Alvise en Colón: el agitador ultra se encomienda al racismo y la conspiración para llegar a Bruselas

Alberto Pozas

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Sopla un viento tormentoso en la Plaza de Colón que amenaza con llevarse volando la carpa informativa de Vox. El escenario de las grandes manifestaciones de la derecha española acoge este viernes a varios cientos de personas que se conocen sin conocerse. Seguidores de un mismo canal de Telegram en el que, día tras día, consumen consignas racistas, machistas y conspiranoicas, y que se ponen cara frente al monumento a Blas de Lezo. De repente, un pequeño estruendo: llega Luis Pérez, más conocido como 'Alvise', que cierra su gira electoral en Madrid buscando varios asientos en el Parlamento Europeo con la promesa de construir una nueva cárcel para políticos y migrantes.

Alvise llega a Colón a pie y vestido de arriba a abajo con merchandising de la candidatura que encabeza: 'Se acabó la fiesta'. Ha hecho los deberes desde noviembre, cuando encabezó una de las manifestaciones de la calle Ferraz para marcharse a cenar a casa poco antes de los disturbios, y sabe cómo hacer una entrada imitando a una estrella del rock. Chocando los cinco, sacándose selfies con quien haga falta y saludando a todos los móviles que tienen encendido el piloto rojo de estar emitiendo en directo. Porque cámaras de televisión, a la vista al menos, no hay ninguna.

El agitador ultra ha cogido el megáfono y se ha dirigido durante 20 minutos a las casi mil personas que le jaleaban con gritos de “¡Alvise, presidente!”. Un discurso que ha condensado todos los ingredientes que cimentan su éxito: el Estado roba con los impuestos, la Sanidad y la Educación de España son las peores, las calles ya no son seguras, los inmigrantes ilegales viven mejor que los españoles y Pedro Sánchez debe ir a la cárcel, entre otros.

“Esto va de que queremos libertad. No queremos que, de cada 100 euros que ganáis, el Estado roba 75”, un cálculo tan ignoto como repetido en su canal de Telegram donde va camino de atesorar medio millón de seguidores. Para explicar lo que piensa de la Sanidad, el ejemplo irresistible: “Yo he estado con mi madre más de 10 horas en urgencias y no nos ha atendido nadie. Y luego lo poco que queda de la Sanidad se lo dan a personas que ni siquiera son de aquí”.

Inseguridad y migración son uno solo en el discurso de Pérez, que salta con maestría de la una a la otra, de ahí a la censura, a la geopolítica internacional y, finalmente, a la corrupción. “Lo que vemos es atroz, sitios donde no puedes salir más tarde de las siete sin que un grupo de personas te saquen un machete”. De la inseguridad al racismo y de ahí a la censura. “Digo un grupo de personas porque gracias a la censura ya sabéis a lo que me refiero. Porque no tenéis libertad de expresión”, dice mientras la gente aplaude la filigrana argumentativa.

Para los migrantes, afirma, tiene un plan especial: deportarlos o meterlos en una cárcel nueva. Y aquí enlaza con un hipervínculo verbal a todo el contenido que su canal y otros parecidos difunden día tras día: “Inmigrantes ilegales que están literalmente viviendo la vida padre, en hoteles de cinco estrellas que ni nosotros en vacaciones. Con los pederastas, terroristas y asesinos con mejores instalaciones que tenemos nosotros... cuando meta a Pedro Sánchez en prisión será en una nueva cárcel que ya he visto los terrenitos bonitos en el este de Madrid”.

Hace cumbre Alvise en la montaña del populismo cuando dice al público que, si hace falta, construirá esa nueva cárcel con sus propias manos. También cuando explica que, cuando sea presidente del Gobierno, no dará mejores lanchas a los guardias civiles para combatir a los narcos sino que les dará permiso para abrir fuego sin preguntar. “Pam, pam, pam y que aprendan a nadar. Narco, para que llore mi madre, que llore la tuya”, ha gritado mientras disparaba con la mano una pistola ficticia.

