La historia de los viejos reinos de Castilla está llena de traiciones, porque en esa época no había mociones de censura o elecciones anticipadas para solventar las rencillas en la cúpula del poder. Y no hay traición más famosa que la de Bellido Dolfos, personaje con más leyenda que historia real del que se cuenta que asesinó por la espalda al rey Sancho II de Castilla en el sitio de Zamora en el año 1072. El monarca intentaba tomar por la fuerza la ciudad que le había correspondido a su hermana, la infanta Urraca, en el reparto dictado por su padre, Fernando I, y que Sancho quería anular para reunificar todos los reinos del patriarca fallecido. Salió mal.
La actual Castilla y León ya tiene a su Bellido Dolfos contemporáneo en la persona de su presidente, Alfonso Fernández Mañueco, que ha optado por engañar a su socio para asegurarse cuatro años más de poder del Partido Popular en la comunidad. Unos meses después de superar la mitad de su mandato y cumpliendo los deseos de la dirección de su partido, se ha olvidado de las promesas que ha hecho a Ciudadanos y ha clavado una espada –metafórica– entre los omoplatos de Inés Arrimadas.
Por la cara que tenía ella en su rueda de prensa del lunes, ha debido de doler. De hecho, es muy probable que Ciudadanos no se recupere ya de esta cuchillada a traición. Ha sido como ajusticiar a una presa agonizante.
Solo 24 horas antes de que se anunciara la convocatoria de nuevas elecciones, Mañueco habló por teléfono con Arrimadas para confirmarle que todo iba bien. Le prometió que no habría cita en las urnas y que su objetivo era aprobar los presupuestos o incluso prorrogar los actuales si lo primero no era posible. A esa hora, es seguro que ya había tomado la decisión de disolver la Cámara y lo había hablado con Pablo Casado.
Preguntaron el lunes a Casado cuándo le comunicó Mañueco sus intenciones. No quiso responder a la pregunta.
El domingo, el vicepresidente de la Junta, Francisco Igea, de Cs, se hizo 48 kilómetros en bici “para despejar la mente”. Al día siguiente, la mente se le nubló al conocer la noticia durante una entrevista en Onda Cero, lo que tuvo que ser especialmente humillante. Reaccionó rápido. “¿Qué cojones piensas de tu población? ¿Qué categoría humana tienes?”, dijo encendido refiriéndose a Mañueco.
A él también le había asegurado que no había adelanto electoral: “A mí me ha dado su palabra personalmente de que no convocaría elecciones. Lo ha dicho en público y también en privado”. Ya está más claro cuánto vale la palabra del presidente de Castilla y León.
Bellido Mañueco intentó hacerse pasar por víctima cuando anunció el cese de los consejeros de Cs y las nuevas elecciones. El traidor no era él, sino los otros. “Nos han traicionado al pactar los presupuestos a espaldas de este presidente”, afirmó. Nadie sabe nada de esa supuesta negociación en paralelo. ¿Cómo iban a negociar unos presupuestos sin el concurso del partido del presidente de la Junta? Pareció una forma poco creíble de justificar su decisión.
La segunda razón aducida era “el riesgo cierto” de una moción de censura contra su Gobierno de la que nadie ha hablado en estos últimos meses. Legalmente, no podía presentarse hasta el próximo mes de marzo y es poco probable que Ciudadanos se hubiera metido en una aventura que le podría salir tan mal como en Murcia.
Donde sí quedó clara la intención de Mañueco fue en adoptar el discurso por el que se ha hecho conocida Isabel Díaz Ayuso. Ante la duda, mejor disparar sobre Moncloa. Lo importante es colar a Pedro Sánchez en la batalla: “El chantaje de apoyos por privilegios funciona con Sánchez. Conmigo no”. Al menos, no citó a Venezuela o ETA en su catálogo de excusas. Ha aprobado el primer curso de ayusismo, pero aún le falta para sacar el título.
Después de la fracasada moción de censura de Murcia, el PP puso en marcha una operación para hundir a Ciudadanos desde dentro, incluso poniendo un despacho a un antiguo dirigente del partido con el que atraer a los interesados en seguir contando con un empleo en la política. Junto a las elecciones anticipadas en Madrid, las de Castilla y León forman parte de ese proyecto de demolición. Todo indica que está funcionando a toda máquina. La “unificación del centroderecha” de la que habla el PP se está realizando a lo bestia en lo que se refiere a Ciudadanos. La idea de “España suma” que Casado manejó en 2019 ha pasado a convertirse en un “España te aplastará y volará con explosivos tu casa”.
El rostro de Arrimadas era un poema. Casi no tenía fuerzas ni para indignarse. Resultó interesante que hiciera una referencia a Albert Rivera sin nombrarlo. Recordó que después de las elecciones autonómicas de 2019 en Ciudadanos “se dio todo el poder territorial al Partido Popular y este es el resultado”. Solo le faltó mencionar la herencia recibida. Pero es cierto que fue la decisión personal de Rivera, suscrita por la dirección nacional a la que pertenecía Arrimadas, la que obligó a sus dirigentes en Murcia y Castilla y León a pactar con el PP. Un poco tarde ya para quejarse de eso.
Como en otros asuntos, la apuesta de Rivera por pasar a ser el líder de toda la derecha acabó hundiendo al partido en las urnas y condenándole a una lenta agonía ante la que no tiene respuesta. Es una factura que Ciudadanos todavía no ha terminado de pagar.
A la líder de Ciudadanos, solo le quedó la opción de utilizar hasta cuatro veces en la rueda de prensa las palabras 'testosterona' y 'testosterónica' para describir la forma de hacer política en el PP. Solo hay que escuchar a Casado en los últimos plenos para percatarse de ello. Ese es el campo de juego en que se ha movido la derecha en esta legislatura y no lo va a abandonar. Los que se crean las promesas que haga el PP en las conversaciones telefónicas ya saben qué es lo que les espera.