquietarle.
Sus movimientos no se han hecho esperar. El líder de Ciudadanos tomó la iniciativa, como le suele gustar, y llamó al presidente de la gestora socialista, Javier Fernández, con un claro objetivo: brindarle su ayuda y “ponerse a su disposición” por si puede ser “necesario para alguna negociación”.
Aparte de eso, la breve conversación no fue mucho más allá de ese protocolario saludo y gesto de cortesía. Según relató el propio Rivera a los diputados de su grupo parlamentario, “le he deseado suerte, acierto en la toma de decisiones y respeto absoluto por la democracia y los mecanismos internos de su partido”. Fernández, por su parte, le agradeció el detalle. No obstante, no se descarta que más adelante ambos líderes establezcan nuevos contactos o mantengan algún encuentro para conocerse personalmente.
Lo que ha quedado patente es que en Ciudadanos han saludado con alivio el cambio de rumbo que puede propiciarse ahora en el PSOE. Sabían que el “no es no” de Sánchez no iba a variar y que el bloqueo político iba a desembocar indefectiblemente en unas terceras elecciones, que los de Rivera no desean. Tampoco les ha gustado cómo los socialistas han resuelto su grave crisis. No obstante, Rivera se ha mantenido todos estos días en un discreto silencio “por respeto, para no interferir” en ella, y se ha limitado a insistir en que España “necesita partidos que pongan por encima el interés general, no los intereses propios”.
Pero ahora el líder de Ciudadanos sabe que el tiempo apremia y que quedan escasamente dos semanas para que PP y PSOE se sienten a negociar las condiciones de esa abstención a la investidura de Mariano Rajoy. “Estoy convencido de que Rajoy tiene que buscar esa Presidencia. Pero tiene que aceptar y escuchar las condiciones y propuestas del PSOE”, a los que animó a presentarlas. “Si quiere ser presidente, no le va a caer del cielo”, advirtió Rivera en la citada reunión con sus diputados.
Pocas son las dudas que hay de que los socialistas se avendrán finalmente a concederla. Ante esa nueva situación, Rivera no quiere perder el protagonismo que ha tenido hasta ahora, tanto en la fallida investidura de Sánchez, como en la primera, y también fallida, de Rajoy. Su deseo es abrir esa mesa a tres para garantizarse su presencia en ella.
Pero por ahora no hay movimientos. Javier Fernández parece dispuesto a dilatar su decisión, que no tomará en solitario sino con los distintos barones socialistas. Y en el PP tampoco parece que haya demasiada prisa, a sabiendas de que ir a unas terceras elecciones les favorecería después de la grave crisis que atraviesa el PSOE.
Fuentes del partido afirman que tampoco en estos momentos Rivera mantiene contactos con Rajoy. Otra cosa es a nivel parlamentario, donde ambos grupos comenzaron hace tiempo a intercambiarse papeles para negociar los presupuestos y el techo de gasto. O algunas de las propuestas que están o van a estar para su debate en los plenos.
Pero el hecho de que el PP acabe de presentar en el Congreso su propuesta para reformar la Loreg y evitar que las elecciones se celebren el día de Navidad les ha dado qué pensar. Sobre todo porque los populares han estudiado su contenido conjuntamente con el PSOE aunque, eso sí, antes de que estallara con toda su crudeza la crisis de liderazgo abierta en el partido de Pedro Sánchez. Y eso a Rivera le parece “sintomático” “cuando se supone que todos queremos evitar unas terceras elecciones”, ha dicho el líder de Ciudadanos.