“En el Congreso hay gente que no ha trabajado en su vida, pero hay otros que se matan a currar”. Con estas palabras se expresaba el pasado domingo el exdiputado de Unidas Podemos Alberto Rodríguez, cuando Fernando González, Gonzo, le preguntó en Salvados, su programa de La Sexta, acerca de si se trabaja en el Parlamento. Él pasó cinco años en la Cámara Baja, hasta su polémica suspensión del pasado 22 de octubre, a raíz de la condena que le impuso el Tribunal Supremo por pegar a un policía en 2014.
En las cuatro legislaturas en las que fue elegido como parlamentario, intervino en el Pleno en una veintena de ocasiones, y más de 300 en las distintas comisiones en las que estuvo representado, principalmente en las de Empleo e Industria. Son las dos materias en las que está especializado. Rodríguez ha trabajado durante años en una refinería de petróleo de Tenerife, a donde regresó a finales del mes pasado, solo unos días después de que la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, le retirara el acta de diputado. Allí ha ejercido de representante sindical y la lucha por los derechos de los trabajadores marcó también su paso por la política y su acción en el Parlamento.
Su primera intervención en el Pleno tuvo lugar en abril de 2016, apenas unos meses después de su toma de posesión como diputado en la fallida XI Legislatura, que finalizó pocos meses después por la falta de acuerdo para la investidura de Mariano Rajoy, lo que abocó a unos nuevos comicios que, como los primeros de ese año, volvió a ganar el PP consiguiendo, esa vez sí, los apoyos necesarios para que Rajoy fuera nombrado presidente. Entonces, desde las derechas se llamaba a Rodríguez de forma despectiva “el 'rastas' de Podemos” por su peinado característico que, tras su elección como diputado, escandalizó también a los medios más conservadores.
Desde el atril, el diputado, visiblemente nervioso, hizo una acérrima defensa de la subida del Salario Mínimo Interprofesional, entre insultos de las derechas y aplausos de la izquierda. “Esto no solo es una cuestión de justicia, que lo es, es también una cuestión de eficacia. Es economía de primaria, de parvulario. Si cada vez más personas tienen menos poder adquisitivo por culpa de los salarios de miseria, consumirán mucho menos, la economía se estancará y muchas empresas, muchos negocios, tendrán que cerrar las puertas, condenando a más y más gente al desempleo, esto sin olvidar que los salarios bajos provocan evidentemente menores cotizaciones a la Seguridad Social y, por lo tanto, ponen en grave riesgo la supervivencia de nuestro sistema público de pensiones, aunque yo sé que eso a ustedes no les importa mucho”, expresó en esa primera intervención.
“Proponemos una subida urgente hasta los 800 euros en los dos primeros años de legislatura y un incremento hasta los 950 euros los dos últimos para homologarnos con nuestros vecinos europeos y mejorar con muy poquito esfuerzo la vida de millones de personas”, añadió. Tres años después, a raíz del acuerdo alcanzado entre el PSOE y Unidas Podemos, el salario mínimo tuvo el mayor incremento de la historia de la democracia.
En aquella intervención de 2016, Rodríguez quiso hacer un apunte personal. “Ayer, cuando le contaba a mi madre que iba a intervenir en el Pleno por primera vez, me dijo: 'Mi niño, no tengas miedo. Súbete ahí arriba y dales voz a los que ni siquiera saben que tienen voz'. Eso es lo que he intentado hacer en estos minutillos. Me vuelvo a mi asiento preguntándome si alguno o alguna de ustedes tendrá la poca vergüenza de votar en contra de esta subida mientras ingresan todos los meses más de 4.000 euros de dinero público”, les dijo a los diputados de la derecha, que entonces votaron en contra de la propuesta para subir el SMI.
Más tranquilo, aunque visiblemente afectado por la condena entonces ya pública del Supremo, Rodríguez no renunció al tono combativo en su última intervención ante el Pleno, el pasado 14 de octubre, durante su defensa de la convalidación del real decreto de medidas urgentes para la protección del empleo, la recuperación económica y la mejora del mercado de trabajo.