“El matrix informativo español”

La conspiranoia juega un papel muy importante en el discurso de Alvise Pérez desde hace años. Su canal, explica a diario, te cuenta las noticias que los grandes medios de comunicación no cuentan, aunque muchas de ellas son extraídas precisamente de los medios de comunicación a los que define como “mafiosos”.

En Colón, el sevillano ha sacado la artillería pesada: el juez Santiago Pedraz, que amagó con tumbar Telegram, cobró sobornos de cientos de miles de euros y nadie hace nada. Reparten las papeletas en persona porque “es surrealista que estemos repartiendo papeletas como si esto fuera Cuba o Venezuela”, dice sobre uno de los puntos fuertes de su discurso: si no llevas personalmente la papeleta de su candidatura, te puedes encontrar con que el Estado hace algo para evitar que votes a Alvise. Un discurso que cala: “Tengo miedo de coger cualquier papeleta con una marca o algo y que la tiren”, comentaba una señora antes de empezar el evento.

Alvise Pérez ha dicho desde el principio de su campaña que su objetivo es quedar aforado y poder seguir así peleando contra la corrupción y persiguiendo criminales, aunque no termine de explicar a qué se refiere con eso. “Nos presentamos a la Unión Europea para protegernos judicialmente y denunciar la gran mentira del matrix informativo español, y eso lo habéis logrado vosotros con el boca a boca. Es vuestro éxito que estemos alzándonos el pueblo español”.

Las risas y aplausos han llegado cuando Pérez, que en 2019 trabajó para Ciudadanos como asesor de Toni Cantó en la Comunidad Valenciana, ha anunciado que su objetivo es meter a Pedro Sánchez en la cárcel por traición. “Pedro Sánchez, insisto, no vamos a hacer que dimitas, no solo que pierdas el Gobierno, vamos a meterte en prisión”, ha gritado a través del megáfono. Sobre la exministra y candidata de Podemos, Irene Montero, el debate se ha deslizado de forma irremediable por la pendiente del machismo: “Mi objetivo es que Irene Montero vuelva a trabajar a la taberna de Pablo Iglesias”.

El acto de este viernes en Colón pone varias cosas de manifiesto. La primera es que Alvise Pérez se ha reconciliado con su versión tangible, dañada después de abandonar las concentraciones de Ferraz antes de que empezaran las cargas. La segunda es que maneja el megáfono con la misma habilidad con la que maneja su canal de Telegram. Cuando sus seguidores amagaban con perder el hilo en pleno discurso sobre las dificultades legales de denunciar a un juez, Alvise pegaba un volantazo dialéctico y rápidamente arrancaba un sonoro aplauso de la parroquia.

Pérez ha entrado y salido de Colón espoleado por la encuesta del CIS que le otorga más de un 5% de los votos, algo que le puede llevar a tener dos o más asientos en Bruselas. También ha entrado y salido saludando a todo el mundo, saludando a tres policías nacionales, sacándose una foto con un joven que llevaba una camiseta de Skrewdriver, uno de los grupos de música nazi más conocidos en Europa, y siendo saludado por unos crossfiteros.

“Los partidos no son la solución. Nos han engañado a todos y ahora lo vamos a cambiar”, ha dicho Pérez antes de dejar el megáfono. En menos de diez minutos, Colón vuelve a la calma con seguidores del candidato repartiendo sus papeletas. Una ardilla con la máscara de Guy Fawkes. Unos jóvenes explican a los voluntarios de la carpa de Vox que vienen de ver a Alvise Pérez.

En la carpa verde del partido de Santiago Abascal ponen cara de circunstancias. Es el agitador ultra que pasó de ser su amigo y aliado a poder robarles cientos de miles de votos en las elecciones europeas del domingo. Una señora coge 20 papeletas de una de las cajas. “Por si acaso”, explica.