La campaña electoral de Catalunya ha sido dura y agria entre Ciudadanos y el PP. Pero después de la tempestad viene la calma. Mariano Rajoy lo sabe. Y también Albert Rivera. Por eso cuando el líder de Ciudadanos respondió el jueves a la llamada del presidente del Gobierno para que acudiera al Palacio de la Moncloa, la retahíla de reproches y acusaciones que se cruzaron esos días los dirigentes de ambos partidos quedaron en un cajón.
De hecho, la llamada de Rajoy a Rivera tenía dos claros objetivos: por un lado, rebajar ese clima de tensión, acrecentado al constatar el éxito de Arrimadas y la debacle de García Albiol; y, por otro, palpar la disposición del líder de Ciudadanos a seguir dando estabilidad a la legislatura.
En Ciudadanos están encantados de que por fin hayan cambiado las tornas y el presidente del Gobierno haya decidido llamar en primer lugar “a consulta” a Rivera dejando en segundo plano al PSOE, algo que no había ocurrido hasta ahora. Creen que los resultados de Catalunya frente al “hundimiento” allí del PP y del PSC no le dejaban otra opción. Y ese cambio de escenario, que aunque les ha sido favorable achacan también a una ley electoral que creen urgente cambiar, va a ser explotado al máximo por Rivera en su papel de líder del partido de la oposición “útil”.
Tras una hora y media cara a cara, a Rajoy le llegó nítido el mensaje del líder de Ciudadanos: los 32 escaños naranjas seguirán salvándole de un adelanto electoral –que en el PP en este contexto contemplan con terror–, pero a partir de ahora no podrá seguir haciéndole más driblajes y deberá cumplir sus compromisos. “Rajoy no puede ponerse ahora estupendo”, avisan.
Los de Rivera, contra lo que algunos puedan pensar o unos pocos les reclamen, tampoco tienen prisa por la convocatoria de unas elecciones anticipadas. Por lo que, salvo que las cosas se tuerzan mucho, no van a provocar un adelanto. Son partidarios de esperar y de que todo vaya a su paso. “Nuestro depósito de gasolina está lleno”, afirman en la dirección.
Primero, municipales y autonómicas de 2019, una doble cita para la que ya se están preparando y que esperan que les sirva para demostrar que los resultados logrados en Catalunya no han sido “casualidad” o consecuencia solo del hartazgo de los catalanes con el procés, sino fruto un trabajo constante y la consolidación de un proyecto “sólido” e “ilusionante” para toda España. Así que, de momento, darán un poco de aire a Rajoy.
Una de las preocupaciones más inmediatas del presidente del Gobierno son los Presupuestos Generales del Estado para 2018, que aún no tiene asegurados. El líder de Ciudadanos ha insistido en que no entra en sus planes poner en peligro la estabilidad de la legislatura, pero siempre y cuando el presidente cumpla sus exigencias.
Una de ellas es la equiparación de los salarios de la Policía Nacional y la Guardia Civil con los Mossos d'Esquadra y la Ertzaintza. Una medida que el partido naranja cifra en 500 millones. El equipo económico de Rivera no tiene todavía el visto bueno del titular de Hacienda, Cristóbal Montoro, pero van a forzar la máquina ya que saben que de cumplirse, significaría un importante logro que apuntarse de cara a las próximas elecciones autonómicas.
Otra de las obsesiones de Rivera en las negociaciones presupuestarias es impedir que los partidos nacionalistas logren mayores privilegios de los que a su juicio tienen ya. No es ningún secreto que las cesiones del Gobierno al PNV en el Cupo vasco –el cuponazo, como lo han bautizado– les han indignado. Y no quiere que ese modelo se extienda a otras comunidades en la reforma de la financiación autonómica que también debe abordarse en breve.
Por su parte, a los nacionalistas vascos, que a su vez han condicionado su apoyo a las cuentas de 2018 a que se levante en Catalunya la aplicación de artículo 155 de la Constitución, les interesa sacar el mayor rédito posible a ese apoyo. Sobre todo ante el auge de Ciudadanos. De modo que Rivera estará muy atento en el Congreso a lo que puedan conseguir los peneuvistas del Gobierno.
Un desencuentro palpable en Madrid
Mientras Rivera y Rajoy tratan de rebajar la tensión tras los comicios que han disparado los escaños de Ciudadanos, en Madrid ambos partidos cierran un año marcado por desencuentros cada vez más escenificados. Cristina Cifuentes ha pedido a Ignacio Aguado y los suyos más “lealtad”. “No se entiende bien que, teniendo un acuerdo de investidura, en el día a día voten en el tripartito de la oposición. En 7 de cada 10 ocasiones han votado con PSOE y Podemos y eso no parece muy coherente con estar apoyando a un gobierno”, ha dicho la presidenta de la Comunidad de Madrid en la última rueda de prensa del año.
La presidenta regional intenta convencer de que lo que ha ocurrido en Catalunya no va a tener eco en las próximas autonómicas y generales. “No estamos en absoluto nerviosos porque no pensamos que sea extrapolable ni al resto de España ni a la Comunidad de Madrid”, ha afirmado ante los medios. En este sentido, Cifuentes ha reivindicado que “el voto útil es el Partido Popular, si lo que quieren es que no gobierne la izquierda”, no Ciudadanos.
Esta tensión en Madrid no solo está justificada por la corrupción que invade al gobierno regional del PP, sino también porque, aunque digan lo contrario, en el cuartel general de la calle Alcalá los dirigentes naranjas tienen ya la vista puesta en la cita con las urnas de 2019. Creen que si en 2015 consiguieron ser decisivos en la formación de otros cuatro gobiernos autonómicos –además de Madrid, en Murcia, Castilla-León, Andalucía y La Rioja–, dentro de año y medio podrían estar presidiendo algunos de ellos.