“Quien vote hoy en contra de estas medidas estará votando contra la gente trabajadora, contra la viabilidad de muchas empresas y, lo que es más grave todavía, contra la isla de La Palma. Solo el odio y el sectarismo pueden llevar a alguien a votar en contra”, dijo. “La buena noticia es que son minorías porque el voto de la ciudadanía configuró una mayoría parlamentaria que permite aprobar medidas como esta. Seguiremos empujando y apretando para que las instituciones, todas, no olviden ni a la gente trabajadora ni a nuestras vecinas y vecinos de La Palma para cuando el volcán deje de ser noticia, que algún día pasará, y solo queden las terribles consecuencias. Para eso nos votaron y por eso estamos aquí”.
Su escaño sigue vacío
Un mes después de esas últimas palabras en el atril del hemiciclo, Rodríguez mantiene su lucha en los tribunales para tratar de recuperar su escaño, en el que aún no ha sido sustituido por la renuncia de todos los suplentes de las listas de Unidas Podemos, hasta que se aclare la situación del exparlamentario. Fuentes del grupo confederal reconocen no tener prisa para ocupar ese asiento vacío, aun a riesgo de que pueda influir en algunas de las votaciones en un contexto en el que las fuerzas que apoyan al Gobierno, PSOE y Unidas Podemos, suman tan solo 155 escaños –154 tras la suspensión de Rodríguez– y, por tanto, lejos de la mayoría parlamentaria de 176 representantes.
En el que fue su partido –el exparlamentario dejó Podemos en octubre, un día después de su suspensión–, recuerdan las “apasionadas” intervenciones de Rodríguez en defensa de los convenios colectivos, de la conciliación laboral o de las pensiones públicas.
En esta legislatura, Rodríguez ha registrado medio centenar de preguntas al Gobierno centradas, principalmente, en cuestiones laborales. Como ponente, ha trabajado en la elaboración de los dictámenes de la ley para paliar los efectos derivados de la COVID-19 en materia laboral, de la norma que regula un permiso retribuido recuperable para las personas trabajadoras por cuenta ajena, de la ley de trabajo a distancia o de la modificación del estatuto de los trabajadores para garantizar los derechos laborales de las personas dedicadas al reparto en el ámbito de plataformas digitales, la llamada 'ley rider'.
En legislaturas pasadas, también fue uno de los ponentes de la reforma para garantizar la igualdad en las condiciones laborales de los trabajadores subcontratados o para la modificación del Régimen Económico y Fiscal de Canarias. En los últimos cinco años, ha sido además el portavoz de Unidas Podemos en las comisiones de Energía, Industria, Trabajo y Transición Ecológica.
Además de su trabajo, diputados consultados por este diario tanto de partidos que apoyan al Gobierno pero también de la oposición destacan su aspecto más “humano”. Una faceta que, en diciembre de 2018, le llevó a dedicar unas palabras cariñosas a Alfonso Candón, diputado del Partido Popular que abandonaba el Congreso para irse al Parlamento andaluz. “Bueno, llevo un rato pensándomelo y como sé que esto queda grabado... Y queda para la historia y para los anales de este país... No sé si me voy a arrepentir. Quedará en el diario de sesiones”, empezó diciendo.
“Nunca pensé que fuese a decirle algo así a alguien en esta cámara y menos a un diputado del PP: lo vamos a echar de menos”, le espetó Rodríguez al diputado popular. Y finalizó: “Le voy a decir algo. Creo que es de las cosas más bonitas que se le pueden decir a alguien. Es usted buena persona y le pone calidez humana a este sitio”. Muchos de los que durante los dos años anteriores le habían dedicado todo tipo de insultos desde la bancada del PP, aquel día le aplaudieron.
Si los tribunales le dan la razón y consigue recuperar el escaño, Rodríguez volverá al Congreso, tal y como dijo en la entrevista de Salvados, por el “compromiso” con los más de 64.000 ciudadanos que le votaron en las últimas elecciones generales. En busca de que se restablezca su condición de diputado, la defensa del exparlamentario, que ha decidido luchar por su acta a través de vías estrictamente jurídicas, presentó la semana pasada un incidente de nulidad ante el Supremo tratando de suspender el castigo y como paso previo a un recurso de amparo ante el Constitucional. El pasado lunes, el Alto Tribunal rechazó sin embargo anular la condena. A pesar de todo, Rodríguez piensa agotar todos los recursos posibles para ver restituido su honor ante una sentencia que considera injusta por un delito, la agresión de un policía, que él defiende que nunca cometió y que durante el juicio solo se pudo probar por el testimonio del agente.